De cuando Los Beatles se inspiraron en Fellini

El concepto de televisión (entendiéndose desde un punto de vista morfológico, como “visión a distancia”) lleva acompañándonos prácticamente desde que a Galileo Galilei se le ocurrió atisbar mínimamente los confines del espacio a través de su telescopio. Sin embargo, no sería hasta finales del siglo XX cuando dicho concepto se tangibilizaría y extendería como el sistema de transmisión de imagen y sonido del que tenemos noción a día de hoy. En 1953 se crearía Eurovisión, que asociaría a muchos países de Europa conectando sus sistemas de TV mediante enlaces de microondas, y tan solo unos años más tarde comenzarían a realizarse enlaces con satélites geoestacionarios cubriendo todo el mundo.

La influencia que esta nueva plataforma tecnológica ha tenido en diversas facetas de nuestra vida resulta poco menos que obvia. En lo relativo al plano artístico y en concreto al cinematográfico, que es en el que se enmarca esta colección de artículos, encontramos grandes influencias, comenzando con la serie de televisión estadounidense Alfred Hitchcock presenta (Alfred Hitchcock, 1955), que llevó dramas, thrillers y misterios de la gran pantalla al salón de nuestra casa, eso sí, usualmente introducidos por un tono cómico, y acompañados por las cínicas moralejas y por los retorcidos consejos del cineasta. El programa, que generó toda una nueva relación sinérgica con el espectador, no solo supuso la aparición del director manierista en un nuevo medio, sino un acto pionero: Hitchcock fue la primera persona que puso su marca, que dejó su sello, en el universo televisivo, y con una obra que estaba muy lejos de estar completamente producida por él, pues delegó en otros directores la producción de determinados capítulos de la serie.

Rossellini se uniría poco más tarde al maestro del suspense en su idea de adaptarse a los nuevos medios, dada la capacidad de estos por educar de una manera más accesible. Lanzaría, casi como una respuesta a dicha situación, una biografía de Descartes, bajo el nombre de Cartesius (Roberto Rossellini, 1974), que haría gala de un idioma audiovisual muy peculiar, que bien podría haberse definido como “teatro grabado”, y que desde luego se diferenciaba de sus producciones cinematográficas. Aunque el rendimiento en términos televisivos de tal producto fuese, cuanto menos, cuestionable, serviría para abrir las puertas a posteriores experimentos de resultado mucho más satisfactorio, como los dirigidos por Chicho Ibáñez Serrador o Valerio Lazarov, pudiendo este último ser considerado, a buen seguro, el creador televisivo más influyente de la historia clásica de la televisión en España. Antes considerado cutre, su estilo se ha revalorizado durante los últimos años.

A estos creadores (y a muchos más) que dejarían patente un cierto interés por el medio televisivo se les sumarían pocos lustros después otros tantos que harían lo propio con el lenguaje del videoclip. Antes de que Freddy Mercury, The Buggles, David Bowie o George Michael explotasen el videoclip con sus extravagantes y repletos de significado Bohemian Rhapsody (Bruce Gowers, 1975) o Video Killed the Radio Star (Russell Mulcahy, 1981), relevantes figuras como Richard Lester, padre de la cámara oculta con permiso de Manuel Summers (¡To er mundo e güeno!), pondrían la primera piedra del camino con producciones como A Hard Day’s Night (Richard Lester, 1964), video musical de Los Beatles de cámara y foco descontrolados, que busca demostrar con una firmeza extrema la realidad de la vida de Los Beatles y que desprende reminiscencias a La dolce vita (Federico Fellini, 1960). En esta línea, no podríamos olvidarnos del trascendental vídeo arte Global Groove (Nam June Paik, 1973), o de la obra de Andy Warhol (Sleep, Blowjob, etcétera), que dejaba patente su obsesión con la fama y que se hallaba muy basada en la manipulación extrema de las imágenes, sirviendo tal recurso para jugar con la abstracción audiovisual.

Si bien este último párrafo se me antoja como una excusa muy tentadora para hablar de uno de mis campos de estudio personales (mi Trabajo de Fin de Grado, de hecho, osciló alrededor del concepto “el videojuego como videoclip”), relacionando algunos de los ejemplos expuestos con títulos como Sayonara Wild Hearts (Simogo, 2019), creo que los ejemplos videolúdicos que más han sentido el impacto de la televisión en el medio configuran el género de las aventuras gráficas modernas. Es el caso de Tales from the Borderlands (Telltale Games, 2014), pero también el de muchas otras propuestas firmadas por su desarrolladora, caracterizadas tanto por su naturaleza episódica como por su muy accesible jugabilidad. No contento con ello, Tales from the Borderlands, spin-off proveniente de una saga de shooters en primera persona, toma gags de la televisión y múltiples recursos del lenguaje cinematográfico, lo que hace que la entrega sea difícilmente concebible si se prescinde de tales pilares.


  • Serie ‘Historia del cine a través del videojuego’