Porque no todo va a ser estar tirado en el sofá
Habrá a quien le suene extraño, ajeno, poco menos que incomprensible, y habrá quien ya lo haya incorporado como parte de su rutina diaria, pero lo cierto es que, basándome en los portales y canales que suelo visitar y en mi experiencia personal, en estos últimos años no han sido pocos los valientes que se han lanzado a currar de pie, en un intento por combatir el riesgo de diabetes y obesidad, los problemas coronarios, los dolores musculares, el aumento de estrés y todos esos problemas derivados del sedentarismo. Como enfermo de la productividad y adepto del avance tecnológico, un servidor, aprovechando la reforma que como bien sabéis estamos realizando en nuestra humilde oficina, necesitaba unirse a ese club; comprobar de primera mano las supuestas bondades de trabajar de pie. Y, por qué no, de jugar de pie. Si es que eso tiene algún tipo de sentido.
- Independientemente de la posición, la superficie de la mesa siempre debe de quedar a la altura de los codos, los cuales deben de formar un ángulo de 90º, pudiendo quedar los antebrazos en reposo al apoyarlos sobre la mesa.
- Por su parte, el monitor debe quedar a la altura de los ojos, sin que la posición o rotación fuerce nuestro cuello, y debe posicionarse a una distancia de entre 50 y 75 centímetros, que tampoco se fuerce la vista.
- Los excesos nunca son buenos, por lo que tampoco resulta recomendable estar todo el día de pie. Es una mejor idea, por contrapartida, cambiar de postura cada 30 o 40 minutos.
Gracias a los chicos de FlexiSpot —quienes buenamente quisieron cedernos una mesa elevable para la realización de este artículo—, en cuestión de unos cuantos días pudimos recibir un escritorio ED5, cuyo montaje realizamos en menos de 45 minutos gracias a sus directas instrucciones de ensamblaje y a la envidiable clasificación de sus piezas y tornillos, los cuales vienen en abundancia de cara a la posible pérdida o incorrecta manipulación de alguno de ellos. Con la mesa lista, era el momento de pasar a la acción, no sin antes descubrir el funcionamiento de su panel de control de última generación, máximo responsable del elevamiento de la mesa, el cual cuenta con hasta siete botones para ajustar la altura de la mesa manualmente, para grabar ciertas posiciones en la memoria del sistema y para acceder a dichas configuraciones, así como con una pequeña pantalla LED para consultar la altura actual del escritorio, que se apaga dinámicamente cuando la posición es fija en pro de optimizar el consumo de energía al máximo. Resta añadir que la mesa, que soporta un peso máximo de 100kg y que cuenta con unas alturas mínima y máxima de 62cm y 127cm respectivamente, es capaz de elevarse gracias a sus dos motores a una velocidad más que suficiente de 3.5cm/s, haciendo de la transición cotidiana entre ambas posiciones un ejercicio muy dinámico y fluido.
Entendiendo el funcionamiento de la máquina y el correcto modo de uso de la misma (véanse los consejillos que os he dejado en el margen derecho), los beneficios, siendo sinceros, no tardan en llegar, aunque a corto plazo unos se notan más que otros. El hecho simplemente de permanecer en una postura vertical impide a nuestro cuerpo adoptar muchas malas posturas que brotan de manera natural cuando estamos sentados (por mucho que intentemos evadirlas), y el forzar a nuestro organismo a cambiar de pose cada media hora provoca inevitablemente que estemos más activos y despiertos (pudiendo convertirse esta en una oportunidad de oro para dejar el café, si sois de aquellos que buscan reducir o eliminar su consumo). En apenas un par de semanas, ya sea por consecuencia de esta incorporación a mi rutina diaria o por puro placebo, he notado cómo mis molestias de espalda, cuello o piernas se han reducido notablemente, además de haberse incrementado mi predisposición a realizar tareas cotidianas como levantarme a por un disco duro o a por un café, lo cual me hace confiar en que acabaré notando de igual manera el resto de beneficios que, he de admitir, aún no he podido percibir, como un supuesto aumento de la productividad (algo avalado por un estudio realizado por expertos de la Universidad de Leicester, en el Reino Unido) o un gasto energético de hasta 9 kcal por hora (según una revisión de 46 estudios previos publicada en 2018 por científicos de Estados Unidos).
A todos estos puntos hemos de sumar la posibilidad de dotar de una cierta dinámica a nuestra rutina incorporando movimiento —ya sea mediante elípticas, bicicletas estáticas o cintas de correr/caminar, siempre que dichos aparatos se usen a unos ritmos lo suficientemente bajos como para no distraernos de nuestra actividad principal—. Y si bien desde un punto de vista productivo y saludable esta opción puede presumir de alzarse como óptima, es aquí donde quizás comienza a ser importante hablar de la compatibilidad de estas actividades con jugar a videojuegos, una actividad usualmente relegada al tiempo de descanso y, en el caso de las consolas, a ser realizada desde la cama o desde un sofá. No obstante, si algo nos han enseñado durante la última década sin que nos demos cuenta tecnologías como la realidad virtual es que no existe ninguna incompatibilidad entre estar de pie y disfrutar de una aventura (ni tan siquiera de una relajada, como Chroma Lab o Catch and Release), y es que no solo los juegos deportivos pueden jugarse de pie. En términos de movilidad, reflejos y reacción, estar de pie, centrado en el juego y cerca del monitor da cabida a una pequeña ventaja frente a la posibilidad de jugar desde un sillón, mientras que si hablamos de inmersión encontramos incluso un nicho de ciertos títulos que ganan enteros al ser disfrutados de esta manera, como los simuladores de pesca o los walking simulators. De la misma forma, os invito a disfrutar de Euro Truck Simulator 2 o de Tour de France 2022 mientras pedaleáis plácidamente en una bicicleta estática. No es como jugar a Gran Turismo con un cockpit (para algo similar, casi habría que apostar por una plataforma de movimiento omnidireccional como Omni One), pero es una experiencia que merece la pena vivir.
Sé que a más de uno puede sonaros esta situación un poco extraña; que no es para vosotros. Y, sinceramente, si sois de aquellos que apenas tienen tiempo para dedicar a la consola y que disfruta jugando a la Switch en la cama 30 minutillos antes de irse a dormir, quizás estéis en lo cierto; quizás esta opción no sea para vosotros. Pero si por el contrario realizáis jornadas maratonianas de juego los fines de semana o si sois de esos pocos afortunados capaces de jugar durante varias horas seguidas entre semana, os invito a valorar la opción, pese a lo durilla que puede resultar la barrera de entrada. Porque admito que no resulta sencillo ni orgánico intercambiar la comodidad del sofá por una posición vertical (o, si os va la marcha, por una cinta de andar o similar), pero los beneficios existen, son reales, están ahí, y a largo plazo pueden convertir nuestra mayor afición en una actividad también saludable no solo desde un punto de vista artístico, intelectual y creativo, sino también físico. Mens sana in corpore sano.
Con todo ello, me resulta extremadamente complejo poner punto y final a estas líneas sin recalcar la existencia de ciertos riesgos igual que reales que los citados beneficios, y que toman la forma de sobrecargas musculares en la zona lumbar, la cadera, las rodillas y los pies si se pasa mucho tiempo de pie de manera repentina, así como de lesiones de mayor importancia, como lumbalgias, dorsalgias y cervicalgias. Mi consejo ante todos estos posibles problemas, tal y como podréis deducir, es claro: tomáoslo con calma, aumentad los tiempos progresivamente, buscad ayuda profesional si veis que algo no va del todo bien y por encima de cualquier otra cosa escuchad a vuestro cuerpo. Porque solo él, si es atendido y escuchado, os ayudará a sacar el máximo provecho de las actividades que realizamos y disfrutamos día a día. Y esa, a buen seguro, es una oferta que pocos podréis rechazar.