Daddy not Cool
A la hora de crear y construir un proyecto donde diferentes departamentos y grupos de personas se ven afectados se suele crear una figura que unifique, sirviendo de enlace de entre todos estos para aportar una cabeza visible con la que centrar la dirección del desarrollo. Esta suele verse ocupada por personas de renombre, pues tanto para dentro del estudio como fuera, son las “mentes pensantes”, muchas veces dejando de lado a departamentos enteros que son quienes deberían de llevarse los méritos, pues el trabajo del director es unificar, y no otro. Aún así, grandes nombres vienen a nuestra mente cuando hablamos de sagas famosas desde hace décadas, aunque estos no hayan sido capaces de realizar su trabajo bien, y aunque estos errores repercutan en estudios enteros e incluso en la salud de los trabajadores, no se hacen responsables de la misma manera en la que, cuando un juego peca debido a un exceso de bugs, se ataca a los departamentos específicos, cuando tal vez el problema de raíz venga de otro lado. El ejemplo de hoy es bastante claro al respecto, pues muestra como los errores de ese supuesto núcleo crea problemáticas difícilmente solucionables y la espantada de los trabajadores del propio estudio, algunos con secuelas, y estos es debido a trabajos mediocres como el de Ken Levine.
Allá por el año 2014 Irrational Games cerró tras la decisión del propio Ken Levine, quien quería crear un nuevo estudio, llamado Ghost Story Games, mucho más pequeño y moldeable, a la par que controlable, pues al ser este uno de los socios fundadores sus decisiones tenían que ser tomadas en cuenta, sin que nadie en un escalón superior se las pudiera echar atrás, algo que ha llevado al estudio a la situación que viven actualmente. Han pasado nada más ni nada menos que casi 8 años tras la fundación de dicho estudio, el cual no ha sido capaz de lanzar su primer título, y todo apunta que en los próximos años no lo veremos tampoco, pues un estudio de apenas 30 personas que aspira a hacer triples A no es que no solo sea casi imposible debido a los recursos con los que cuentan, sino que además si quien está detrás de todas las decisiones es Ken Levine, la cosa no hace más que empeorar. Desde la creación de Ghost Story Games, mucha gente que originalmente estaban involucrada ha ido abandonando la empresa, desde trabajadores hasta algunos de los otros socios fundadores, según las fuentes la mitad de estos, debido al infierno que se está viviendo en el desarrollo del juego, donde las decisiones varían, crecen inconmensurablemente y sin control alguno según lo apetecible que le parezca a Ken Levine, y si le eran discutidas estas equívocas ideas, dejaban de aparecer por la oficina. Una y otra vez, estas prácticas se han ido repitiendo año tras año, tirando a la basura trabajo realizado de la mejor manera posible, y según relatan, de bastante buena calidad, pero al cambiar la mira del director, esto ya no servía, creando un descontento creciente entre los trabajadores, frustrados al ver que su obra no vería jamás la luz del sol.
Estos ejemplos, como el de Ken Levine, el de Neil Druckman, o incluso Hideo Kojima, aunque de este no me conste (todavía) casos similares, son casos claros de juegos “de autor”, una etiqueta creada para mostrar las increíbles capacidades de quien dirige con la batuta todos los aspectos clave de una obra, pues al poseer un conocimiento amplio y profundo a partes iguales puede dirigir de gran manera todos los frentes, una idea arcaica para los tiempos que corren a la par que irreal. Dejemos de endiosar a personas solo porque su nombre aparezca en mayúsculas al comienzo de los títulos, el trabajo lo hace todo el equipo (aunque en algunos casos ni aparezcan en los créditos), no se le debe el producto a una sola persona, sobre todo cuando las cosas salen mal y las repercusiones van a aquellas personas que conforman los pilares. No, no glorifiquemos a las personas, ni dioses ni reyes, solo el hombre.