El futuro está cerca. Lo huelo.
Hace unos meses os mostramos cómo HTC Vive estaba siendo el dispositivo de realidad virtual que más estaba logrando trascender en los últimos años, por delante de cualquier aparato de las mismas características. Esto se debía al buen hacer de HTC con sus gafas y mandos, que generaban experiencias satisfactorias para casi cualquier usuario. Está claro que el futuro de los videojuegos podría ser, en parte, dominado por la realidad virtual, dadas sus obvias capacidades para transportarnos dentro de cualquier universo, aunque con la tecnología actual resulta difícil que se llegue a las pretensiones de grandeza que se han tenido siempre. Todo queremos sumergirnos en un mundo similar al de Sword Art Online o al de Ready Player One, pero esto es una ficción aún lejana… ficción que, no obstante, cada vez parece ser más plausible.
Hoy en día la tecnología avanza a pasos agigantados; basta con ver los múltiples proyectos que pretenden convertir la realidad virtual en aquello que llevamos tanto tiempo anhelando, con cintas que nos permitirán caminar mientras controlamos a nuestro personaje o guantes que pretenden emular el movimiento de la mano. Pese a ello, creo que hay que fijarse bien en todos los detalles que ha de contemplar este tipo de tecnología, ya que es ahí donde está el punto de diferencia con los videojuegos tradicionales; en la incapacidad de los mismos, por las limitaciones que produce su mera naturaleza, para sumergirnos tridimensionalmente en la historia que se nos pretende contar.
Pues bien, esta es la intención que tiene Feel Real, compañía que pretende ir más allá en implementando un elemento que, a priori, suele pasar desapercibido, pero que me parece vital a la hora de conseguir una inmersión completa: el olor. Vale que hasta cierto punto pueda parecer una soberana tontería que solo busca destacar, llamar la atención, pero si nos paramos a pensar un momento podremos comprobar cómo este podría ser uno de esos detalles que la industria actualmente necesita, concretando el rumbo de la tecnología. El concepto de “olorvisión”, que ya se planteó en los años 60, pasa muy desapercibido, quiero suponer, debido al menosprecio que, como humanos, tenemos ante un sentido que claramente infrautilizamos, pero que no deja de ser vital a la hora de llevar a cabo las tareas de nuestra vida cotidiana.
El dispositivo patentado, que aún precisa de varios meses para ver la luz, se puede aplicar a las principales marcas de realidad virtual, a saber, Oculus Rift, HTC Vive y PlayStation VR. Ahora la verdadera pregunta es si realmente funciona, y parece ser que la respuesta es afirmativa. The Elder Scrolls: Skyrim VR ha sido uno de los primeros títulos en comprobar si realmente este concepto es viable y, no solamente se ha demostrado que sí que representa los olores, sino que además el periférico tiene sensores capaces de emular el tacto, generar niebla (no dentro de la habitación lógicamente), e incluso diferentes temperaturas. Además de esto, se puede personalizar la experiencia desde el PC para adaptarla a la perfección a películas y videos.
Sin lugar a dudas, este periférico puede significar el primero de muchos pasos hacia el futuro del videojuego. Supongo que, de ser así, podríamos dar el pistoletazo de salida a una nueva tanda de problemáticas y dilemas, que fácilmente se hallarían en su concepto e implementación. Por ejemplo, en un videojuego como es Skyrim, sería interesante contemplar cómo se emularía el olor de la putrefacción de cadáveres – porque no olvidemos que en Skyrim hay mucho Drauguer loco suelto por ahí, y no creo que precisamente huelan a la cápsula nº 4: orquídea -. Es decir, si realmente se emularan todos los olores, ¿hasta qué punto nos convendría ser realistas?
El hecho de que se puedan emular este tipo de cosas hace pensar que el futuro no está tan lejos como podríamos pensar, aunque claro, todavía es pronto para fliparse. Solo estamos hablando de olores y, quizás, de algún hormigueo en la nariz, y no de trajes al más puro estilo Ready Player One. Pero sea como sea, creo que nos espera un futuro prometedor, o, al menos, muy interesante. A mí, personalmente, me huele bien.