Un viaje con altibajos
Final Fantasy ha sido siempre una de mis sagas favoritas (menudo cliché ¿no?). Sin embargo, a día de hoy me quedan títulos que probar a los que, por vicisitudes de la vida, aún no he podido echarles el guante. Varias de sus entregas me han encandilado hasta el punto de rejugarlas en diferentes plataformas conforme pasan los años. Para mí, siempre destacará Final Fantasy IX, su estética y su magia, pero reconozco que el corte futurista que tienen varios de los títulos de la saga, así como la hibridación tecnología-magia que presentan algunos como Final Fantasy XV tiene algo especial que, sin saber cómo, funciona. De esta última entrega me gustaría hablar largo y tendido, puesto que me encuentro rejugándola en PC después de un tiempo.
Suele decirse que la recompensa resulta ser los amigos que hacemos por el camino. Que nos lo digan a los seguidores de One Piece, que llevamos más de veinte años esperando saber de un final que resuelva nuestras inquietudes. Bueno, en el caso de Final Fantasy XV, los amigos ya los tienes al inicio, así que tendrá que ser otra cosa: el paseo en sí, las vivencias que los cuatro protagonistas compartirán a lo largo de una odisea sobre ruedas en la que lo interesante es tomárselo con toda la calma posible.
Curiosamente, la analogía con el manganime de piratas puede ir más allá, pues como comentaba Carlos Sánchez hace aproximadamente un año, el desarrollo de esta entrega de Final Fantasy ha marcado las expectativas de muchísimos fans de la saga que lo han esperado durante una década lo que, para varios de nosotros, implica el haber pasado de ser niños a adultos con trabajo y proyectos de vida. Y es que en líneas generales, las expectativas siempre son nuestro peor enemigo. Construir imágenes mentales de lo que queremos es irremediable pero últimamente he podido apreciar que, cada vez, menos personas de mis círculos — y yo mismo — se dejan llevar por estas cuestiones o, al menos, intentan neutralizarlas en cierta medida. Hace años éramos presas del hype pero, imagino que debido a la amplitud de opciones, actualmente veo cierta tendencia positiva hacia el tomarse las cosas con filosofía, aunque siga habiendo situaciones en las que el ansia por recibir el producto a gusto del consumidor nos siga devorando.
Mencionaba antes que llevarlo con cierta calma es la manera de progresar en Final Fantasy XV. Bueno, en cualquier Final Fantasy en realidad. No son juegos prestados a la premura y al ansia de completismo inmediato. La idea es realizar un viaje que recorre todo el mapeado que los desarrolladores han preparado, conociendo a nuevos personajes, visitando asentamientos y, en este caso, haciendo pequeños encargos secundarios, uno de los puntos más fuertes y, a su vez, más flojos de esta entrega de la saga. Aunque en cierta medida se justifican por cómo se construye el mundo, no dejan de ser trabajos de recadero o de cazador. Casa perfectamente (pese a que son algo repetitivos) con el espíritu de “viaje vacacional” que tiene el juego, pero choca de frente con la sensación de premura que busca transmitir.
La ya manida disonancia ludonarrativa hace acto de presencia. Es una consecuencia de tener misiones secundarias que inundan el mapa. A menudo nos encontramos yendo a lugares ya visitados para realizar encargos de transporte o eliminar a unas bestias cuando, en teoría, hay gente en peligro en otro lugar y deberíamos llegar cuanto antes. El prudente Ignis nos parará al intentar subirnos al coche al anochecer y nos pedirá que vayamos a descansar puesto que es peligroso viajar de noche dada la fortaleza de los enemigos. Si no tuviéramos prisa lo entendería, pero en varias ocasiones hay vidas que supuestamente dependen de que lleguemos cuanto antes. Sí, lo podemos obviar y continuar con nuestro camino, pero continuamente nos recomiendan visitar sitios, hacernos fotos, etcétera. Y realmente es divertido, porque los personajes interactúan, comentan las imágenes, disfrutan de lo que ven y lo que hacen, pero de fondo hay una narrativa en la que se supone que un conflicto bélico de gran magnitud nos pide pisar a fondo y recorrer las carreteras cuanto antes.
Se nota que el juego está hecho para jugarse con calma, porque pese a las intenciones de la trama, las partes más entretenidas pasan por dejarse llevar por el espíritu de supervivencia y aventura, dedicándonos a acampar, intentar que los protagonistas socialicen entre sí y, en general, recorrer el mapa conociendo todos los lugares que se han diseñado para ello. En ese sentido, Final Fantasy XV funciona, y es donde la banda sonora se luce de verdad más allá de en los combates más épicos contra los jefes finales. Caminar y que empiecen a sonar piezas de la composición de Yoko Shinomura mientras los personajes charlan es una experiencia digna de contemplarse. Y es que se trata de un título ciertamente contemplativo. La propia cámara nos insta a ello desviándose en multitud de ocasiones para centrarse en un personaje o paisaje. La idea es que te ensimismes con los escenarios mientras caminas o viajas en coche, al igual que lo hacen los protagonistas, y te lleves un bonito recuerdo en forma de fotografía de casi todo lo que sucede.
Como habéis podido observar, tenemos por delante a una obra que encaja en gran medida con lo que comenté hace unos meses sobre el costumbrismo en el videojuego, comparándose directamente con títulos como Red Dead Redemption o Breath of the Wild en la pretensión de crear un entorno completamente vivo, en el que todo funciona y tiene sentido, un universo. En este caso, Final Fantasy XV lo hace basándose en los cimientos de una franquicia conocida por reiterar arquetipos como el de Cid, quien siempre se encargará en cada una de las entregas de preparar/reparar nuestro transporte, o de las invocaciones, de carácter divino y que conforman una mitología con la que conviven los ciudadanos de cada reino o ciudad. Este título centra sus acontecimientos en los sucesos que cambian el mundo, como lo hace la saga Zelda, pero al igual que en la obra de Nintendo, tiene momentos mundanos, costumbristas y que ayudan a conseguir una ambientación. Pese a lo extraña que esta pueda parecer en un principio (encajar magia con tecnología futurista siempre resulta extraño, aunque la saga nos tenga acostumbrados), lo cierto es que toma sentido y se vuelve disfrutable en gran medida, pues nos sentimos parte de ese mundo.
Final Fantasy sigue siendo a día de hoy un buque insignia de nuestra industria y uno de los mejores puntos de entrada para cualquier no jugador que se anime a serlo, sobre todo si hablamos de títulos de corte más retro que, frente a la tosquedad del manejo de cámaras de antaño, los Final Fantasy siempre han planteado sencillez y su dificultad era de corte más bien estratégico, no habilidoso. A pesar de los aspectos negativos, la saga siempre ha vivido en un claroscuro de grises que muestra ideas geniales a la par que decisiones extrañas, algo que hace de Final Fantasy XV una escala de grises en la que, como siempre sucede, todo se vuelve relativo.