Carreras de riesgo
A lo largo de mi vida me he topado con un sinfín de diferentes títulos y sagas; todos ellos, de una forma u otra, en mayor o menor medida, han calado en mí, aportándome cosas tanto positivas como negativas. A veces me quedaba con ganas de más, seguía con la saga o simplemente dejaba de jugar antes de terminar el título, y es que porque una producción no termine de enganchar al jugador no tiene porqué ser connaturalmente mala o desastrosa. Hay diferentes géneros y subgéneros, menos que colores, pero los suficientes como para que cada persona pueda encontrar reflejados en ellos sus gustos personales, tal y como ocurre en otras nobles artes como el cine o la literatura.
En mi caso, de pequeño no me atraían para nada los títulos de deportes o carreras. Yo era más bien de disparos en primera persona, de rol o de algún que otro jueguecillo de estrategia en tiempo real como Empire Earth II o Total War: Rome. Con los años, mi visión y mis gustos cambiaron, mi mente se abrió, lo que me llevó a probar otros géneros, entre los cuales se encontraba el racer. Empecé con clásicos como Need for Speed: Underground 2 o Colin McRae Rally 2, e incluso caté las carreras con motos de nieve en Snowmobile Racing. Nunca fui de simuladores como Assetto Corsa o Project Cars, pero nada me gustaba más que un buen arcade… aunque jamás diré que no a una buena simulación si esta viene ofrecida con un buen volante, claro está.
Por esta misma razón, creo saber reconocer cuándo un título entretiene, y cuándo no lo hace. Partiendo de dicha base, y advirtiéndonos de que la crítica que vais a leer a continuación está muy lejos de ser un ataque personal hacia nadie (simplemente escribo sobre lo que me parece bien o mal de un título para que los lectores puedan contrastarlo con su punto de vista, nada más; al final todo esto no deja de ser una opinión plenamente subjetiva), os invito a que me acompañéis en pro de descubrir conmigo qué se trae entre los pedales y el volante este videojuego de carreras arcade de manos de Level 91 Entertainment.
‘Cool vibrations’
Comencemos por lo obvio, lo fácil y lo que siempre gusta decir. Inertial Drift, la obra de conducción frenética que hoy tenemos entre manos, luce genial. Goza de una estética capaz de atraer a todo tipo de públicos, y es que con sus colores neón al más puro estilo Miami Vice y sus vibraciones positivas, cautiva a cualquier usuario, incluso si sus preferencias están enfocadas en otro género. Los modelos de los vehículos, los elementos del mapa y otros artes gráficos empleados en el título son geniales, pues destilan personalidad, y sus interfaces encajan perfectamente con el resto del juego, haciendo que el jugador realmente se sienta cómodo desde que entra en la aplicación hasta que sale de ella.
El videojuego definitivamente cumple, en ese sentido, con todos los requisitos que se le pueden imponer a un lanzamiento profesional de discreto presupuesto, tal y como ocurre a nivel de contenido, pues la obra presenta varios modos de juego que realmente le dan un toque de completismo y empaque al título. Sin embargo, pocos de estos puntos positivos o ventajas que ofrece Inertial Drift son capaces de salvar la experiencia, especialmente cuando esta pretende ser jugada durante largas sesiones de juego. Que no cunda el pánico: todo esto lo iré explicando a lo largo de los siguiente párrafos.
Tan lleno y, a la vez, tan vacío
Inertial Drift ofrece un modo historia con un argumento que, en resumidísimas cuentas, peca de básico. Personalmente creo que se han inspirado un poco en algunas características del famoso manganime Initial D, y esto no sería algo negativo… de no ser porque no han sabido sacar todo el potencial que yace bajo la marca. Conversaciones aburridas sin mucho sentido, sin alguna felicidad o intención de transmitir, que se suceden innumerablemente hasta dar paso a una carrera nueva. Algo que debería destacar de ese tipo de juegos por sus limitaciones de jugabilidad es el hilo argumental, y en este caso, desgraciadamente, es relativamente nulo. No obstante, soy consciente que una producción arcade tampoco debería enfatizar demasiado en su historia, aunque no deja de ser una pena que no se haya podido ofrecer algo más al margen de las carreras por los diferentes circuitos.
Las primeras tres o quizás cuatro partidas son muy divertidas. Ese “sistema” que han empleado en el juego, donde las carreras se basan sobre todo en el manejo del vehículo con los analógicos del mando, es una característica atractiva. Desgraciadamente, esta es una mecánica que después de unas tres o cuatro partidas más se hace bastante difícil de seguir por algunos motivos.
La principal desventaja de esta producción, desde mi perspectiva, es la monotonía musical. La banda sonora del juego es aburrida, no tanto por calidad, sino por la escasísima variación entre sus pistas, hasta el punto de que facilita quedarse dormido al volante (desde luego, mejor no sacarla del videojuego). Por supuesto, esto es algo que se puede arreglar bajando el volumen de la música del juego y poniéndonos algunas pistas que sean de nuestro agrado, pero no deja de sentirse como otra oportunidad perdida.
Por otra parte, existe el problema de la escasa rejugabilidad. Es de agradecer que haya un modo Arcade, Grand Prix, Pantalla Dividida o inclusive la posibilidad de competir contra otros jugadores en el modo Online. No obstante, todos esos modos se sienten prácticamente iguales, solo que en algunos se intenta ganar por puntos y en otros se gana al acabar primero en la meta. Es algo que se nota si pretendemos que nuestras sesiones de juego sean largas, a pesar de que podamos desbloquear un total de dieciséis coches, cada cual con diferentes características y usos.
El culpable de todas estas quejas es, desde luego, la jugabilidad, que fue notablemente decepcionante para un servidor. Cuando estamos persiguiendo a otro corredor o a un fantasma, casi parece que todo sea una película… pero por lo perfectos que van los vehículos conducidos por la inteligencia artificial. En algunas carreras me dio la sensación que por muy bien que fuese la CPU siempre conduciría mejor que yo. También comprendo que se trata de un título que refleja la experiencia arcade, y lo hace, incluso diría que a tales niveles que duele. Literalmente no existen ningún peligro en la carretera del que preocuparse. Si chocamos contra los quitamiedos u otros objetos que delimiten la carretera, rebotaremos (cosa que remarca el juego como una característica innovadora) perdiendo algunos segundos y cogiendo algo de desventaja.
Por último, como punto adicional, cabe remarcar que el título no transmite correctamente el sentido de responsabilidad que supone correr a una gran velocidad. Ya que llevamos un coche, qué menos que preocuparnos por lo que pueda ocurrir con este, aunque sea en forma de choques, deslices, etcétera. No digo que el juego actualmente trate la conducción temeraria como una acción donde se oprimen dos botones y ya está, pero sí estoy seguro de que el estudio desarrollador podría haber incluido más características que propulsasen la diversión a diferente nivel.
Tan arcade que duele
Inertial Drift no ofrece complejidad alguna. Es un título bonito, directo y divertido, pero que no es capaz de satisfacer a algunos jugadores o jugadoras exigentes (entre los que se encuentra un servidor). Estoy segurísimo de que a muchísima gente el juego le ha brindado horas y horas de entretenimiento (diría que es adecuado para sesiones rápidas de aproximadamente 30 minutos), y no descarto intentar darle una segunda oportunidad en el futuro; se lo merece, más cuando es un título que brilla tanto por la idea y por su estética. Sin embargo, por ahora, la pequeña decepción está dentro de mí, y creo que tardará un poco en esfumarse.
Este análisis ha sido realizado con una copia para Steam cedida por Meridiem Games.