Pequeños gestos cargados de emociones
Nuestra cultura está llena de actos en los que agasajamos a una persona u honramos su recuerdo. Son acciones cuya finalidad es rendir tributo a alguien a quien queremos. Desde un gris funeral hasta una colorida fiesta de despedida, estas acciones están llenas en su mayoría de un profundo cariño hacia un allegado. El mundo de los videojuegos no se libra de las despedidas, de decirle adiós a personalidades que han dejado su huella en nuestra particular afición. Aunque sería una media verdad decir que solo han marcado la industria en sí misma, pues muchas veces a quien ha firmado de por vida es a nuestro corazón, a nuestra infancia, a nuestros recuerdos. Hoy me gustaría recordar alguno de los tributos más reseñables a estas personas que nos dejaron, pero a las que nos resistimos a olvidar.
¿Recordáis esos años dorados de los Nintendo Direct? Satoru Iwata era nuestro maestro de ceremonias, el cual nos guiaba a través de unas presentaciones divertidas y llenas de sorpresas. Cómo olvidar el mítico «directly to you» que acompañaba con esa icónica pose, o la pelea titánica contra Reggie en la presentación de los Mii como personaje jugable de Smash 4. A mi parecer Iwata es uno de los presidentes más carismáticos y queridos de la historia de Nintendo. En The Legend of Zelda: Breath of the Wild podemos encontrar un NPC que nos recuerda sobremanera al expresidente, pues posee unos rasgos faciales prácticamente calcados. Pero no acaba aquí este huevo de pascua. El personaje nos indicará que algo oculto se halla en la montaña Satori, cuyo nombre dista una letra del de Satoru Iwata. Allí encontraremos un remanso de paz con un cerezo en flor. El particular lugar de descanso que le ofreció el equipo de desarrollo a esta figura de la industria.
Quizá el homenaje a Iwata sea uno de los más recordados por la fama del japonés y por el éxito de la obra en el que aparece. Pero guiños de estas características son relativamente habituales en el sector desde sus inicios. Uno de los primeros Easter eggs que conocí fue el tributo a Michel Koiter en World of Warcraft. Este joven de 19 años era uno de los artistas en ascenso de Blizzard allá por 2004, cuando falleció debido a un paro cardiaco. Tras este fatídico suceso se creó en su memoria «El santuario del guerrero caído». En esta localización podremos encontrar un orco muerto tendido sobre una tumba con las iniciales del muchacho. La apariencia del ser es la misma que la del avatar que usaba Koiter durante la beta del juego. Además un ángel de resurrección se alza sobre el nicho, el cual recitará un poema escrito por el hermano gemelo del fallecido.
Todos tenemos uno o varios conocidos cuya media naranja es el League of Legends y la banda sonora de su romance es «Perdió su vida en el LoL» de Míster Jägger. Uno de estos amigos empezó a desvelarme datos curiosos del videojuego y de los campeones mientras jugábamos juntos. En un momento dado se acordó de la bonita historia que escondía una de las frases del campeón que estaba utilizando, Jax. «Va por ti, chico», rezaba el personaje. Ese chico se llamaba Joe, tenía 17 años y era un gran fan del título de Riot. Padecía Sarcoma de Ewing, un tipo raro de cáncer que se produce en los huesos y que se desarrolla en la infancia y adolescencia. Gracias a la fundación Make a Wish —una organización que concede deseos a niños cuya situación médica es complicada— consiguió cumplir su sueño. Visitó las instalaciones de la empresa estadounidense y conoció a los desarrolladores de su título favorito. Joe solía usar a Jax con su aspecto «Jaximus». Por ello Riot decidió que los ingresos percibidos por la compra de esta apariencia serían donados a la fundación. Tras el deceso del chico los desarrolladores le otorgaron esa nueva frase a Jax en su memoria.
Durante el confinamiento se produjo uno de los episodios de este estilo más pintorescos y emotivos que recuerde. Ferne Le’roy, jugador habitual de un servidor de Final Fantasy XIV, falleció a causa del coronavirus. Debido a las estrictas restricciones imperantes en el momento, sus compañeros de juego no pudieron rendirle ningún tipo de tributo en persona, por lo que organizaron un marcha fúnebre en el videojuego. Así pues el homenaje no se materializó en una referencia permanente en dicha obra, sino en una efímera despedida de quienes compartieron con él incontables horas de juego. Ataviados en trajes negros y portando paraguas en su honra, los jugadores emprendieron una procesión que se alargó por más de media hora.
Sin duda el homenaje más inverosímil que recuerde es el de unos padres hacia su hijo, Joel, que sucumbió ante el cáncer a la corta edad de cuatro años. Sus progenitores decidieron entonces crear un videojuego para contar su historia. That Dragon, Cancer fue publicado hace un lustro y supone uno de los experimentos más extraños de la historia del medio. El videojuego baila entre la emoción y la congoja, y entre la extrañeza y un cierto rechazo. Las dos primeras sensaciones son obviamente por la gran carga sentimental que porta este videojuego. Las dos segundas comprenden ese regustillo amargo que deja una obra que nos revuelve la moral. Vivir esta experiencia no se podría describir con un adjetivo positivo, y más teniendo en cuenta que su ejecución es de dudoso gusto. Las escenas crudas y realistas se entremezclan con otras de psicodelia infundada que difuminan por momentos ese mensaje que quiere transmitir la obra. Una obra que sin duda tenía que mencionar, pero que no creo que sea un exponente de lo que un videojuego-tributo ha de ser. Aun así en ciertos momentos sí que consigue conmovernos, aunque su irregularidad en este apartado empaña el resultado general de un insólito tributo de unos padres a su hijo.
Lo voy a admitir: soy una persona bastante empática. Las emociones suelen aflorar con rapidez en mi piel y por ello esa lagrimilla tonta suele visitar mis ojos con frecuencia. Es por ello que estos guiños a creativos y, sobre todo, a los fans conmueven mi corazón enormemente. Lo único que me entristece es que tan solo unas poquitas historias lleguen a plasmarse en los videojuegos, pero tampoco se podrían incluir todas ellas. A pesar de ello me quedo con el bonito gesto que supone celebrar un tributo a alguna que otra persona en una obra que quería y admiraba.