"Celebrating the world of video games"

A estas alturas todos sabrán que el E3 2020 ha sido cancelado. La empresa organizadora del evento (ESA) llevaba varios años recibiendo la animadversión de las principales compañías que protagonizaban el evento, que acogieron las medidas de abrir la feria al público con reticencia y cuestionaban los grandes costes que implicaba acudir al evento. Entre ellas, la más vehemente con sus negativas había sido Sony, que en palabras del caído en gracia Shawn Layden, “el E3 se ha convertido en un evento en el que es imposible realizar negocios”. Por supuesto, era esto y no el vacío de contenido que tenían por aquel entonces la razón de su incomparecencia, pero tampoco les falta razón en sus argumentos. Desde la celebración del pasado E3 2019, la organización lleva a cuestas una serie de imprevistos y decisiones cuestionables que, a la larga, precipitaron la caída en gracia del evento a ojos de todo el mundo. El primero, ya en el pasado mes de junio, vino por una inmensa filtración de casi todos los anuncios planeados para las conferencias de las grandes compañías (salvo Nintendo). Es el error más humano, porque los encargados del desmadre utilizaron métodos muy poco amistosos que digamos para atacar los servidores internos de la feria y hacerse con la información, y mejor dejarlo ahí para no darles más protagonismo del que andan necesitados. El segundo ya fue mucho más preocupante: en agosto se descubrió que la organización había publicado una lista con datos personales de más de 2000 periodistas (y no tales) que acudieron al evento en Los Ángeles. Incluyendo teléfonos, direcciones de correo y hasta cuentas bancarias. Para su desgracia, esta vez no podían echarle la culpa a nadie sádico, pues los datos estuvieron accesibles al público durante ¡2 meses! con sólo hacer un clic desde la página web oficial, ni tampoco estaban clasificados dentro del espacio privado para la prensa.

Este año no habrá espectadores confusos presenciando el Just Dance anual para Wii.

Ya con la ojeriza de la industria y el altavoz que alienta todas sus acciones, en septiembre volvió a filtrarse los planes internos de ESA para el E3 2020 (¿observan un patrón en todo esto?), que pasaban por otorgar un mayor protagonismo a celebrities influencers de cara a vender más entradas del evento al público. El objetivo implícito de esta filtración era única y exclusivamente alarmar a los distintos expositores y medios asistentes de la feria por las mayores dificultades que tendrían de llevar a cabo su trabajo, y como no podía ser de otra forma, contraatacaron generando el discurso de que el evento ya no era necesario. ¡Oh no, youtubers y streamers en recintos cerrados! ¡Qué hace ese pavo ahí en Los Ángeles! ¡Seguro que Sony no quiere enseñar la PS5 por eso! Todos contentos, porque la campaña de acoso y derribo ha obrado milagros y el evento no se celebrará este año, aunque la cancelación viniese precipitada por la aparición del COVID-19 y la emergencia sanitaria que padece todo el mundo (los fanáticos de Sony tendrán otra opinión empero). Al principio, la organización consideró sustituir la feria por un evento digital en el que las compañías seguirían desarrollando sus conferencias en un mismo calendario común en junio, pero la falta de acuerdo ha terminado por decapitar un acontecimiento histórico para este mundillo. Será difícil que se asiente en 2021 puesto que la ESA está compuesta como una sociedad que reúne miembros de todas las grandes compañías del videojuego. Sus voluntades se transmiten directamente a los encargados de centralizar la atención, que planifican el calendario de antemano y orquestan todo lo necesario para la exposición de los grandes anuncios del momento. Sin un acuerdo previo, el E3 no tiene razón de existir pese que varios miembros se mostraran favorables a preservarlo (entre ellos Microsoft y Nintendo).

Ahora, con la ausencia del evento más popular del panorama del videojuego, un hombre quiere aprovechar la situación para cimentar más si cabe su imperio de la información.

Esperando para hacer una entrevista. Probablemente mucho.

Geoff Keighley, alias Doritos Pope, es uno de los mejores epitomas de la decadencia del sector especializado en este mundillo. Para entendernos, es un hombre que ha querido grabar su rostro en el videojuego del mismo modo que Christian Gálvez hizo con Da Vinci y su exposición fraudulenta para trincar por Navidad. Ya desde muy joven, este canadiense ha formado parte del ecosistema formando parte de la revista Entertainment Weekly (la más vendida de EE.UU.) al tiempo que realizaba sus estudios universitarios, y lo hacía con el estilo macarra, iluminado y reivindicativo que presumen muchos jóvenes cuando empiezan a escribir cualquier cosa (todo en general). Pensando que tenían algo que contar cuando sólo había labia y una nula madurez emocional frente aquellos que opinaban distinto a él. Keighley siempre ha destacado por mostrar un servilismo y un obsceno empeño por colocarse entre las altas instancias de la industria, como si de un cortesano de la Casa Real se tratase. Era la risión para muchos de sus compañeros de profesión, que criticaron también el apego que tenía el canadiense por colocarse aunque con cuidado, porque corrías el riesgo de ser amenazado/a con una demanda. Quizá con la misma trayectoria que las de Contador al sector bovino vasco, pero intimidante al fin y al cabo. Con estas armas, Keighley va saltando entre distintos medios de comunicación como GameSpotJoystiq Kotaku agrandando su nombre a costa de abundar en el descrédito colectivo. Sin embargo, la mayor ambición de este individuo fue trasladar el videojuego a la pequeña pantalla. Porque desde muy pronto entendió el mundo como un espectáculo y sabía debía convertirse en imagen pública para vivir del cuento.

El salto al producto audiovisual le propició la fama que tanto andaba buscando, fomentada también por cadenas de televisión de mala muerte como Spike TV, que para hacerse notorias rebuscaron en formatos televisivos tabú entre semejantes como eran los videojuegos. Ya saben los recursos utilizados en aquella época: público joven, ser agresivamente cool y gente chillando en las gradas para creerse importantes. La cadena desapareció con el tiempo, faltaría más, pero no lo haría el bueno de Geoff. Primero con G4TV.com y posteriormente en GameTrailers, Keighley acaparó la imagen viva del videojuego en una época en la que los contenidos multimedia estaban cada vez más demandados y estos podían trasmitirse a través de Internet (efecto 2000). Su programa se retransmitía límpidamente en televisión, y en él trataba de acaparar la atención invitando a famosillos de Hollywood cuyo conocimiento del videojuego era testimonial. Imaginen a un perezoso estadounidense haciendo zapping una tarde boba de verano, encontrándose a Keighley preguntando a Clint Eastwood si era más de Xbox o PlayStation (aunque se da por hecha la respuesta en favor de la marca patria). Es fútil hablar de la calidad del formato, puesto que en el establishment televisivo sólo se tiene constancia de lo que uno ha hecho y no cómo lo ha hecho.

Mítico.

Geoff era “el tipo que hablaba de videojuegos”, y así todo. Su pedigrí como productor fue creciendo, sus programas eran bastante vistos y eso introdujo al mundillo multitud de patrocinadores y marcas que buscaban un mismo target juvenil al que dirigirse. Es sumamente famosa la instantánea de Keighley promocionando ‘Halo 4’ acompañado de una montaña de Doritos y Mountain Dew, que muestra a la perfección todo aquello a lo que no debe asemejarse la industria del videojuego. Pero hacer el ridículo llama la atención, el protagonista adquiere los focos que tanto deseaba, y las burlas que recibe le terminarán recompensando su sumisión a las entes. La imagen pública de Geoff Keighley sufrió un antes y un después a través de este meme, catapultándole a las grandes élites de las que forman hombres como José Luis Moreno o la familia Aragón, por buscar comparaciones odiosas. O como el ganso de un juego sin nombre, bastante mediocre de por sí.

La expansión del negocio llevó a Keighley a presentar especiales para YouTube del E3 o las presentaciones de PS4 y Xbox One, de los cuales pueden derivarse algunas de sus conocidas amistades: Hideo Kojima, Gabe Newell, Reggie Fils-Aimé o el hombre molinillo que no sabe chocar los cinco. Su cada vez mayor exposición al público le ha obligado a moderar su imagen pública a través de asesores personales, de modo que ya no se moja sobre los temas más candentes del momento a no ser que sea vox populi. Después de todo, organizar eventos implica fidelizar a las marcas, callar para mantenerlas contentas y estas proveerán cuando andes necesitado de pasta. En el caso de las compañías de videojuegos esto implica no decir nada malo de ellas, evitar cualquier fuga de influencias que forman la industria de la información en sí, y proporcionarles el escaparate para enseñar al mundo lo que cocinaban entre manos. Lo cual se ha convertido en el principal negocio de Doritos Pope en la actualidad.

Hoy por hoy, Keighley es popularmente conocido por dirigir y presentar los autodenominados Game Awards, un formato que ya venía impulsando desde 2003 cuando Spike TV buscaba promocionar su equivalente de los Oscars del videojuego. De importancia ignominia, sus emisiones siempre terminaron siendo un fracaso comercial y un sucedáneo de advertising pobre dedicado al público americano, de ahí que fueran invitados variopintos como wrestlers, actores y estrellas del star system patriota para elevar sus audiencias. Nadie se tomaba en serio los premios en sí, pues estaban enormemente polarizados hacia la industria occidental e ignoraban a las principales potencias japonesas, que a menudo no recibían siquiera una mención de su parte (basta con decir que un ‘Madden NFL’ recibió el premio gordo en una edición). Y por entonces no había nada más que impulsase el negocio más allá de la imperiosa necesidad de salir por la tele para ganar notoriedad, lo cual no ayudó a que el evento ganara caché frente otras listas de juegos del año. Sin embargo, el propio Keighley considera estos formatos previos a sus a los Game Awards equivalentes a los mismos. El único borrón y cuenta nueva del formato actual viene acompañado del nombre, en la ejecución ambos funcionan de la misma manera e incluso participan el mismo personal que los hace posibles.

Josef Fares fuck the oscars

El día en el que no sabía dónde esconderse.

Algo sí parece haber cambiado empero. Tras desligarse de Spike TV y retransmitir el acontecimiento por Internet, la popularidad de los Game Awards se disparó al convertirlo en un evento más internacional y enfocado al público más hardcore del videojuego (pero todavía en prime time americano, ¡un saludo a Sony y sus conferencias del E3, que empezaban a las 3 de la mañana con sus 15min de retraso de rigor!). De ahí que Keighley buscara efectos mediáticos como el #FuckKonami de 2015 invitando al creativo marginado en su gran reaparición en público, por ejemplo. Los Game Awards apostaron por el grandeur y chovinismo americano típico de hacer las cosas lo más grande posibles para armar follón, y limaron la imagen de los premios convirtiéndolos en un concurso de popularidad mediado entre una gran cantidad de medios de todo el mundo (80 en 2019, cuatro de ellos españoles) para intentar así convertirlos en los galardones definitivos. Los costes de producción se dispararon y se importaron grandes figuras del mundillo a cada cual más inaccesibles (Kojima no cuenta porque siempre es reo de usar su personaje como cadena de marketing) para que recibieran sus estatuillas como si de un Oscar se tratase, destacando sobretodo la presencia del equipo que desarrolló ‘Breath of the Wild’ en 2017, o la del tímido Miyazaki en 2019 que tan reacio era a manifestarse en público. Es fácil saber los nombres de los ganadores según su asistencia o no al evento, solo hace falta ver que Sakurai prefirió enfundarse el mono de trabajo a acudir a una gala internacional con la certeza que no se llevaría ni las migajas. El éxito del formato es arrollador con los datos en la mano, y buena parte de ello viene proporcionado de los grandes anuncios/bombazos que aporta la industria del videojuego apoyándose en el formato y la época del año (ideal para propulsar las ventas navideñas), basta con decir que Microsoft ha preferido anunciar su consola next-gen en los Game Awards a montar su propia presentación o esperarse al E3. Nadie sabe a ciencia cierta lo que puede traerse Keighley entre manos porque el campo de cultivo es tan amplio como la industria en su totalidad, y ese es el principal aliciente del evento por delante de las caras de Bélmez. Cuyo valor seguirá siendo redundante hasta que el evento se perpetúe en el tiempo.

Lo cual nos recuerda…

Así mandan callar a Karmele en el Québec.

El E3 2020 ha sido cancelado y el veterano Geoff Keighley se ha convertido en una deidad de los foros de videojuegos (inexistentes en nuestro país) por actuar como profeta de las World Premières. Su influencia entre las élites es innegable a estas alturas a pesar de lo putrefacto de su espectáculo en 2019 (rompiendo la tendencia en alza de los premios), de modo que ha buscado formas de expandir su negocio a otros ámbitos. Fue especialmente llamativo el pasado año como la marca Game Awards se hizo con la primicia del anuncio de ‘Half-Life: Alyx’, el sempiterno regreso que muchos andaban esperando (para no poder jugarlo por ser VR), siendo el único contenido publicado en su canal de YouTube no relacionado con sus espectáculos. Muchos habrán caído también en la inauguración del Opening Night Live que produció Keighley para la Gamescom 2019, que ya ha anunciado que volverá en 2020 siempre que el virus lo permita. Los alemanes, encantados con su nuevo juguete: sin premios de por medio, el equipo de Geoff emitió un show enfocado únicamente a mostrar anuncios de terceros y dedicar el 50% del tiempo a Kojima, por eso de los amores correspondidos. El público asistente respondió con un sonoro bostezo al notarse el poco conocimiento que tenía Keighley de los jugadores europeos, pero en el fondo, el resultado fue igualmente aclamado al proporcionar a la muchedumbre otra venue con la que encender sus pomposas imaginaciones o delirios. La masificación del autodenominado “creador de los Game Awards” es evidente a ojos de todos sin que nadie se cuestione nada al respecto, y más pronto que tarde habrá un rebranding de su Ola Balola (risas) a Keighley S.A. (más risas) de tal grabada a fuego que lleva su imagen. Si hacen clic al enlace que acompaña esa marca tan desconcertante, verán la estimada facturación de Keighley & co. (que bebe mucho del voluntariado altruista a lo Samaranch, #MarcaEspaña) o que sus headquarters están situados en el West Olympic Boulevard de Los Ángeles, una de las principales arterias de la ciudad conectando con Santa Monica. Todo compatible con producir los grandes espectáculos del momento al servicio de la industria del videojuego.

Rindiendo pleitesía al ‘dark prince of nerd media’.

La desaparición del E3 implica un vacío de poder, pero también la necesidad de encontrar un reemplazo capaz de divulgar anuncios a gran escala en la supuesta “Navidad de los gamers”, como algunos se atreven a llamar y otros califican de mercadotecnia. Ustedes pueden creer lo que quieran, pero no me extrañaría que Keighley acudiese a la llamada para montar el tinglado más importante de su trayectoria profesional, no en vano, el autodefinido periodista también se ha encargado de dilapidar la imagen del E3 anunciando que no acudiría al evento en 2020. Como si su ulterior presencia valiese algo más allá de los horribles E3 Coliseum que producía. De ser así, estaríamos ante un monopolio de la información encapsulado en la figura de Keighley — encantado de conocerse — por lo menos en lo que a presentaciones físicas se refiere. Pero tarde o temprano caerá en desgracia, porque todo en esta vida puede ser dispensable a ojos del poder y muchos aprovecharán tiempos revueltos para emular las bondades de un buen Nintendo Direct. Pero sin Nintendo y sin aliciente que llevarse a la boca…

Como espectadores, el auge de Keighley y la propaganda multidisciplinar debería activar nuestro sentido arácnido, causarnos espasmos o clamar por la virginidad del medio… pero tampoco habría que preocuparse mucho del tema. Está fuera de nuestra esfera de influencia, y ante todo, el cacareado advertising no deja de ser una atractiva vía de información de los grandes anuncios del videojuego contemporáneo. A muchos les enamora descubrirlos en vivo, buscar la reacción de los asistentes, confirmar lo que eran secretos a voces o señalar aquellas desafortunadas ausencias como quien se ha escaqueado de clase. No somos nadie para cuestionarlos, allá ellos, porque cada uno entiende la farándula como la desea y actúa en consecuencia. En ese sentido, la jerga habitual de Keighley en sus espectáculos habla de “buscar aquello que nos une”, “celebrar el videojuego” y disfrutar de la ocasión fuera de guerras fanáticas, del mismo modo que las compañías trataban de llevarse dabuten y fingir cercanía en el E3. La historia es cíclica, juzguen ustedes.

🎵Hoy voy a ir al grano 🎵Te voy a meter mano 🎵