En tus defectos están tus virtudes
Hay algo de Ico en Kena: Bridge of Spirits. Cuando hace un mes tuve la oportunidad de disfrutar del título de Ember Lab, una corriente nostálgica recorrió mi mente durante los primeros minutos. Mientras los capítulos y misiones se sucedían, esa sensación de “esto ya lo he visto antes” solo iba a más. Al final del viaje, que hoy no destriparé, mi única certeza era que, aunque Kena es una obra con muchos aspectos que mejorar, el espejo de Ico le sienta fenomenal.
Kena: Bridge of Spirits es un juego con casi tantos fallos como aciertos. Hay que ser realistas, el debut del estudio en esta industria, del que presumen (comprensiblemente) en su página web, es un título lleno de virtudes que no se esfuerza en esconder sus costuras. Esta aventura de espíritus, superación y segundas oportunidades es un pasillo precioso, un escenario semi-abierto con poco espacio para la exploración. Y lo es porque Ember Lab, consciente de sus capacidades, no busca marcar un hito ni protagonizar una de esas historias que Disney o Warner convierten en película. Kena: Bridge of Spirits es un juego consecuente con sus limitaciones, tal y como lo fue Ico hace ya dos décadas.
Con la llegada de PlayStation 2 al mercado, un pequeño grupo de artistas sin experiencia en los videojuegos quiso probar suerte. Veinte años después, aún hoy recordamos con cariño su primera aventura. Ico es una idea, una declaración de intenciones que excede el concepto de “juego interactivo”. Siempre que sale a la palestra el debate cíclico sobre videojuegos y arte, este producto es uno de los nombres que salen a defender que sí lo son. Su delicadeza, su tacto con los personajes y sus opciones jugables son elementos que ya forman parte de la historia del medio aunque es uno de los títulos más repetitivos del catálogo de la consola.
Como sucede con Kena: Bridge of Spirits, la propuesta jugable que encuentras en las primeras horas es lo que verás en las últimas. Más allá de las típicas mecánicas que desbloqueamos al final de la aventura, ambas obras coinciden en apostar por una premisa de cocción lenta que juega sus cartas a través de la historia. Ni inventan la rueda ni, como ya mencioné antes, intentan hacer ver que esa es su intención. De hecho, su consciencia para con el medio al que pertenecen es tal que el gameplay, sencillo y eficaz, funciona como vehículo de la historia.
Lo importante en estos títulos es aquello que nos están contando. Como estudios ajenos al medio, su idea de aportar algo a este pasa por “cumplir en lo práctico y gustarnos en lo narrativo”. Con el valor seguro del plataformeo y los puzles, un género que funciona desde hace décadas, lo vital era ofrecer una historia que calase al jugador. En Ico apuestan por el joven valiente, la princesa en apuros y la reina malvada. En Kena, por su parte, abogan por los fantasmas, el arrepentimiento y la redención. Y ambos, contando historias que hemos oído mil veces, consiguen maravillarnos con propuestas típicas que esconden un yo qué sé que qué sé yo. Como dije al principio, hay algo de Ico en Kena: Bridge of Spirits.
El niño interior
Repasando los párrafos anteriores para encontrar algún fallo (imposible, todo sea dicho) da la impresión que, aunque me gustan, considero que estos juegos son de esos “reguleros”. Nada más lejos de la realidad. Como fiel defensor de entender una obra en su contexto, es necesario entender de donde vienen ambos títulos. Ico, uno de los primeros juegos de PlayStation 2, nace de un grupo de personas ajenas al medio. Kena, reciente indie del año en The Game Awards, es el salto al vacío de un estudio cuyo único contacto con la industria era un corto fan de Majora’s Mask.
Ambos juegos, que nacen del riesgo y las ganas de aportar algo nuevo, tienen ese toque que muchos productos buscan. Cuando llevas tanto tiempo siguiendo la industria y te metes de lleno en la actualidad y crítica de la misma, son pocos los títulos capaces de emocionarte. El copia-pega de franquicias, licencias y entregas es una constante que, por desgracia para el usuario, nos hace vivir en un día de la marmota constante. Por eso, momentos como el debut de Kena son un soplo de aire fresco en un sector tan mágico como caduco que, a veces, se empeña en recordarnos al niño que empezó disfrutando este hobby.
Para mí, para una persona que respira videojuegos (resumiendo mucho tantos años de compañía), Ico y Kena me dan esperanza. Al final del día, cuando me tumbo en la cama y desconecto de la realidad con un mando en las manos, propuestas así me recuerdan que ese niño que empezó con la Super Nintendo aún no se ha ido. Cuando juego a Ico siento ese cosquilleo en la espalda. Cuando recorro esos castillos llenos de esperanza perdida siento que, por suerte, aún me ilusiono con esto. Con Kena, con ese juego tan repetitivo lleno de influencias de generaciones pasadas, siento exactamente lo mismo. Y eso no tiene precio.
Vísteme despacio, que tengo prisa
Hay personas que consideran que tus defectos dicen más de ti que tus virtudes. Ico y Kena no se esfuerzan en esconder los primeros o presumir los segundos. Son, a todas luces, debutantes con mucho que aprender y un potencial enorme que pulir. Y equipos como el Team ICO, Ember Lab y todos aquellos que buscan impregnar su sello consiguen, por suerte, hacer de esta una industria mejor. Cuando lo genérico y lo rentable se convierte en norma, propuestas como estas son las que ilusionan a la comunidad. Y hay otros muchos, cientos y miles de ejemplos, pero yo no sentía “lo de Kena” desde la primera vez “de lo de Ico“.
Ya sea por su jugabilidad, su ambición o su historia, hay muchos paralelismos entre el título de 2001 y el de 2021. Entre medias, dos décadas de evolución de una industria en pleno auge que no para de expandirse. Es posible que Kena no esté a la altura de la revolución de Ico, capaz de cambiar la vida de personas como Hidetaka Miyazaki. Sin embargo, Ember Lab ha conseguido, además de numerosos galardones, la consideración de una industria encantada con su trabajo. Y, sea más importante o no, una confianza ciega en el potencial del estudio. Tras Ico tuvimos Shadow of the Colossus. Tras Kena: Bridge of Spirits, de momento, tenemos silencio. Y ya sabéis: quién come callado, repite.