Recuerdos lejanos
Parece increíble, pero ya podemos decir, oficialmente, que es una realidad. Kingdom Hearts III existe, y llegará a nuestras PS4 y Xbox One el próximo 29 de enero, desmarcándose de un atosigado calendario de lanzamientos navideño protagonizado por auténticos colosos como Red Dead Redemption 2. Es algo curioso, a la par que bonito, contemplar con nuestros propios ojos cómo hemos ido creciendo y madurando, haciéndonos viejos al fin y al cabo, conforme esperábamos el ahora inminente estreno de la obra cumbre de Square Enix. Una propuesta que, desde luego, no sabemos si estará a la altura, pero que, como mínimo, supondrá una respuesta sólida a todas esas preguntas que nos hemos ido cuestionando durante todas las anteriores entregas. Porque Kingdom Hearts III es el final de la saga protagonizada por Sora, y, por tanto, es sinónimo de resolución.
Tras todos estos años de espera, con motivo de la Gamescom 2018 que actualmente está teniendo lugar en Colonia (Alemania), he podido echarle el guante, finalmente, a aquella demo de la que muchos afortunados ya pudieron disfrutar meses atrás durante la pasada celebración del E3. La primera fase de dicho proceso, como no podía ser de otra manera, era la de la incredulidad; la del shock más profundo, y la del no poder hacerse una mínima idea de lo que significa dicho momento para un servidor, y, en general, para los jugadores de mi quinta. Volver a verse las caras con Sora, Donald y Goofy es reconfortante, casi esperanzador, pese a la carencia argumental propia de esta clase de demos, que te dejan completamente desubicado en la trama – y, por tanto, desconectado de los personajes -. El tiempo ha ayudado mucho a una saga que, gracias a su comunidad, ha ido revalorizándose (y, por qué no decirlo, endiosándose) con el paso de los años, pero que, afortunadamente, en ningún momento ha dejado de perder la magia y el mimo que la caracteriza.
Porque Kingdom Hearts es magia. Magia que se puede palpar sobradamente en cada uno de los bytes que lo componen; que brinda de una nueva dimensión a todos los elementos que lo integran. Sin ir más lejos, pese a su obvio afán por el continuismo, se nota que, en términos jugables, hay un gran trabajo detrás, al igual que con su apartado gráfico. Haciendo gala del motor Unreal Engine 4, el último capítulo de la historia de Sora es una auténtica locura técnica y artística; un conglomerado de luces y partículas que, de una manera muy ingeniosa, logra mantenerse fresco y dinámico en todo momento, encontrándose plenamente exento de cualquier tipo de aberración en su tasa de frames por segundo.
Esta fluidez extrema se aplica a todos los valores jugables, incluyendo al renovado sistema de combate, que hace un especial hincapié en el combate aéreo y prioriza la velocidad ante cualquier otro factor. Desde luego, sigue siendo puro Kingdom Hearts – volveremos a vernos las caras con ese menú inferior tan poco intuitivo pero al que tanto cariño le tenemos, podéis estar tranquilos – pero no por ello es menos llamativo que otros JRPGs contemporáneos. De hecho, esta tercera parte numerada es uno de los juegos más ambiciosos y espectaculares que hemos probado en muchísimo tiempo, contando con una enorme cantidad de mecánicas disponibles que alterarán la forma en la que interactuamos con el entorno y, por ende, nuestra forma de jugar.
A lo largo de todos los planetas que visitemos a bordo de nuestra Nave Gumi (que desgraciadamente no hemos podido probar en la demo) conoceremos, como ya es habitual, a diversos personajes de los universos de Disney y Final Fantasy, que en esta ocasión irán integrándose en nuestro grupo de una manera orgánica y natural, añadiéndose al escuadrón conformado por Sora, Donald y Goofy sin la necesidad de sustituir a uno de los dos últimos, como sí ocurría en las entregas anteriores. Además, cabe destacar que cada ubicación presenta características aparentemente únicas – como la posibilidad de escalar por las paredes del Coliseo de Hércules, o la de pilotar enormes mechas de juguete en el universo de Buzz Lightyear – que se suman a la gran novedad jugable de la entrega: las innumerables variaciones de la Llave Espada. Estas mutaciones están directamente relacionadas con el mundo en el que nos encontremos. En Monstruos S.A., por ejemplo, podremos portar unas poderosas garras con las que destrozar a nuestros rivales, mientras que Toy Story nos abrirá nuevas puertas (nunca mejor dicho) cediéndonos el poder de un enorme y muy contundente martillo.
A esta inmensa variedad de equipo debemos de sumar la posibilidad de realizar diversos conjuros, utilizar múltiples objetos, llevar a cabo ataques conjuntos con nuestros compañeros e incluso fijar a decenas de rivales de manera simultánea para posteriormente exterminarlos de una manera excesivamente fugaz. Todo ello sin olvidarnos, como no podía ser de otra forma, de las diversas invocaciones que tenemos a nuestra disposición, y que, como Rompe Ralph o La Sirenita, podrán ayudarnos en combate de maneras ofensivas o pasivas, incrementando nuestra salud o poder.
Todas estas facilidades son, sin embargo, un arma de doble filo.
Pese a que solo hayamos podido disfrutar de la propuesta una escasa media hora, no hemos hayado en ningún momento algo que se asemejara levemente a un desafío. Se trata, en líneas generales, de un sistema de combate muy ingenioso, pero que porta de tantísima libertad al jugador que acaba haciéndose, quizás, demasiado asequible para el mismo. No me malinterpretéis: pese a mi gusto por lo arduo y por lo satisfactorio, no busco una experiencia especialmente complicada en Kingdom Hearts III; simplemente, una que no caiga en el tedio más extremo, o cuya jugabilidad acabe tristemente resumida en un machaqueo constante del botón X, quedando el resto de posibilidades jugables en segundo plano. También diré, continuando con esta vertiente pesimista, que no parece ser un juego excesivamente rejugable, pues una vez se descubre el pastel que configuran las sorprendentes mecánicas ya citadas, el juego acaba volviéndose algo más repetitivo de lo que me gustaría.
Es ahí donde reside uno de mis mayores miedos. Si Kingdom Hearts III consigue aguantar el ritmo y sorprender al jugador de manera constante durante las 20, 30 o 50 horas que dure su campaña principal, no me cabe la menor duda de que será, como mínimo uno de los mejores juegos que recibiremos durante la primera mitad de 2019. No obstante, si por algo me ha dejado sensaciones encontradas ha sido porque, más allá del impacto inicial, no me ha sorprendido en exceso, al conocer un servidor ya de manera previa las mecánicas ante las que se iba a encontrar (malditos sean YouTube y sus vídeos recomendados). Es este interrogante el que, como a muchos de vosotros, me va a tener sin conciliar el sueño hasta el próximo 29 de enero, día en el que llegará a nuestras tiendas uno de los juegos popularmente más esperados de todos los tiempos. Crucemos los dedos.