Por la razón o la forza
Pocas cosas me relajan y satisfacen tanto como manejar en vías con poco tránsito, sobre todo si es de noche. Mis mejores experiencias en este respecto han sido conduciendo en una noche tan oscura que en el horizonte no se distinguía donde terminaba la tierra y donde comenzaba el cielo. Por ello no fue gran sorpresa para mí el sentirme atraído por Forza Horizon 4. Lo único que pedía de él antes de comenzar es que, aparte de que se pudiera conducir a un nivel decentemente bueno, es que tuviera lindos paisajes con los cuales recrear la vista y que me sirvieran de escapismo mientras condujera desde la seguridad y comodidad de mi sillón. Y no solo el juego cumplió mis expectativas y las superó, sino que revivió en mí el gusto por los videojuegos de conducción. Gusto que había perdido hace años tras entrega tras entrega decepcionante de Need For Speed y la desaparición de mis franquicias de conducción favoritas: Test Drive y Midnight Club.
Y en gran parte es porque Forza tiene un enfoque parecido a estos últimos, en el sentido que da libertad al jugador a desplazarse por un mapa e ir tomando los desafíos a nuestro ritmo y según gustemos más de un tipo de evento u otro. Incluso va aún más allá, permitiéndonos jugar en cada carrera. Con esto último no me refiero a jugar en el mismo sentido en el que tomamos el mando y jugamos a un videojuego, sino en el sentido que, si bien el mapa está lleno de competiciones, no es necesario ganar ninguna de estas. Todo evento en el que participemos suma puntos de experiencia para subir de nivel en su respectiva modalidad para desbloquear aún más pistas. Y si bien el llegar en los primeros lugares siempre dará más puntos, nunca llega a sentirse una verdadera presión de parte del juego por estar siempre batiéndose contra los mejores. Además, tras una larga racha de derrotas – o de victorias – el juego ofrece la posibilidad de cambiar la dificultad de los rivales para que se vaya ajustando a nuestro rendimiento. Es importante dentro de esta narrativa de jugar y no competir el que Forza Horizon 4 no nos cambie la dificultad a su gusto para mantener siempre al jugador dentro de unos parámetros preestablecidos de desafío, sino que nos pregunte si deseamos más o menos desafío. Porque estamos aquí para divertirnos, para jugar, para correr por el gusto de manejar y no el de ganar.
Ya he hablado antes de los juegos como medio de escapismo, que sirven, incluso, para escapar de otros videojuegos que sean más demandantes ya sea a nivel intelectual como mecánico. Y creo que Forza Horizon 4 entra perfectamente en esta categoría; un juego de confort. Si así lo desea el jugador, no tiene por qué salirse en ningún momento de su comodidad. Si quiere correr por las calles del amplio mapa del juego sin hacer caso a nada puede hacerlo, puede competir en el tipo de carreras que prefiera en el orden que prefiera.
También cuenta con la opción de “rebobinar” las últimas acciones, la cual ayuda mucho a quitarse esa presión de encima de cometer un error que nos cueste la carrera en último momento. Es solo cuestión de presionar un botón y podremos regresar en el tiempo por lo que me parece un periodo impresionante de gracia. Y, claramente, es totalmente opcional y el juego no recriminará su uso ni su desuso en ningún momento, ajustándose tanto a quienes quieran un desafío como a quienes no. También he de admitir lo importante que resulta la increíble fidelidad gráfica que presenta este título. No solo en la detallada representación de cada uno de sus más de setecientos vehículos, sino también en los entornos, el paisaje. Cada roca, cada hebra de pasto, cada rama de árbol, cada gota de lluvia y copo de nieve están diseñados para que se vean igual de bien ya sea si el jugador pasa a su lado a trescientos kilómetros por hora o si se detiene a mirar con detención. Y Forza Horizon 4 saca provecho de esto no solo con un modo foto muy bien logrado, sino que además con una serie de “paradas” escenográficas repartidas por el mapa que invitan a detenerse un momento y a ver el paisaje.
El loop de juego
Forza Horizon 4 divide sus temporadas de competición según cada estación del año y cada estación dentro de su mundo dura una semana de tiempo real. Por lo que no solo los paisajes cambian de color, condiciones climáticas y de detalles constantemente, sino que también se añaden desafíos semanales para ir adquiriendo puntos que nos permiten comprar autos exclusivos y de tiempo limitado. Personalmente no soy un fan de este tipo de ofertas que solo atentan a nuestro FOMO, pero sí agradezco los desafíos como una especie de contenido extra que se va añadiendo periódicamente al juego, dándonos una excusa para volver o, en mi caso que tiendo a usar el juego de manera más casual, a encontrarme con algo nuevo que hacer cada vez que quiero recostarme, ponerme mis audífonos mientras escucho videos eternos en YouTube sobre series, películas o videojuegos de los que nunca he visto siquiera un tráiler, desplazándome por su mundo, rompiendo marcas, cumpliendo desafíos o, simplemente, maravillándome con los logros técnicos y mecánicos de Turn 10 Studios en este título que me recordó lo buenos que podían ser los videojuegos de carreras.
Y si bien puedo ver como a más de uno la constante evolución tanto del mundo de Forza Horizon 4 como de la volatilidad de sus eventos y premios pueda resultar frustrante, sobre todo si no se dispone -o no se quiere disponer- del tiempo necesario para “estar al día” con el juego, también he de reconocer que tiene su lado positivo. Porque no hay mejor juego de confort que aquel que, además, resulta ser un pozo de horas. Un lugar seguro donde sabemos que podremos volver cuanto queramos pues siempre habrá algo que hacer esperándonos. Así como ver una serie que ya hemos visto mil veces puede resultar más agradable y menos estresante que ver algo nuevo, los juegos de confort rinden el mismo propósito. Ser una constante en un mundo de variables, donde sabemos a qué nos vamos a enfrentar cuando tomamos el mando y, en el caso de Forza Horizon 4, la palabra enfrentamiento no podría estar más equivocada, porque a Forza se va a sentarse, relajarse y jugar.