Kojima, por favor, estate quieto, te lo pido de corazón
Hacía mucho tiempo que Kojima no daba que hablar, con todas las implicaciones que ello conlleva. Ausente en la gala de The Game Awards celebrada hace menos de un mes, ha sido mediante una entrevista en la revista Famitsu (traducida al inglés en Gematsu) en la que, para variar, se ha puesto sus mejores galas, sus gafas de fliparse a niveles solo reservados para su persona y ha encendido la máquina del humo a máxima potencia para hablar de su(s) nuevo(s) proyecto(s), de los cuales quiere lograr desafiar las diferentes entre distintas formas de entretenimiento, como pueden ser, más allá de los videojuegos, la literatura o el cine.
Más allá de la carrera histórica de Hideo Kojima, con la eterna sospecha de su pasado como cineasta fracasado, cuya herencia hemos recibido en forma de introducciones kilométricas en las diferentes entregas de Metal Gear Solid, lo primero que tenemos que tener en cuenta es que Kojima es, ante todo, un pionero. Para bien o para mal, las primeras producciones que se podrían asemejar al cine, son suyas. También lo es el primer caso de demo de pago (y no precisamente a un precio asequible) con el pseudollamado prólogo Metal Gear Solid V: Ground Zeroes.
Y como genio frustrado e incomprendido, nosotros, meros mortales insignificantes, no debemos (ni podemos, todo sea dicho) juzgar su visión creativa. Él sabe, nosotros no. Pero lo que sí podemos hacer es ponernos un gorrito de papel de plata antes afirmaciones que solo sirven para crear expectaciones vacías que sirven para hacer artículos como este, pero que a la hora de la verdad, poco o nada aportan al medio, sin siquiera plantear auténticas narrativas transmedia, como aparentemente propone.
Sin llegar a los niveles de trilero que alcanzan otros personajes de la industria del videojuego, como es el caso de Peter Molyneux, aspirar en este momento a “desdibujar las líneas entre medios de entretenimiento” ni es lógico, ni una aspiración razonable. En primer lugar, porque para imitaciones, siempre mejor el original. ¿Para qué voy a leer un libro en un videojuego, cuando puedo leer un libro? ¿Para qué voy a ver una película en un videojuego si puedo ver una película? ¿Qué necesidad hay de querer encorsetar otras formas de expresión en el videojuego cuando precisamente lo positivo es aprovechar cada una, con sus virtudes (y defectos)?
Sea su próximo juego el rumoreado reboot de Silent Hill o no, el hecho de que, repito, sobre el papel y con la intención de llamar la atención por delante, Kojima quiera hacer un videojuego que se aleje al máximo posible del propio concepto de videojuego es algo que no podría ser más nocivo para el medio (y la industria asociada al mismo). Si un desarrollador independiente intenta esto como algo experimental, adelante. Si lo hace un prestigioso creador ya conocido por sus extravagancias, y no siempre positivas, que puede además sentar cátedra en el plano económico (¿sacar tajada varias veces, una por medio, de un mismo producto o experiencia?), toca sujetar fuerte el gorro de papel de plata y esperar a ver cual es la nueva ocurrencia de Hideo Kojima.
Posiblemente al final se quede en un gancho de marketing y su próximo proyecto sea algo más tradicional de lo que se podría esperar, pero hasta entonces, toca estar expectantes y con la ceja ya medio arqueada, por si acaso.