La tranquilidad de ser capaces de fallar
Un hijo perdido intentando buscar respuestas que le den sentido a su vida. Un padre tan enfrascado en su trabajo que no sabe cómo tratar a su propia sangre. Una madre ausente, de una forma u otra, desde que llegó al mundo. Familiares que se meten en su conflicto sin saber verdaderamente lo que está pasando, y amigos que intentan apoyar desde la lejanía. Eso es Hades, lo nuevo de Supergiant Games, un videojuego que nos intenta hablar de cómo la familia puede desencadenar un verdadero infierno, aunque su hogar sea el propio Inframundo griego, más allá de superar zonas y conseguir completar una nueva run en el mejor tiempo posible. Porque sí, la aventura de Zagreus nos regala una jugabilidad y un diseño tanto artístico como jugable que muy pocas veces hemos visto dentro del género roguelike, aspectos que son, en gran medida, las razones por las que está teniendo un éxito apabullante desde que salió de su acceso anticipado hace ya unas semanas. Sin embargo, no es la única que lo hace especial. Lo consigue, sobretodo, porque nos muestra unos personajes -unas supuestas deidades de la mitología griega- humanos, con debilidades, dudas y conflictos internos sobre el propio concepto de la familia.
Ese vínculo que nos une con la gente de nuestra misma sangre puede llegar a ser complicado, muy complicado. Desde que nacemos estamos obligados a convivir con unas personas que, aún pudiendo no ser de nuestro agrado, darán forma al tipo de ser humano que seremos en un futuro. Personas que nos han dado la vida, que nos quieren a su forma, y que nos pueden llegar a decepcionar, al igual que nosotros podemos hacérselo a ellos. Porque al final del día no somos mas que eso, personas, que cometen errores aún sin quererlo, que traicionan, que decepcionan, que toman decisiones que seguramente no agraden al resto. Sin embargo y a pesar de todo ello, nuestro hogar siempre estará ahí para nosotros. Da igual su forma, da igual los problemas del pasado, da igual que en algún momento hayamos huido de él en busca de algo mejor, siempre nos abrazará dentro de su familiar calor para regalarnos una mínima tranquilidad y felicidad. Es nuestra casa al fin y al cabo, ese lugar al que podemos volver.
Hace unos días, de hecho, hablaba de cómo la progresión en Hades ha sido creada para que el jugador en todo momento sienta que está avanzando en el juego, a pesar de morir continuamente. Todo lo que consigues en una partida te lo llevas a la morada de Hades, el hogar de Zagreus, para mejorar al personaje y, además, hacer avanzar la trama principal y de sus personajes, conociendo poco a poco más sobre los dioses y héroes que te rodean a través de regalos y diálogos. Así, Supergiant intenta que morir no sea simplemente una pantalla de final del juego tras la que te espera volver a empezar desde el principio otra vez, sino el propio motor narrativo de la aventura. Volver a casa en Hades no es el fin, sino el principio, y todo gira en torno a este lugar.
Zagreus desea con todas sus fuerzas huir de ella, de un sitio que ha considerado su hogar durante toda su vida y que ahora le da la espalda al intentar encontrar a su madre biológica. Intenta huir del inframundo en una escapada desesperada por encontrar las respuestas que busca en la superficie. Sin embargo, una y otra y otra vez acaba volviendo al punto de partida, donde todo había comenzado y donde le esperan las mismas situaciones incómodas con su familia. Su padre, Hades, no es capaz de contarle la verdad, por miedo a lo que su hijo pueda pensar de sus decisiones del pasado, y apenas puede mantener un diálogo mínimamente largo con él que no acabe en una pelea entre los dos. En cambio, se sienta en su escritorio y se pierde entre las montañas de papeles intentando poner algo de orden a la infinidad de pobres desgraciados que llegan continuamente al inframundo tras perecer. Su situación con Zagreus es difícil, destinada a explotar en cualquier momento, y es en el trabajo donde busca cobijo con la esperanza de que esto no acabe ocurriendo.
Sin embargo, Zagreus sabe que es inevitable. Quizás la única forma de comunicarse con su padre sea desafiándolo, usando a sus propios hermanos y hermanas como escudo para abrirse paso entre los muchos muros que el Dios del Inframundo pone entre los dos, pero debe hacerlo. Y ese conflicto llega. Llega cada vez que luchamos contra él al final de una partida y cada vez que volvemos a casa y notamos ese tenso ambiente en el aire por el que ninguno de los dos es capaz de destrozar esos mismos muros. Una tensión que vemos en cada una de las conversaciones con el resto de habitantes del Inframundo, porque cuando hay un problema dentro de la familia éste no solo afecta a los que lo han iniciado, sino al resto de miembros que se ven inmersos en el fuego cruzado de ambos. Discusiones que se repiten hasta la eternidad, que traen el infierno de fuera dentro de la casa, en un bucle que nunca terminará si no encaran de verdad sus problemas. Quizás, por eso mismo, los intentos de huida de Zagreus siempre acaban en el mismo lugar, aunque haya conseguido llegar a la superficie. Está anclado al Inframundo, a volver a la casa de su padre a pesar de ser el último lugar en el que quiere estar. Anclado a solucionar sus problemas con él, porque el darles la espalda hará que acabe en el mismo punto donde empezó.
Los intentos de huida siguen sumándose en el contador cada vez que cargamos nuestra partida, y poco a poco vamos conociendo la verdad sobre su pasado, sobre su nacimiento. Poco a poco nos vamos dando cuenta de que, quizás, no todo es negro o blanco, sino gris. Porque sí, Hades es un ser frío, calculador, que apenas le muestra afección a su hijo. Pero eso no quiere decir que las decisiones que haya tomado no hayan sido pensando en su bienestar de Zagreus, en su futuro. A pesar de las peleas, de las mentiras, es su padre al fin y al cabo, y lo único que desea es lo mejor para él aunque no sea capaz de expresarlo.
Por ello mismo, creo que Hades ha sido capaz de desarrollar un drama familiar lleno de mitos, de deidades, de héroes griegos que se cuentan en las leyendas, y, a la vez, con algunos de los personajes mas humanos, llenos de imperfecciones y capas que he podido disfrutar en un videojuego durante los últimos años. Afrontar una nueva run o morir en un roguelike nunca había sido tan tranquilizador sabiendo que, hagamos lo que hagamos, lo que nos espera al otro lado nos resulta familiar y esperanzador. Un videojuego que nos enseñan que, al igual que ellos, las familias no son perfectas, que tienen sus problemas y que nuestra casa, nuestro hogar, es el sitio al que siempre podemos volver cuando fallamos en el mundo real. Nuestro punto de partida al que estamos anclados desde que nacemos.