La tranquilidad es lo que más se busca
El mundo del videojuego es amplio como él solo. Gracias a ellos podemos vivir experiencias únicas de una forma hace décadas impensable, pero siempre están esos juegos. Las viejas confiables, los sitios de confort. Hay momentos en los que uno necesita darle vueltas a cierto tema, recuperarse de un mal día u olvidarse de todo, puede que las tres a la vez. En ese momento, tener un videojuego al que aferrarnos puede ser lo que nos revitalice de nuevo y haga que volvamos a ser quienes somos. Para algunos es Animal Crossing, para otros es Stardew Valley o incluso obras menores (que no peores) como Unpacking, y para otros puede ser hasta Factorio; mis sitios especiales son Doom, Tetris y The Binding of Isaac.
De Doom se ha hablado mucho y no vengo a reinventar la rueda: es perfecto. Es la esencia del videojuego destilada hasta límites absurdos, con una armonía entre gameplay y ambientación como pocas. Cada disparo, cada enemigo, cada crujido, todo está ahí puesto de tal forma que la dopamina llegue por el camino más rápido. Es un juego en el que no sé mantener distancias y voy a saco, porque sé que solo va a quedar uno y ese voy a ser yo. No pienso, actúo de forma eficaz y eficiente hasta que no queda nadie en pie, o eso al menos es lo que me hace sentir. Los juegos están para eso, para las fantasías de poder, por muy cucas que sean, y qué mejor fantasía de poder que pegarle un escopetazo a un demonio entre ceja y ceja. Parecerá contradictorio que este juego me relaje, pero es terminar, soltar todo el aire que llevaba aguantando en los pulmones y encontrar la paz. No es que tenga pensamientos trascendentales durante el tiempo de juego, pero sí que me despeja la mente como si pulsase un botón de reset.
Tetris, aunque requiera el mismo grado de concentración, no es agresivo. Sabes que hay un final, como en la vida misma, así que es inútil preocuparse. Podemos aferrarnos todo lo que queramos, algunos incluso llegar más lejos que nadie, pero yo busco otra cosa. No soy ni bueno ni malo en el juego, estoy en un limbo extraño en el que, por no aprender las técnicas avanzadas, me conformo con ser el mejor de los mediocres. Esto unido a que llega un punto en el que la velocidad deja de subir forman un cóctel en el que puedo meditar las cosas más mundanas: cómo me va en la universidad, si debería aceptar ese plan, la familia… Es un hueco personal en el que estoy yo solo con mis movidas, pero sin alejarme de la realidad en ningún momento al estar colocando piezas. Por supuesto, llega el punto en el que empieza a doler el cuello por no moverme o en el que, simplemente, me canso de pensar, así que pierdo aposta y me voy a mis tareas.
Arrancar cabezas también puede ser sinónimo de desconectar
Mi relación con The Binding of Isaac es como la de un viejo amigo, uno que ves cada mil años pero con el que te ríes como el primer día. Se ajusta a mí de manera perfecta siempre que quiero algo: si quiero jugar de verdad, tengo mil y una cosas que desbloquear, y si necesito pensar algo importante, este es mi sitio de tomar decisiones. Le tendré alrededor de mil quinientas horas, pero no puedo saberlo porque me pasé años jugando a la versión pirata. En consecuencia, cuando me compré el juego la partida se corrompió y tuve que empezar de cero. Tengo todos los logros hasta llegar a Repentance, el cual se me está atragantando pero acabará cayendo. Lo que quiero decir es que me conozco mucho el juego. Sé moverme y disparar lo suficiente como para no tener que pensar a partir de cierto punto, pero sigo siendo lo suficientemente malo como para encontrar un reto agradable. Aquí es donde pienso las decisiones gordas.
Isaac no es un juego agradable, pero mecánicamente es perfecto, al igual que lo es Tetris. Puedo ignorar los bichos sangrantes que no paran de lanzarme zurullos porque internet me ha corrompido, pero que vaya habitación por habitación, problema a problema, uno tras otro, es un trabajo iterativo. Sin embargo, Tetris es para darle palizas a mis amigos y pensar en lo mundano. Aquí es donde pienso cómo solventar ese problema que me deja sin sueño, mis relaciones con el resto del mundo, donde macero y asimilo las peores noticias. También es donde sopeso cómo me encuentro de verdad, si estoy cansado de escribir o es que han sido meses muy agitados, si está bien aquello que estoy defendiendo a capa y espada o si me estoy equivocando aunque el resto me diga lo contrario. Quizá sea por la temática del juego, pero The Binding of Isaac, por el simple modo que tengo de jugarlo y lo mucho que me ha acompañado, hace que me plantee las cosas más jodidas, las que me hacen ser quien soy. ¿Es eso malo? En absoluto. Todo el mundo necesita tener momentos así.
En casa es donde se guardan tanto las mayores alegrías como los peores disgustos, y veo hasta imprescindible que haya sitios así. En mi caso coincide que todo son videojuegos, pero hay a quien un libro es lo único que consigue anularle el sistema nervioso. Reflexionar, desconectar y decidir son verbos que nos acompañan en puntos clave de nuestras vidas, y otra persona puede ayudarte a ellas, pero solo tú sabes cómo te encuentras en realidad. Es necesario el consejo, sí, pero eres tú el que toma las decisiones. Asimismo, encerrarse en uno mismo y dar demasiadas vueltas a las cosas solo hará que veas donde no hay y sufras donde no duele. Al final es cuestión de balance, y por eso solo tú sabes lo que te gusta y lo que te calma.
Seguro que ya tienes algún juego que te sirva de confort, pero si necesitas alguno para reflexionar te recomiendo alguna experiencia pequeña como Townscaper o The Ramp, que son más juguetes interactivos que otra cosa. Si eres como yo y lo que necesitas es hacer algo repetitivamente, los juegos infinitos como roguelikes o sin objetivos más que los que te propongas como Animal Crossing son un buen punto de partida. Si solo quieres ser el más guay y el más guapo, los juegos de destruir masillas como los shooter o los musou ayudan para tener un momento catártico del que salir dispuesto a todo. Incluso los tycoon pueden tener su punto, al igual que sacar fotos a todo lo que encuentres en Breath of the Wild puede servir para calmar el alma inquieta. Todo aquello que te haga sentir bien y te alivie por fuera y por dentro es bienvenido.