Cómo Bungie parece no aprender de sus errores
Bungie ha demostrado con la segunda entrega de Destiny que es incapaz de aprender de los errores cometidos en el pasado. Me declaro fan incondicional del título, pero no puedo decir lo mismo de su sucesor. Destiny 2 comenzó con una buena base y una mejor narrativa, pero, a medida que pasaban las horas, la historia se hacía algo escueta, aunque la chicha importante se encontrase en el endgame. No obstante, por sorpresa para mí, este era bastante más escaso de lo que cabía esperar. Tanto, que al cabo de dos meses jugando día sí y día también, acabé abandonando el juego. Desencantado de una de mis sagas favoritas.
El primer Destiny me enamoró por reunir todos mis géneros favoritos en uno solo, entre los que se encontraban el MMORPG y el shooter moderno. Por ser exigente con el jugador a la hora de obtener la recompensa que tanto ansiaba, y por ofrecer al usuario más dedicado un amplio arsenal de armas y accesorios dignos de ser exóticos, con los que presumir en la Torre. Todo el mundo que te veía con una Rompehielos se quedaba fascinado; con el tan deseado Gjallarhorn, o con mi favorita, la Régimen Suros. Recompensas por las que valía la pena pasar día y noche jugando.
Farmear como un chino para poder mejorar mi armadura y armas, hacer ocasos y raids bien recompensadas… En resumen, Destiny tenía lo que, desde luego, no tiene su secuela: un endgame bien estructurado.
Pero no es oro todo lo que reluce. La entrega original pasó por una época oscura, donde el juego empezó a quedarse sin contenido con el que mantenerte pegado a la televisión – para ser más exactos, esto ocurrió después de la salida de su primera expansión, La Profunda Oscuridad. Dicha extensión trajo consigo una raid muy vistosa y emocionante, pero mal ejecutada, en parte por los numerosos bugs que ostentaba y por su breve duración. Menciono los bugs porque aún a día de hoy puede ser completada por una sola persona cuando, sobre el papel, harían falta seis personas para dar acceso en ciertos puntos.
Por lo demás, decir cabe que el contenido de esta expansión era bastante pobre, de poca calidad, en lo relativo a armas, armaduras o accesorios, pues muy pocos objetos generaban esa citada ‘necesidad’, que sí estaba presente en el arsenal base. Ya en pleno marzo se lanzó su segunda expansión, La Casa de los Lobos, en el que bajó en gran cantidad el numero de jugadores, dejando a Destiny y al estudio responsable contra la espada y la pared. Meses más tarde, en la feria angelina del E3, se anunció la primera gran expansión, El Rey de los Poseídos, que, a un criticado precio de 39,99€, salvó al juego del pozo en el que muchos ya dábamos por hecho que se encontraba, facilitándole una segunda juventud que se prolongó hasta Señores de Hierro, cuarto y último DLC.
Esta historia, por desgracia, parece repetirse con Destiny 2. Bien es cierto que la entrega mejoró muchas cosas del primero, pero cambió ciertos parámetros, mecánicas y elementos que en el original eran perfectos, impensables a la hora de trastear con ellos. El juego aterrizó en nuestras PS4, Xbox One y PC con unas armas y armaduras recicladas en gran parte, y cuyas únicas incorporaciones tristemente no generaban la necesidad de trasnochar para conseguirlas – ya no eres el más guay por tener X arma, como sucedía en el primer videojuego. Ahora, las armas más deseadas no son las exóticas, si no las legendarias, simplemente porque sus stats son vagamente mejores que los del codiciado grupo.
La inclusión de los malditos Tokens hasta en la sopa son el mayor despropósito del juego, pues están presentes hasta en las recompensas en las raids
Al poco de salir, Destiny 2 pedía una expansión a voces, pues jugadores y YouTubers ya estaban aburridos del nulo endgame del que hacía gala el título. Pasó duras penas un mes más hasta que en diciembre se lanzó La maldición de Osiris, con una calidad, lore y contenido muy pobres. Historia con un sabor amargo, un nuevo planeta cuyo tamaño era comparable al de una lenteja… en menos de una semana ya habías descubierto todo el contenido que la expansión podía ofrecerte. En ese sentido, se trata de un DLC parecido a La Profunda Oscuridad; muy vistoso y emocionante por momentos, pero nada más – y todo ello, sin citar que las recompensas eran exactamente las mismas que podíamos conseguir en la raid Leviatán.
Con la próxima expansión a la vuelta de la esquina, el último shooter de Bungie se encuentra en las mismas circunstancias que la entrega original – o en unas aún peores, si me apuras. Después de los grandes problemas de contenido y de la baja calidad del mismo, el numero de jugadores ha disminuido de manera muy preocupante durante estos últimos meses, y los analistas coinciden que estas incidencias pasarán factura para Activision.
En lo personal, veo muy probable que en el E3 de este año se anuncie una nueva expansión ”salvadora” – tal y como ya pasó con El Rey de los Poseídos – que, a pesar a ser mas cara (40€ en lugar de 20€), tenga el suficiente contenido como para tenernos pegados al mando durante unos cuantos meses. Se trata de una teoría personal, sí, pero que creo que tiene especial lógica. Porque los fans de Destiny, así como los chicos de Bungie, estamos atrapados en el día de la marmota. Siempre pasa lo mismo, con una Bungie que no aprende, y con un público que nunca escarmienta, ya sea por el amor que le hace llegar a este título, o porque simplemente a Activision, en cuanto a marketing, no le gana nadie.