El problema no son los gráficos
Hace algunos días, Microsoft realizó su esperado Xbox Games Showcase, anunciado hace algunos meses bajo la promesa de mostrar un primer vistazo a los títulos “first party” de la plataforma. Varios fueron los videojuegos que se dejaron ver en la conferencia digital, si bien, por otro lado, ha acabado coronándose como un evento que ha dejado fría a gran parte de la comunidad por su falta de ambición. Entre los títulos mostrados pudimos ver The Medium, el survival horror de Bloober Team; el esperado Fable, o el previsible Halo Infinite, plato fuerte de la presentación… y también obra que ha levantado mayor polémica.
La nueva entrega de la longeva saga se anunció hace ya dos años, en el E3 de 2018, como el esperado regreso de la franquicia tras un tibio Halo 5: Guardians. Desde entonces, los fans han estado ansiosos por tener un primer vistazo al videojuego en acción; algo para lo que han tenido que esperar un largo período de tiempo. Cuando el momento ha llegado… bueno, digamos que el sabor ha sido más bien agridulce. Si os paseáis de vez en cuando por las redes sociales, ya habréis notado un cierto revuelo generado a raíz de este primer vistazo al gameplay de Halo Infinite; se ha debido principalmente a su apartado gráfico, que ha resultado en la ira de miles de fans que esperaban una mayor mejora técnica para la nueva generación de Microsoft, aunque también a otros muchos atributos y mecánicas que, para sorpresa de muy pocos, han acabado traduciéndose en memes. Muchos, muchos memes.
Lo cierto es que, teóricamente, todo este asunto referente a los gráficos del título no debería ser más que lloros y protestas por parte de un pequeño sector de la comunidad. Sí, no cabe duda de que, en términos de iluminación, modelados o texturizado, no es de lo mejor que hemos visto este año (ni en los anteriores, si me apuráis); que algunos videojuegos publicados en el último lustro de la generación actual logran verse mejor con hardwares supuestamente inferiores en todos los sentidos. Pero, en retrospectiva, acaba siendo lógica y esperable una reacción así iba a producirse por parte de gran parte de la comunidad, casi como si fuese algo a lo que los propios encargados de Xbox han contribuido, y es que – por más que queramos olvidarlo o ignorarlo – Series X se ha vendido como ese gran salto generacional, esa “revolución absoluta”, que muchos, ansiosos de un número indecente de polígonos y de modelados fotorrealistas, solicitaban desde hace tiempo.
Phil Spencer, jefe de Xbox y una de las figuras más reconocidas de la industria, se ha pasado el último año presumiendo sobre la potencia de la Series X, y alardeando sobre la genialidad gráfica que supondrían los títulos para esta consola. Incluso el propio Twitter oficial de Xbox se encargó, el mes pasado, de recordar a sus seguidores que “todos los juegos presentados para PS5 se verán mejor en Series X“, algo que, por otra parte, no creo que tengamos que poner en duda. No es cuestión de resoluciones, sino de que, desde su presentación oficial en el E3, Series X ha sido tratada por parte de Microsoft como una suerte de segunda llegada de Jesucristo, con fuertes implicaciones en la jugabilidad (tal y como el nuevo Ratchet & Clank parece aprovechar ese jugoso SSD de PS5). Y sí, hay que vender consolas, y sabemos que el marketing no siempre es tan justo como debería, pero es innegable que las palabras que los altos cargos de la compañía han dedicado a la consola no se corresponden a la realidad mostrada en la última presentación.
Contrariamente al barullo de Internet, Halo Infinite no tiene unos gráficos de vergüenza. No obstante, ojalá ese fuera el problema de Halo Infinite.
Si hay algo que sí ha demostrado Halo Infinite es que, independientemente de su apartado visual, la saga está irremediablemente estancada. Tras una cantidad considerable de entregas y casi veinte años en el mercado, la franquicia se encuentra completamente zambullida en un molesto conformismo que le ha impedido avanzar… si es que alguna vez quiso hacerlo. Halo Infinite podrá no tener unos gráficos revolucionarios, pero su verdadero problema es que parece ser el mismo juego con distinto título. No hay nada en lo mostrado hasta ahora que no parezca evocable vía Halo 3, la gran estrella de la saga, y de cuyo camino deberían desviarse si la curiosidad creativa está entre los planes de Xbox – cosa que cada vez dudo más.
Las exclusividades son algo cada vez menos importante para una consola, pero, tras tres generaciones en el mercado, Xbox debería tratar de mirar más allá del pequeño puñado de títulos que han presentado al mercado una y otra vez. Y, ya de paso, no estaría nada mal someter a franquicias como Halo a revisión, porque puede que algunas necesiten un nuevo rumbo si quieren volver a entusiasmar a sus seguidores. Estoy seguro de que Halo Infinite acabará viéndose mejor de lo que se vio en el gameplay de hace algunos días; aunque no fuese así, una factura técnica impactante no construye un buen juego. Pero sí deberían ser lo último en la lista de problemas de una saga que, aún tantos años después, todavía tiene muchos que resolver.