"¿Qué luz alumbra esa ventana? Es el oriente, y Dorothea, el sol"
Tras protagonizar una épica filtración el pasado mes de junio que muchos recordaréis por titulares como ‘el nuevo Fire Emblem que Nintendo tendría guardado desde hace más de un año‘, el pasado viernes 20 llegó a nuestras tiendas bajo el nombre de Engage la última entrega de la saga de rol táctico por excelencia de Nintendo. Existe, es algo tangible y disfrutable, y de hecho es algo muy similar a lo visto en las capturas publicadas por entonces; no cabe duda de que, en efecto, se lo tenían bien guardado, madurando en su cámara frigorífica, esperando al momento idóneo para su estreno. No sé si este periodo de maduración habrá tenido algún impacto en el producto final, pero lo que resulta innegable es que Fire Emblem Engage es, probablemente, la iteración más pulida y perfeccionada de la fórmula clásica: un RPG táctico con una curva de dificultad perfectamente estudiada, unas bases extremadamente sólidas que dan pie a batallas intentísimas y un apartado visual espectacular, fruto de una colaboración con la desarrolladora Gust (responsables de la franquicia Atelier), que no solo acompaña sino que ensalza la acción y le permite optar a nuevos niveles de épica.
Y, sin embargo, algo falla. Podría hacerme el remolón, diseccionar cada uno de los pilares del juego e intentar descifrar con vosotros el porqué; por qué ya nada de esto se siente igual. Pero, a estas alturas de la película, estoy bastante seguro de que prácticamente todos los presentes sabemos de qué cojea la propuesta de Inteligent Systems. Tal y como ya vaticinaban las críticas previas a su estreno, Engage no ha sido capaz de depositar en su historia y narrativa la responsabilidad y confianza que merecían, siendo receloso desde su combate y dejando todo lo demás, justo aquello que en la última década parecía más interesado en abrazar, en un plano mucho más secundario. Más allá de su trama, típica y con un desarrollo de lo más previsible, sus personajes carecen de cualquier tipo de personalidad, transfondo, evolución o interés, excluyendo quizás a una protagonista, Alear, que ni aún con ello es capaz de hacernos suscitar alguna emoción. Pero… ¿debería esto de importar? ¿Acaso a Engage no hemos venido a luchar?
Lo cierto es que, aunque no estés dispuesto ni tan siquiera mínimamente a leer ingentes cantidades de texto como las que traían bajo el brazo propuestas como Three Houses, hay muchos motivos por los que la historia de un Fire Emblem debería de importarte, residiendo el factor diferenciador en uno de los gimmicks de la franquicia. Si bien los últimos juegos que han llegado a nuestras tierras pueden disfrutarse sin esta característica, la permadeath ha estado ligada al nombre de la saga desde sus albores, la cual se ha servido de ella en infinidad de ocasiones para conseguir enfrentamientos intensos, tensos y viscerales. Jugar Fire Emblem en su modo Clásico conlleva encararse a una sensación de peligro y fragilidad constante, en la que resulta vital pensar sosegadamente cada movimiento, y donde despedir a nuestros personajes favoritos para siempre se convierte en una tónica desgarradoramente habitual; flashbacks de Juego de Tronos.
Que Three Houses apostara tanto por las relaciones sociales no solo le vino de fábula a la hora de relatar una historia de guerra, venganza y traición desde varios puntos de vista diferentes, sino que nos permitió encariñarnos aún más con muchos de los personajes que compusieron su historia, y con ello, sufrir más sus pérdidas. Aún recuerdo con claridad la introvertida forma de ser de Bernadetta, que me forzaba a protegerla a toda costa de los peligros, así como los flechazos que recibí por Dorothea, mi interés romántico. También recuerdo cómo acabé rendiéndome ante las personalidades de Shamir y Catherine, quienes en un principio me resultaron indiferentes, tras enamorarme de su buen rendimiento en batalla. Ambas partes, historia y jugabilidad, se complementaron a través de sus personajes, remando en una misma dirección para transmitir sensaciones fuertes y reforzar la mecánica principal de la franquicia, la táctica.
Está claro que, en lo personal, hubiese preferido más un Fire Emblem Exchange que un Engage, pero preferencias aparte, creo de corazón que de cara a futuras propuestas la saga no debería de olvidarse de todo lo que ha hecho bien a lo largo de los últimos dos lustros, y por lo que tanto ha luchado en brillar. Ya sea entre alumnos y profesores o compañeros de batallón, la idea de estrechar lazos entre integrantes del equipo funciona, tiene sentido y resulta coherente con su universo. No desaprovechemos este diamante que tantos años ha costado pulir.