Deep Roots
Cuando Mortal Shell llegó a nuestras PS4 y Xbox One aquel caluroso 18 de agosto, muchos ya sabíamos lo que correspondía esperar de él. En la última década nos hemos curtido en esto de los souls-like, y, desde los grandísimos estrenos de From Software hasta Lords of the Fallen, pasando por experimentos de corte oriental como Code Vein o Nioh y su secuela, hemos conocido multitud de mutaciones de la fórmula Miyazaki. Todas ellas empeñadas en arrojar algún atisbo de originalidad, algún resquicio de frescura, al concepto que originalmente parió Demon’s Souls allá por 2009; todas ellas conscientes de lo difícil que supone transgredir y superar su meta. A sus espaldas, Mortal Shell se antojó, desde su presentación, como poco más que otra iteración de este modelo, aunque quizás una especialmente clónica; también especialmente sincera [decía mi compañero Alex en su crítica, sin ir más lejos, que el título nunca quiso “apostar por la ambientación, donde recoge el testigo de los orígenes del género y usa la influencia perteneciente a obras como Dark Souls“]. Como tal, sus principales flecos fueron previsibles, simples, directos y casi evidentes, pero también lo terminaron siendo sus virtudes.
Y es que es cierto que, en ese sentido, Mortal Shell siempre jugó a ‘lo fácil’ (como si algo en el desarrollo de videojuegos fuese fácil) al descuidar levemente su interesante concepto jugable en pro de entrar por los ojos. A diferencia de otras propuestas del subgénero, fue y sigue siendo a día de hoy una obra visualmente impactante, con un apartado artístico que reconozco como monótono pero que personalmente me parece que está brillantemente ejecutado, y con una factura técnica al nivel. Por ello me es de justicia, casi obligatorio, aprovechar el estreno de su edición Enhanced en PS5 y Xbox Series X | S para recordar sus impactantes y lúgubres entornos, su mimadísima iluminación, el buen diseño de unos jefes finales que ahora luchan a 60fps y el enfermizo nivel de detalle de sus texturas fotogramétricas, ahora mejoradas. Porque puede que esta versión superior no peque más que de ser una mejora modesta, casi innecesaria, de un juego base que ya lucía especialmente bien, pero también es otra cosa: gratis [para los poseedores del título original].
La cuestión es que, especialmente si no llegasteis a ver los créditos de la obra original por desinterés, saturación o priorización de otras propuestas de vuestro backlog, merece la pena volver a Fallgrim. Enhanced Edition se ve mejor, pero también se juega mejor, y naturalmente mantiene las bondades de una propuesta que quizás se quedase a las puertas de entrar en el disputado ranking de los mejores sleepers de 2020, pero que apunta a un nicho concreto, teniendo cierto interés para aquellos que esperan ansiosos Elden Ring y siendo, además, una aventura muy cortita para la extensión promedio del subgénero – es fácilmente completable en menos de diez horas -, lo cual, según determinadas circunstancias y gestiones del tiempo libre, se puede llegar a agradecer muchísimo. Yo lo he hecho, y al fin he podido quitar al magnum opus de Cold Symmetry de mi lista de ‘pendientes’. Os recomiendo hacer lo mismo. Se vive mejor.