Una popular y muy descriptiva palabra de 2019
La industria del videojuego se encuentra en uno de los periodos más ostentosos de su breve Historia particular, pero todo a su alrededor parece impregnado de una sustancia viscosa de la que parecen estar compuestas las grandes masas en busca de imponer una opinión. Resulta paradójico: hay más juegos que nunca y cada vez los consumidores emplean más tiempo en videojuegos, pero eso no es óbice para que muchos usuarios prefieran amedrentar por las redes y la discusión en los foros de debate, que por defecto siempre parecen destinados a señalar diferencias. No tienen que irse muy lejos, en absoluto: en España se ha inculcado mucho la cultura del salseo y las polémicas gracias al adoctrinamiento mediático, primero a través del xenófobo tratamiento del periodismo deportivo y posteriormente traspapelado al mundo de la política. Con referentes como Pedrerol, Ferreras o Ana Rosa, que presumen alegremente de su influencia entre la muchedumbre, ¿quién les dice que el mundo del videojuego no está afectado por el sectarismo y la parcialidad deliberada? ¿Con las manidas guerras de consolas de por medio? ¿Los análisis y reviews con numeritos? ¿La idolatría a ciertas influencias poco responsables con sus contenidos? El mundo siempre ha sido TÓXICO por naturaleza, y mucho más el del videojuego, donde el elitismo y la referencia son los pilares sobre los que se sustenta cualquier seguimiento popular. Propagandístico al mismo tiempo.
Todo es TÓXICO. Sin embargo, como seres humanos no podemos dejar que esa nulidad termine afectándonos emocionalmente. Si de un verso bíblico se tratase, les diría que deben amar al prójimo para ser respetados, pero las diferencias entre humanos son reales y una constante en la vida. Además, nadie debería tomarse en serio un texto sagrado. Lo que debemos hacer es aprender a desarrollar una de las funciones cognitivas más maltratadas por excelencia: la tolerancia.
Para entender hacia dónde nos dirigimos, vamos a poner uno de los ejemplos más recurrentes de este año: la nueva generación de Pokémon. Esta no va a ser la ocasión para ahondar en el debate (para eso me remito a este relato forense publicado en junio, aún vigente), pero sabrán que la opinión respecto a ‘Pokémon Espada/Escudo’ ha sido muy dispar desde el momento que fue presentado en febrero, pero especialmente desde que el #Dexit fuese anunciado en el E3 2019. Desde ese mismo momento en el que se prendió la mecha, la guerra civil entre furrilovers de la serie ha causado infinidad de víctimas emocionales por el camino, con dos bandos claramente diferenciados entre aquellos afines a las voluntades de Game Freak y aquellos exigiendo que vuelvan todos los Pokémon (#BringBackNationalDex), el cual representa la punta del iceberg de los problemas que tienen con la serie. Las diferencias son tan clamorosas que chocan por inercia, no en vano está en cuestión uno de los fundamentos primordiales de los que hacía gala la serie: los propios Pokémon en sí. Cualquier intención de debate pasa irremediablemente por este hecho (es imposible omitirlo), y la lucha de intereses obliga a buscar cualquier tipo de argumentos para vencer a tu contrincante. Al verse superados entre contradicciones y juegos sucios de palabras, lo que parece una crítica se convierte en una ofensa, y el “tú más” va ganando en intensidad hasta enervar a cualquiera que se vea involucrado en la discusión, incluso a aquellos que no están posicionados dentro del conflicto y no quieren verse salpicados. Eso es TÓXICO. La misma palabra se emplea también como arma arrojadiza para disuadir cualquier tipo de argumentación opuesta: criticar algo es TÓXICO, defender a Game Freak es TÓXICO. Eso sin pararnos a hablar de los crímenes de guerra cometidos por ambas partes, desde los básicos blocks y hemerotecas poco newtrales entre usuarios, hasta amenazar a los desarrolladores o equiparar cualquier crítica al GamerGate. El mero intento de moderar el asunto merece una nominación al Nobel de la Paz. Si Obama tiene uno…
¿Cómo se ha llegado a este punto? No es cuestión de pararse a pensar en el contenido sino en el continente. Las decisiones de Game Freak son origen de la división entre la comunidad, pero estas de por sí no son las responsables de la actuación individual de cada usuario, porque todos tenemos opiniones y nos gusta expresarlas. Es más bien la falta de tolerancia la que propicia la escalada de violencia entre las partes interesadas. Somos menos tolerantes porque siempre exigimos lo mejor para nosotros mismos (puede que con un inconformismo exagerado), no sabemos apreciar los problemas que puedan tener otras personas (o la ausencia de los mismos), y sobretodo no sabemos ceder cuando nuestros argumentos palidecen o no llevan a un punto en común. En resumidas cuentas: a un individuo TÓXICO no acepta que otros usuarios posean un punto de vista diferente al suyo, quizá consecuente con la cultura meísta del siglo XXI consistente en ‘yo-me-mi-conmigo-para mí’ y todo eso de carpe diem, vivir la vida al máximo, nada de sentir o ponerse barreras. Ser TÓXICO no sea probablemente la intención de muchos de esos responsables, pero el factor emocional puede llegar a influir tanto de modo que reaccionemos de formas que nunca pensaríamos actuar, menos éticas y más oscuras. Aún con esas, mostrar diferencias es lo más normal del mundo y debemos aceptarlo como tal, es inevitable y humano. El gran problema reside cuando el individuo es incapaz de aparcar esas diferencias para realizar cualquier actividad mutua, entorpecerla o detenerla, porque no es capaz de tolerar una postura diferente a la suya. Eso es TÓXICO. Sé que leer cosas como ‘Chrono Trigger’ está sobrevalorado debería estar penado con varios millones de sestercios, pero es necesario aceptar la postura, respetar que el sujeto declarante defienda lo contrario y pueda no estar interesado en cambiar de parecer. Porque tampoco puede forzarse a la gente a pensar de una manera determinada. Eso es hablar de tolerancia.
Sin embargo, está el tolerar y el tolerar, como diría Lionel Hutz. Uno de los fundamentos de todo estado democrático consiste en la libertad de opinión de todo ser humano sin distinción, y que cualquier obstrucción a este derecho universal provoca una censura de las libertades del individuo. Como toda Carta Magna sacrosanta inescribible e inmodificable, suena muy bonito sobre la teoría… pero en la práctica pueden apreciarse lagunas que se aprovechan para fomentar la intolerancia como una opinión válida y respetable. Oye, si existe, ha de respetarse, ¿no? Ser contrario por naturaleza para enfrentarse al status quo es divertido, ¿no? Hacer risas del tema para tocarle la moral de aquellos que piensan distinto está guay, ¿no? Jijijajá Kojima, ¿no? ¿Lo está? Curiosamente, pensar distinto a este dilema filosófico implica también cierto nivel de intolerancia. Sin embargo, es evidente que para entablar una mera conversación entre polos tan opuestos es necesario marcar una línea roja entre lo que puede considerarse válido y lo que no. Si algo nos tiene que haber enseñado el auge de la ultraderecha por todo el mundo (o la misma Historia, cíclica de por sí) es que la verdadera censura nace cuando los derechos de otras personas son vulnerados de una forma agresiva y desconsiderada, por tanto intolerante. Combatir estas opiniones son perfectamente válidas, pero es necesario siempre aceptar las diferencias y contestarlas en la medida que uno esté dispuesto a cambiar, nunca caer en el juego sucio y en sacar provecho de las acciones opuestas.
Ahí es cuando la palabra TÓXICO aparece en todo su esplendor. Ahora, nadie nace sabido desde el principio y esa tolerancia ha de trabajarse con el tiempo, fruto de un desarrollo cognitivo adecuado. No es necesario que hagan retrospectiva de vuestros actos ni que estos caigan como una losa sobre la consciencia: la experiencia os pondrá en vuestro sitio conforme vaya pasando el tiempo, para luego aprender de los errores cometidos. Por eso es tan importante saber tolerar.
Volviendo a Pokémon, la toxicidad entre usuarios no esconde que detrás del conflicto se halla un gran debate acerca de la franquicia y el estado en el que se encuentra. Sin embargo, los argumentos e ideas que apoyan ambas tesis se pierden entre aquellas cosas que llaman más la atención, por ver quién la monta más grande. No puede decirse que sea inesperado. Cuando escribes un tuit, subes una foto o cualquier otra cosa, estás haciendo pública una opinión. En una sociedad en la que estamos bombardeados de información y opiniones tan diversas como población mundial existe, no todas pueden ser recordadas como tal, de ahí resaltan un grupo de ellas que resultan llamativas al ojo humano. Vivimos en la era de la hiperespecialización, y la gente no se queda con algo simple o bueno, sino con lo mejor en su espacio o aquello afín a sus intereses.
En ese sentido, es fácil observar como aquellos mensajes con mayor verdad, mayor crítica o mayor beligerancia causan más impacto que aquellos que pasen más desapercibidos al no recurrir a elementos tan extremos para expresarse. Aunque puedan tener argumentos sólidos. Normal que haya gente ofendida. Como lo más y mejor causa una mayor conmoción entre las personas, muchas desarrollan el pérfido arte de la generalización, en el que se atribuye al individuo cualidades o actos ajenos con los que no tiene por qué estar relacionado. “Dices que debe volver la Pokédex nacional, así que debes estar amenazando a los devs por Twitter”, “dices que te da igual que no estén todos los Pokémon, porque quieres proteger a Game Freak a toda costa”. Todo esto y mucho más, es TÓXICO. Piensen también que he tratado de dulcificar el relato de la forma que fuera posible.
Por supuesto, a las grandes compañías no les hace ni puñetera gracia que el descontento entre sus usuarios exista y pueda afectar a las ventas globales de sus productos. Es por ello que se empeñan en contentar a todos, desde el jugador experimentado a aquel más casual y despreocupado de todo, escuchando incluso a algunas de las críticas más reaccionarias para plantearse cómo ofrecer un producto aún mejor que el anterior. Por supuesto y por desgracia, no existe un Sakurai en Game Freak capaz de satisfacer a todos, y la apatía que transmite la serie es fruto de no encontrar el equilibrio deseado, quizás por una pésima gestión de sus recursos y su política de títulos anuales. Recientemente, sus principales responsables declararon que ‘Espada/Escudo’ apenas estuvo 2 años en desarrollo desde finales de 2017: es una cantidad de tiempo muy pequeña y absurda para este tipo de juegos a gran escala, de modo que aquí nadie puede salirse de rositas, por titánico que resulte sacar un videojuego adelante. Los errores por el lado del desarrollador solo ayudan a incendiar más si cabe las polémicas a las que se ven sometidos, pero es importante recalcar que las decisiones tomadas durante el proceso creativo del juego NO SON TÓXICAS. Otra cosa sería pararnos a pensar en estrategias de mercado predatorias como las lootboxes o microtransacciones de pago, las cuales sí se entrometen directamente en el contrato no escrito entre consumidor y empresa realizado al adquirir un producto.
En todo caso, volvemos al individuo como el catalizador que prende la mecha y aprovecha su esfera de influencia para desplazar a las masas. Terminamos hablando siempre de los mismos estereotipos de usuarios: agresivos, a la defensiva, con una defensa cerril o con un afán demasiado inconformista, que no podría contentarse ni aunque fueran a la puerta de su casa ramo en brazo. Da la sensación incluso que todo cuanto nos rodea es tóxico: videojuegos, política, medios de comunicación o hasta tu comunidad de running. Pero de nuevo, no tenemos en cuenta el apego emocional o la nostalgia que influyen gravemente en las acciones del individuo y sobretodo, no sabemos ponernos límites y decir basta. Desligarnos del conflicto y ceder. Eso no quiere decir aceptar una derrota u obligarse a pensar de una forma determinada, sino ignorarlo. Dejarlo pasar. Como diría el peor fiscal de la saga Ace Attorney: ‘Let it be and move on’. Hasta los mismos animales de ‘El Libro de la Selva’ te dirán que trates de buscar lo más vital en esta vida, lo muy esencial, para vivir sin batallar y olvidarse de la preocupación.
Por tanto, y a tenor de todo lo recogido en este artículo, ha llegado el momento de estrenar el ‘Diccionario del buen gamer’ definiendo el primer término digno de su inclusión:
tóxico: adj.
- Cualidad de intolerante.
- Que censura opiniones diferentes y actúa en contra de la persona, atacando sus libertades.
- Que trata de forzar a la persona a pensar de una forma determinada.
- Que trata de apoyarse en otra persona o grupo para perseguir y enfrentarse a otros individuos.
- Perteneciente o relativo a una sustancia tóxica.
Ejemplo: “Los fans de Pokémon son tóxicos”
¡Aplausos! ¡Júbilo y algarabía! El ‘Diccionario del buen gamer’ ha recibido su primera palabra, y quien sabe si en el futuro vendrá de nuevos términos dignos de su inclusión. Hasta entonces… no sean tóxicos. Porfa.