Una epopeya tan maravillosa como peligrosa
Ninja Theory ha evolucionado mucho en los últimos años. Tanto es así, que durante el E3 2018 se anunció que Microsoft había adquirido el estudio. Esta evolución es fruto de una maduración de ideas y de un enfoque artístico vital que la compañía ha demostrado poseer desde sus inicios. Son un diamante por pulir, un equipo con proyectos frescos e interesantes que todavía promete mucho.
Como ejemplo de esta maduración tenemos el brillante Hellblade: Senua’s Sacrifice, obra de 2017 con la que Ninja Theory demostró que hay un hueco en la industria a medio camino del terreno más indie, y de los mastodontes triple A (y que personajes singulares también pueden ser protagonistas de geniales historias). Pero hoy no estoy aquí para hablar del viaje de Senua, si no de otro viaje que la compañía nos regaló en 2010 para PS3 y Xbox 360, y que ya anticipaba el potencial del equipo. Una aventura increíblemente bella donde dos personas deben ayudarse la una a la otra. El viaje de Monkey y Trip, Enslaved: Odyssey to the West, un periplo que pocas veces puede verse en un videojuego.
La Odisea
Lo primero que recuerdo de la primera vez que vi y jugué Enslaved, es que me pareció un juego poco convencional. Está situado en un género (acción y aventura, mezclado con una pizca de plataformas y Hack and Slash) que en su día estaba ciertamente de capa caída y no vendía millones entre los jugadores. Sin embargo, posee todos los componentes necesarios para resultar notable y muy entretenido.
Su historia, basada libremente en la novela asiática Journey to the West, nos lleva a un post-apocalíptico futuro en el que el mundo ha dejado de ser menos humano. El jugador toma el control de Monkey en lo que parece ser una prisión voladora, y desde ese mismo instante se nos insta a aferramos a la vida. Tratando de huir, nos cruzamos con la otra protagonista, una joven y bella mujer llamada Trip, y la culpable, tras unas cinemáticas, de colocarle una diadema de esclavo sobre la cabeza a Monkey. Esta especie de artilugio permite manejar a otras personas al antojo que uno desee. Trip tiene un buen motivo para haberla usado, ya que solo quiere tener a su lado a alguien que la proteja y pueda llevarla de vuelta sana y salva a su colonia. Esto supone el motor de arranque de la trama y, además, una mecánica de juego muy inteligente, porque a partir de ahí la vida de Monkey está anclada a la de Trip. No solo debe obedecer toda orden suya si no quiere recibir una descarga eléctrica, también debe tener cuidado, porque si ella muere, él también.
Con el transcurso del juego, uno se da cuenta enseguida de que Ninja Theory puso especial hincapié en cuidar el argumento de la obra, ya que el guión está firmado por Alex Garland, autor de las películas Ex Machina y Aniquilación, y Monkey está interpretado por Andy Serkis, actor que ha dado vida en la gran pantalla a Gollum, por ejemplo. Se trata de una historia casi minimalista que se apoya en la unión de sus dos protagonistas y que logra conjurar poco a poco una atmósfera y una carga dramática geniales, dejando momentos muy especiales para el recuerdo, y sin olvidarse de salpicar por aquí y allá un toque de humor.
¡Correr, saltar y golpear!
La jugabilidad en Enslaved toma un papel importante. Como Monkey, somos ágiles y rápidos, lo que nos permite saltar y sortear todo tipo de estructuras en secuencias de acción que por aquella época recordaban a los juegos de Prince of Persia, o a los recientes Uncharted (aunque siempre en un estilo más simplificado). Un elemento diferenciador es que Monkey también puede hacer uso, en algunos momentos específicos de la campaña, de la Nube, una tabla voladora con la que moverse más rápidamente por el escenario. Además, Monkey es fuerte y sabe luchar, y lo hace con una suerte de bastón capaz de hacer añicos a los principales enemigos del título, los mechas.
El control se antoja quizá algo torpe en algunas ocasiones, y se nota un pequeño retardo de respuesta a nuestras acciones (algo a lo que nos acabamos acostumbrando). Los combates son muy intensos y asombrosos, especialmente los que suceden con jefes finales. No obstante, a la larga se queda un poco escaso de posibilidades, ya que podrían haber sido más pulidos y con más variaciones. Monkey tiene poco más que un ataque normal, uno fuerte y un bloqueo. Eso, sin contar que el bastón puede usarse como arma a larga distancia, disparando descargas de energía si tenemos la munición necesaria. Este es un campo en el que, de nuevo, Ninja Theory profundizaría mucho más en su siguiente título, DmC. Trip, por su parte, no es una carga, ni mucho menos. Ella podrá ofrecernos sus conocimientos en batalla, cosas como distraer una torreta enemiga, curarnos con un botiquín, y otras acciones sencillas.
El otro pilar básico en cuanto a la jugabilidad es la exploración y los puzzles, estos últimos de fácil solución y no muy abundantes. Durante el viaje se nos anima a recolectar bolas de energía dispersas por los escenarios, al más puro estilo Ratchet & Clank, necesarias para poder invertirlas en nuestras habilidades. Esto es, mejorar nuestra salud, nuestro escudo, nuestras aptitudes de combate cuerpo a cuerpo, y nuestro bastón en el modo a distancia.
A pesar de que toca varios palos y no profundiza demasiado en ninguno de ellos, Enslaved se deja jugar con bastante gracia y nunca llega a cansar o hacerse demasiado repetitivo. En parte, el avance del argumento y la variedad de escenarios ayudan a que nuestra atención no decaiga, y que queramos seguir adelante en esta historia de corte bastante lineal, que puede durar entre unas 7 o 10 horas.
Ahora bien, si por algo brilla y es recordado Enslaved: Odyssey to the West (al menos en mi cabeza), es por su apartado artístico, quizá el punto en el que Ninja Theory siempre reluce con más excelencia. Sobra decir que la dirección artística es una preciosidad, estamos ante un mundo cargado de imaginación, y alejado de los tópicos del género, ya que es muy colorido y ofrece preciosas estampas. No encontrarás en él yermos y terrenos áridos como en títulos del calibre de Fallout o Rage. Todo está recreado muy vistosamente por el motor Unreal Engine 3, un clásico de la anterior generación. Y sorprende encontrarse con un modelado de personajes excepcional que, aunque pocos, destacan de manera sobresaliente en cuanto a expresiones y físicas (otro campo con el que NT se luciría en Hellblade). Tecnológicamente no es tan notable, a pesar de contar con algunos escenarios amplios y un sistema de iluminación bueno, el juego acusa la carga de texturas, y numerosos problemas de clipping tanto en el gameplay como en las secuencias de vídeo. Por suerte, nada de esto llega a molestar demasiado ni entorpecer la experiencia global.
El mundo del futuro
En conclusión, y para ir cerrando, la aventura de Monkey y Trip siempre me ha parecido una de las más originales e inspiradas que hubo por aquellos años. Tristemente infravalorada y poco conocida. Es un juego único y peculiar, con carencias y cierta falta de profundidad, sí, pero con mucha alma. Y creo que en eso estarán de acuerdo conmigo todos los que hayan tenido el placer de jugarlo. Fue un soplo de aire fresco, y lo sigue siendo.