De vuelta a la raíz del survival horror
El survival horror más clásico está experimentado una suerte de repoblación, está creciendo en un entorno protegido que se adecúa a sus necesidades particulares: el sector indie. Sin embargo, no nos engañemos, el survival horror como lo conocimos a finales de los años noventa se enfrentó a una extinción progresiva a partir de 2005 aproximadamente, y aunque el sector indie le brinde la oportunidad de repuntar, sigue siendo una especie en peligro de extinción. Una especie escasa si la comparamos con el volumen actual de la industria. Es por esta razón que, para los amantes del género, los que nos adentramos en los videojuegos con títulos como Resident Evil, Dino Crisis o Parasite Eve, entre muchos otros, es motivo de celebración y alegría cuando llega un nuevo título que se ciña a esas raíces. Cuando llega un nuevo título que nos permite revivir esas sensaciones tan características de un género. Y este es el motivo por el que vale la pena hablar de Injection π23: No Name, No Number. Este título de desarrollo independiente y sello español, obra de Abramelim Games, nos lleva de vuelta la transición entre los 90 y los 2000 en lo que a videojuegos se refiere. Y lo más importante: sabe captar la atmósfera y la personalidad de los títulos de la época.
Esto es lo más importante sobre el título, y es que, a pesar de sus flaquezas (la mayoría de ellas fruto de la limitación técnica), nos ofrece un acercamiento fidedigno a las raíces del género. Para ello, como no podía ser de otra forma, se apoya en los que probablemente sean los pilares más reconocidos del género: Silent Hill y Resident Evil. Del primero toma el mundo y la trama retorcidos, así como la presencia de un componente de terror psicológico y sobrenatural. Del segundo obtiene el terror más visceral y ‘cárnico’. El resultado es una aventura de objetivos inciertos, especialmente durante los primeros pasos, donde nada es lo que parece, y donde la mente del protagonista parece jugar un papel clave. Una aventura donde el mundo que nos rodea se ha deformado y perturbado hasta extremos surrealistas, y dónde la gestión de recursos es clave para avanzar y tener éxito. También contribuye al funcionamiento de esta sensación de ‘vuelta al clásico’ la posibilidad de alternar entre distintos modos de cámara, ya que el juego nos permite utilizar cámara en tercera persona, en primera o cámaras fijas, al más puro estilo de los clásicos del género. La alternancia entre los distintos modos puede resultar muy conveniente durante la exploración, utilizando las cámaras fijas o en tercera persona para la exploración de exteriores, y la primera persona para no perdernos un solo detalle, y para movernos con más comodidad en escenarios interiores.
Además de estos elementos, está claro que si se pretende lograr un survival horror con mayúsculas se debe reservar un espacio importante para la resolución de acertijos que influyan en el progreso y en la obtención de objetos. Los puzles en Injection π23: No Name, No Number condicionan el avance durante prácticamente toda la aventura, puzles con un grado de complicación a tener en cuenta, y que pueden incluso llegar a resultar frustrantes si no se está habituado al género. De cualquier manera, el título apunta a un nicho de público muy concreto, y si eres parte de ese nicho será difícil que no disfrutes con los quebraderos de cabeza que el juego tiene que ofrecer. Desde pruebas sencillas como averiguar una combinación numérica (todo un clásico), hasta interrumpir un ritual místico utilizando la luz de tu linterna como herramienta, y eso sin salir del primer capítulo, que no quiero revelaros más de la cuenta. El avance a través de este juego no será, ni mucho menos, simple y directo. Volveremos muchas veces sobre nuestros pasos, y revisaremos lugares una y otra vez, hasta dar con la clave que nos habíamos dejado atrás, y que nos permitirá avanzar, ya sea un objeto clave o una pista con la que resolver un acertijo.
Por otro lado, más allá de sus claras influencias, si por algo destaca o llama la atención Injection π23: No Name, No Number es por el uso de imaginería que hace, y por cómo logra conseguir esa atmósfera opresiva y tétrica inspirada en Silent Hill. Porque aunque la base de inspiración es clara, su estilo es capaz de diferenciarse y de marcar una personalidad propia. El juego hace uso de mucha iconografía cristiana fácilmente reconocible, con modelos sacados directamente del mundo real, como cuadros, estampas u objetos similares. Estos elementos se combinan con lo sobrenatural, con la atmósfera oscura y con los escenarios ‘feos’ y ‘sucios’, para lograr un efecto de incomodidad e inseguridad en el jugador. Los cuadros de Jesús o las estatuillas de crucifixiones son fácilmente reconocibles para casi cualquiera, y eso crea un sentimiento de ‘realismo’ o familiaridad, sin embargo, al emplazar estos objetos en casas y calles vacías, o en rincones oscuros, esa familiaridad se deforma en una inquietud extraña. A veces no hay que irse a viejas mansiones o manicomios abandonados, basta con ‘la vieja casa de los abuelos’, llena de objetos y mobiliario antiguo. Además, la oscuridad es una constante en el juego, lo que potencia esta atmósfera perturbadora. Aún así, no faltarán los pasajes más retorcidos y macabros: pintadas con sangre en las paredes de un salón, una sombra incierta que nos observa desde un balcón o un cadáver despellejado en una bañera. Una vez más, todo esto sin salir del primer capítulo.
También resulta interesante el modo que ha empleado el estudio para construir su historia, desligada del esquema narrativo lineal y contada de manera fragmentada e inconexa, dando espacio para la interpretación del jugador, que puede rellenar ciertas lagunas, o interpretar algunos dilemas o cuestiones desde su propia perspectiva. Además, como es habitual en el género, podremos desbloquear distintos finales en función de nuestras decisiones, normalmente de carácter moral. De esta forma se estimula el post game, y se incita al jugador a desbloquear contenido adicional, desde atuendos extra hasta contenido transmedia. En líneas generales, Injection π23 encuentra su mayor virtud en lograr esa atmósfera y en transmitir el ambiente turbador de sus escenarios. No solo a través de los elementos visuales descritos, sino también a través de la información que nos llega en forma de textos, y que nos cuenta el pasado reciente del pueblo en el que se desarrolla la historia. Sin embargo, en otros aspectos padece algunos puntos negativos que nublan el resultado final, especialmente en lo relevante al combate y los enemigos.
El nivel de amenaza y dificultad por parte de los enemigos se siente algo desproporcionado, ya que pueden causarte mucho daño en muy poco tiempo, y resultar bastante frustrantes. Además, el movimiento, tanto del personaje protagonista como de los enemigos, resulta demasiado torpe como para hacer que funcione la disposición de ciertos enemigos y escenarios. Mientras que la dificultad de puzles y acertijos se siente acertada y gratificante, los enemigos se suelen convertir más en una molestia frustrante que lastra el avance sin ofrecer ninguna satisfacción a cambio.
Una atmósfera excepcional
En conjunto, Injection π23: No Name, No Number se presenta como una buena propuesta para los amantes del survival horror más puro y de nicho. Con mecánicas duras y exigentes en algunos aspectos, y con una atmósfera opresiva muy lograda. Además, este título es el primero de una trilogía que seguirá expandiendo su propuesta, por lo que si te gusta su estilo tendrás material para rato. El punto flaco resulta ser el combate y la presencia de enemigos, que denota la necesidad de alguna mejora o cambio en el enfoque.
Este análisis ha sido realizado por una copia para PlayStation 4 facilitada por Abramelim Games.