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El reciente anuncio de Final Fantasy XVI me pilló por sorpresa, y no tanto por el juego en sí (que también) sino por la reacción del público en general. Aún ahora, tras ver el tráiler muchas veces, sigo sin comprender lo alucinante del asunto. Dejando de lado el hecho de que sólo es una preview de lo venidero, me ha parecido lo más soso que presentó la franquicia hasta el momento. ¿Una cierta vuelta a las esencias? Ok, sin quejas en ese aspecto, pero lo que se ha visto me parece los típicos diseños poco inspirados y desechados de otro proyecto. ¿De Final Fantasy XV, quizás? Desde luego las similitudes visuales y jugables me parecen evidentes por ahora. Lo realmente alucinante es la ceguera al respecto.
Final Fantasy y Square Enix se han convertido en la viva imagen de una extraña criatura que ya no sabe qué hacer para contentar a los jugadores, unos que parecen no saber lo que quieren. Jugadores que, por otro lado, quizás no vieron en su momento las virtudes del XII y el XIII cuando les ofrecían algo auténtico. Y sí, digo virtudes porque ambos las tienen a raudales, aunque para este artículo me centraré en el XII por motivos justificados. El XIII me lo reservo para otra ocasión.
Veamos, la gente parece querer un FF con características como:
- Que respete el legado de la franquicia
- Ambientación más medieval
- Libertad de movimiento y exploración
- Que sea ágil, pero que pueda contentar a los fanáticos de las batallas por turnos
- Que sea innovador
- Que los gráficos quiten el hipo
La lista sería más o menos así y, oh sorpresa, existe desde hace más de 15 años. Poco más de 3 si nos ceñimos a la remasterización —que supera en todo al lanzamiento original—. Obviamente me refiero a Final Fantasy XII. Parece que fue un capítulo menor, y sin embargo marcó el futuro de la franquicia y también la hoja de ruta de los JRPG posteriores. Adelantado a su tiempo, sólo hay que pasearse por la mencionada remasterización The Zodiac Age para ver cómo los años (y los cambios descartados en el original) le sientan de maravilla, cosechando buenas críticas y ventas. Así pues, ¿por qué creo que se debería rebajar el hype con el XVI y revisitar el XII? Porque el XVI de momento está sólo en un tráiler y la fe colectiva, mientras que el XII es tangible.
Deconstrucción / reconstrucción
Por el momento, visionar Final Fantasy XVI es como ver una demo de los 3 primeros títulos con el motor del XV, en el mejor de los casos. Sin embargo, la duodécima entrega fue algo totalmente nuevo en todos los sentidos. Square Enix acudió a Akihiko Yoshida para que plasmase su visión de un mundo de fantasía: Ivalice. Planteado como un ecosistema “cerrado” y con mucha historia propia, desgrana todos y cada uno de los aspectos de los Final Fantasy clásicos para llevarlos a un nuevo terreno, lleno de referencias pero rehaciendo prácticamente todo. O casi. Las nuevas invocaciones —llamadas Espers—, magias exclusivas o el sistema de combate híbrido (semi automatizado y mezclando tiempo real con turnos) hacían y hacen de Final Fantasy XII algo fresco sin que pierda el norte. La esencia siempre está ahí gracias a su historia sencilla pero a la vieja usanza, sus guiños constantes a nombres y personajes de siempre, o reivindicando melodías clásicas como el tema principal o el preludio. Su estilo medieval-tecnológico es original gracias a referencias artísticas del medio oriente, unos buenos diseños y un mapa increíble. De acuerdo, no tiene al personaje principal más carismático, pero lo compensa con el resto del elenco.
Caballeros, armaduras, piratas, barcos voladores, castillos, mazmorras, jobs, cristales, exploración… Todo estaba ahí. Todo sigue ahí. ¿Es eso lo que a día de hoy reclama el público? ¿Es eso lo que quieren ver? ¿O acaso quieren un XVI medieval de igual forma que quisieron un “nuevo” VII a cualquier precio? ¿Son los fans de ahora los mismos de antes o intentan autoconvencerse? Tengo la sensación de que se presiona reconvertir a Final Fantasy en lo que sea necesario para hacerlo encajar con la industria de ahora, reclamando la ambientación medieval como excusa de cierto legado. Si por algo destacó la franquicia es porque su estilo etéreo se amoldaba a muchas propuestas, pero siempre se sentía auténtico. Eso es algo que se aprecia con los años y jugando al menos todos los títulos principales. El XII en su ambición lo comprendió y ejecutó bien a pesar de no estar tras él personas míticas como Sakaguchi o Uematsu. Hoy demuestra que Square Enix podría seguir haciendo buenos Final Fantasy si no se hubiese vendido tan gratuitamente a las modas del público, a sentimientos de pertenencia y a ordeñar 30 años de nostalgia.
Final Fantasy XII es prácticamente ignorado y la osadía del XIII —aún con sus evidentes fallos— fue proscrita. Por eso a día de hoy tenemos productos genéricos como un XV alias “pastiche” o un futuro XVI que parece un “a ver si así vendemos a los fans de siempre”. Porque ya no saben qué hacer, los caballos de batalla son el inconcluso remake del VII y la vuelta a lo medieval del XVI. Se han perdido en el camino de querer gustar a quienes no eran su público en vez de brillar con luz propia… esa que reclaman ahora de una forma un tanto forzada. Con tal panorama que a nadie le extrañe que aparezcan puristas o fans a los que no consiguen impresionar en el buen sentido, este humilde jugador inclusive. Me gustaría estar equivocado.