Hoyo en uno
Una de las obras artísticas que más me gusta es Cuento de Navidad. La obra de Dickens fue revolucionaria por conseguir algo hasta entonces prácticamente imposible: que gente con poder se diese cuenta del daño que hacen. A pesar de que con el paso de los años se haya convertido en la historia de un señor que odia la Navidad, el mensaje de esta obra cae como una losa no haciendo una crítica directa, sino poniendo al criticado de protagonista. Scrooge marca desde el principio un paralelismo con aquellos de la clase alta, los que podían permitirse ir al teatro, y estos le van acompañando por varios escenarios que les hacen ver por qué son como son, el efecto que tienen sobre las vidas ajenas y el irremediable futuro que les espera. Señala con contundencia a esta gente desmenuzando lo que más les importa: su propia persona.
Vamos a jugar a un juego. Consultad la lista de los más ricos en la web de Forbes y mirad la evolución del patrimonio de estas personas a lo largo de los años, sacad vuestras conclusiones y luego seguid leyendo. Es tremendo que prácticamente todas despeguen en el mismo punto: al empezar 2021, justo después de la pandemia del Covid-19. Además, no es que se recuperasen de una economía prácticamente parada, es que ganan más de lo que habían ganado nunca. Mientras tanto, estamos a las puertas de una crisis económica que quiere pero no puede llegar, esperando al mejor momento para reventar la burbuja. Por otra parte, los efectos del cambio climático se llevan notando desde hace un par de años: disminución de la población de especies dependientes de la temperatura, así como la casi desaparición del otoño y la primavera, que tienen como consecuencia el descenso en la producción de alimentos (no, no es solo la guerra). Hemos pasado la primera de muchas pandemias que viviremos en nuestro tiempo, con un futuro más que incierto para las siguientes generaciones y que, desde luego, será de todo menos sencillo. Pero tranquilos, que Elon Musk nos va a llevar a Marte, como si de un episodio de Los Simpsons se tratase.
Golf Club: Wasteland nos enseña ese futuro, uno en el que la humanidad ha llegado a Marte. Miento: la humanidad se ha quedado en la Tierra y los ricos y algunos científicos se han ido a Marte. La catástrofe ecológica se ha cobrado millones de vidas tras años y años de avisos ignorados, y los millonarios han hecho lo suyo: preocuparse por sí mismos. Hay cierta corriente de pensamiento entre esos círculos que les hacen pensar que el ser humano va a desaparecer en los próximos años y que deben evitar la extinción (largoplacismo) sea como sea, y que las consecuencias a corto plazo así como los medios para ello importan menos. Aparte de tener implicaciones que chocan frontalmente con la libertad del individuo, se puede llegar a valorar dejar tirada a la raza humana para salvar a unos pocos que puedan perpetuar la especie. En Golf Club: Wasteland no somos millonarios, sino una persona normal y corriente que, por devenires del destino, acabó en Marte y regresa a la Tierra para jugar al golf. Es lo que hacen los ricos, ¿no?
Si he hablado de Cuento de Navidad es porque ese libro ponía un espejo delante de los más adinerados, pero un espejo en el que dejas de ver tu reflejo superficial a cambio de visualizar las consecuencias de sus actos. Aquí el espejo es distinto, porque es un juego modesto para Switch que probablemente Jeff Bezos no vaya a saber nunca que existe. En vez de reflejar al rico arrepentido, escoge a un hombre de a pie al que le han quitado absolutamente todo lo que le importaba. El título trata simplemente de jugar al golf por varias partes de Alphaville, una ciudad antes perteneciente a los grandes magnates y de donde salieron los cohetes que nos dejaron atrás. A su vez, estaremos escuchando Radio Nostalgia desde Marte, una emisora que pondrá canciones previas a la Gran Catástrofe y, más importante, relatos y reflexiones de los que consiguieron salir. Gracias a ello y a las intervenciones del locutor, podremos hacernos una idea de cómo es la vida en el planeta rojo, vida que ellos mismos han buscado. Mientras tanto, nosotros iremos desbloqueando pasajes del diario del astronauta, que nos irá contando como lleva eso de ser el único ser racional entre esos seres.
Los relatos de la radio son lo que hace funcionar la historia. El juego está plagado de referencias al mundo real, algunas quizás metidas un poco con calzador, pero todo lo que rodea a la Gran Catástrofe pone los pelos de punta por lo plausible que puede llegar a ser. Al igual que en Cuento de Navidad, lo importante no son las acciones en sí de los personajes, sino lo que hay detrás de dichas motivaciones y la forma que tienen para autoengañarse o ignorar el problema. Este juego habla de cómo la reforestación al tuntún hace más mal que bien, de cómo la reducción de la huella de carbono plantando árboles es una maniobra de marketing que agrava aún más lo anterior y de cómo una ideología peligrosa sirve como confort para que los más poderosos duerman por las noches. Sin embargo, daba igual porque iban a tener los cohetes. Daba igual el hambre, la enfermedad y la pobreza, porque la humanidad estará a salvo. Esa filosofía se nos transmite de otra manera, pero siendo igual de grave. Ver esta crisis como “algo inevitable” y admitir que estamos en la mierda, convenciéndonos de que reciclar o ir en bici es lo único que está a nuestro alcance y conformándonos con el resto porque “es demasiado”, es nuestro punto débil, y es lo que aprovecha el juego para dar la estocada.
Golf Club: Wasteland necesitaba ser un videojuego para poder reírse de los que tiran tomate a los cuadros, los que llenan de cemento los agujeros de campos de golf y los que ven como “activismo” ambas cosas. También es una patada para los que confían en la gente más egoísta del planeta, ya sea por iluso, por desesperado o porque los ven como un objetivo a seguir. El mensaje no llegaría con tanta fuerza si no fuéramos ese astronauta, si no estuviéramos jugando al golf mientras tenemos de fondo, como si nada, una historia terrorífica de un futuro posible, contada por personas a las que no les importaba la humanidad aunque así lo pensasen. No dice que debas revelarte contra las instituciones en ningún momento, ni que votes a cierto partido o a otro. Ni siquiera te pide que saques una conclusión al respecto. Podría juzgarlo como juego y quejarme de lo raro que es el control, o lo mucho que mola el apartado gráfico, o lo lento que se hace navegar por los menús o reiniciar la pantalla. Pero no, eso no es lo que hay que valorar aquí. Al igual que Backbone me pareció simplista, con la profundidad de un charco y siguiendo una retahíla de consignas como verdades, creo que Golf Club: Wasteland es uno de esos juegos que hay que probar. No es el mejor en su género porque no es un juego de golf, pero lo que se propone lo consigue con creces. Por suerte, solo es un futuro.