Drips, grinds y power lines
Jet Set Radio es, probablemente, el mayor referente a la hora de hablar de videojuegos de culto. No es casualidad, pues se trata de un producto extremadamente interesante, que derrocha carisma tanto por su vertiente jugable y gráfica como por aquella respectiva a la narrativa, la cual nos lleva de la mano hasta una ficticia Tokyo-to habitada por bandas de graffiteros y por un cuerpo de policía liderado por el capitán Onishima. DJ Professor K nos narra, a lo largo de toda la propuesta, la historia del propio juego desde su antena de radio. No obstante, la pregunta es la siguiente: ¿cuánto está dispuesto a contarnos Jet Set Radio?
Es innegable su inspiración en el movimiento de la costa este de Estados Unidos en los años 80. Tanto lo bueno como lo malo. Jet Set Radio abstrae, versiona y edulcora lo que supuso aquella década en California: desde el Hip Hop que bebía del Funk y el Techno, el graffiti y el iniciado moviento del patinaje urbano hasta la represión policial o las bandas. Una era de luces y sombras. Sin embargo, Sega rechaza la crítica y abraza una actitud desenfadada, más arcade. Y esto lo notamos desde la primera pantalla, cuando nos advierte de no hacer graffiti y se desvincula por completo de cualquier acto vandálico que pueda propiciar este juego. Jet Set Radio no quiere problemas en su fiesta.
Arcade es una etiqueta que cualquiera se ve obligado a poner a este juego, porque tiene todos elementos que definen a este género: combos, un contador de puntos, un cronómetro, marcadores… ni tan siquiera hay un segundo contemplativo en Jet Set Radio. Cada nivel es un mapa distinto. En él se reparten una serie de paredes que tenemos que visitar para dejar nuestra huella: una pieza de graffiti – tapando de camino la de la banda rival -. Tendremos que llenar todas las paredes señaladas de pintadas para poder terminar el nivel. Aparte del factor tiempo, Jet Set Radio contará con la policía que nos perseguirá sin descanso.
Es inteligente ponerte enemigos en tu busca y una cuenta atrás porque así añade la tensión que el juego necesita y te obliga a desplazarte por la ciudad a base de piruetas y trucos para ahorrar tiempo y recortar distancias. Lo malo de esto es que realizar dichos movimientos requiere una precisión que el juego no siempre te presta. Más que de habilidad, a veces se trata de que la suerte juegue a nuestro favor. No siempre realizaremos ese “grind” a la primera ni ese salto nos hará llegar a donde teníamos previsto.
El control es tosco y no está bien adaptada la versión para PC. Los controles pueden cambiarse en teclado, pero no en el mando que tengamos conectado, lo cual no nos vendrá muy bien ya que el mismo botón que utilizamos para trazar un graffiti es el que sirve para centrar la cámara… os podéis imaginar las siuaciones frustrantes que se generan. Aún así, el diseño de niveles es bueno. No tendremos un mapa para guiarnos y eso no será una razón para perdernos. Además, en cualquier sitio hay siempre un obstáculo que sortear con estilo, una pared que pintar o un coleccionable que recoger. El desplazamiento es libre y suele haber más de una manera de sortear un peligro.
Un bote de spray es sin duda la herramienta pictórica con la que más se fluye, ya que no necesita recargarse de pintura como un pincel. Un lapiz tampoco necesita volver a llenar de pintura, cierto, pero no ocupa tanta superficie en tan poco tiempo como un aersol. Si le añadimos que en ocasiones es ilegal, este nos obliga a realizar todos los trazos perfectos sin levantar el dedo de la boquilla y en tiempo record.
Esta sensación trata de transmitir al jugador y lo consigue a través de sus mecánicas. Cuando vamos a pintar, se nos suceden una serie de quicktime events que nos indican a una velocidad considerable que movimientos tenemos que ejecutar con los joysticks. De equivocarnos, la pieza se quedará a medias y tendremos que volver a ella para terminarla.
Cuando finalizamos el nivel, volvemos a nuestra guarida donde podemos seleccionar el próximo nivel que queremos jugar y que personaje utilizaremos. Cada uno tiene tres atributos repartidos en diferentes cantidades: potencia, técnica y graffiti. En esencia, nosotros elegimos si desmarcarnos más en el movimiento con los patines o la realización de las piezas de graffiti.
Cartoon y molón
El cel-shading sería muy aclamado y con razón: el único juego que logró esta técnica antes fue Worms 2 en sus secuencias de video, pero tendríamos que esperar a SEGA para verlo en tiempo real. Realmente es una estética que luce bien. A grosso modo, consiste en hacer que los graficos generados a ordenador parezcan como si hubiesen sido pintados a mano. El resultado es un apartado artístico visual que poco dista de un anime o producción cartoon.
Dato autobiográfico: soy grafitero –interviniendo actualmente desde la legalidad- y he de decir que es el primer título en el que estoy conforme con la representación que hacen de este arte. Variado y fiel, encuentro tanto bubble como wild style, tags, iconos… piezas que parecen sacadas de pioneros como Chain3, Seen o Phase 2 o de escritores de graffiti algo más actuales, pues también hay algo de realismo y piezas 3D. En conjunto… todos los elementos más característicos de los throw ups y piezas de graffiti – los brillos, las flechas, los fondos de nube, los degradados y los drips y power lines hablando en jerga graffitera – aparecen aquí.
Cuando la banda sonora la escucharías después de apagar el juego significa que realmente es buena. Jet Set Radio mezclará electrónica con rap y algo de punk, introducido por el carismático narrador y DJ del juego y creado en su mayoría por Hideki Naganuma.
Juego en reserva
Jet Set Radio es un juego no solo bueno para su época, sino para ahora y lo seguirá siendo. Envejece, sí, pero como el buen vino. La única pega es que su control debería de pulirse, pues es lo único que nos puede resultar incómodo hoy en día. Es un título arcade sin pretensiones y divertidisimo que recomiendo rescatar completamente. La historia no corresponderá al resto de apartados de esta obra, para contarnos algo más serio la escena del graffiti y la vida urbana tendremos Marc Ecko’s Getting Up como un posible sustituto.