Del cielo y el mar
Desde el cobalto hasta el turquesa, pasando por el cyan, el índigo o el éter, el azul es un all-time favorite. Joe Hallock público hace algunos años los resultados de su estudio sobre el color, entre los cuales se encontraban varias encuestas que revelaban que el azul era el color favorito de casi el 50% de la población (siendo este notablemente más popular entre los hombres (57%) que entre las mujeres (35%)). Este gusto por el azul no es un hecho fortuito; una notable cantidad de emociones positivas las relacionamos a este color. Eva Heller mencionaba en su Psicología del color (2004) que el azul era citado de forma recurrente como afín a conceptos tales como la armonía, la confianza, la amistad o la simpatía. Queda por tanto, patente su oposición, al menos en primera instancia, con el rojo, del que ya hablamos en el primer capítulo de esta serie. Si al analizar el rojo nos remitíamos al fuego, al hablar del azul debemos referirnos irremediablemente al agua y, en menos medida, al aire: dos elementos incoloros que, sin embargo, percibimos como cerúleos, pues azul es el cielo y azul es el mar. Esta oposición elemental y cromática es importante a la hora de comprender este color y cómo nos influye.
Si retomamos el código de color del que hablábamos en el artículo anterior, en el que el rojo se utilizaba para designar enemigos, el azul, su contraparte, es empleado para representar a los amigos y los aliados; si el rojo es el color más cálido, entonces el azul es el color más frío. Por la ya mencionada evidente relación con el cielo y el mar, el azul transmite libertad, inmensidad y grandeza, pero también lejanía, pudiendo por ello adquirir matices de soledad, tristeza y miedo. Es por esto que se utiliza este color para la construcción de climas fríos, y no solo en términos estrictamente climáticos, sino también en la confección de atmósferas en las que existe una falta de cercanía entre los personajes. Es el color, por ejemplo, predominante en Mosaic (Krillbite Studio, 2019), que plantea un mundo corporativo carente de calor humano. El azul también destaca en la paleta de colores de la que se compone el universo de Death Stranding (Kojima Productions, 2019), no solo para ilustrar los fríos páramos que visita Sam, sino también para plasmar la realidad de un país fragmentado y una sociedad desconectada.
El azul es también es el color de la infancia y, junto al blanco, uno de los colores de la pureza y la inocencia. Así, no es de extrañar que sea uno de los preferidos a la hora de pintar las paredes de los dormitorios de los más pequeños pese a tratarse de un color frío. En el azul nacen los sueños infantiles que nos acompañarán el resto de nuestros días. Es común que las aventuras de muchos protagonistas arranquen en playas e islas, rodeados de los dos ingentes azules; es el apacible lugar en el que sueñan antes de iniciar su periplo. Es el caso de Yuna, de Final Fantasy X (Square Enix, 2000) o Sora, de Kingdom Hearts (Square Enix, 2002). A esto ya le dediqué un artículo hace un tiempo. El azul tiene sentido como tierra de partida, como inicio, pues está vinculado al agua, y por tanto, es también símbolo de vida y de principio. Regresando a Death Stranding, cada vez que Sam, el protagonista, muere, regresa al agua para su particular resurrección. Así mismo, de su relación con el cielo se extrae otra de sus acepciones: el azul es un color relacionado con lo sagrado y lo divino, y como tal se ha utilizado en conjunto con el blanco para crear personajes como ángeles, dioses y otro tipo de criaturas celestiales. El protagonista de El Shaddai: Ascension of the Metatron (UTV Ignition Games, 2011), construido según estos parámetros, es un buen ejemplo de ello.
Respecto a su valor en términos de género, el azul se ha considerado tradicionalmente un color masculino, frente al rosa (y a veces, también el rojo), que se ha venido utilizando para representar a la población femenina. En las primeras líneas del presente artículo comentaba que el azul era más popular entre hombres y entre mujeres, algo que cobra sentido, pues es un color que socialmente se había situado en contraposición a la feminidad. Sin embargo, esto no significa que el color se hay desvinculado de la mujer: en la Alemania de finales del XIX y principios del XX, solía llamarse medias azules a aquellas mujeres cultas, formadas, y por ende, demasiado masculinas para la época. Por tanto, el azul femenino ha adquirido con el tiempo un cierto matiz transgresor y empoderante. De este color se han vestido heroínas como Samus Aran, con su zero suit, de la saga Metroid, o Bayonetta, del título homónimo.
En definitiva, el azul, como contraparte del rojo, tiene un rol igualmente imprescindible en la construcción de atmósferas, jugando fundamentalmente dos papeles: plasmar mundos y relaciones distanciadas, y presentar el halo de bondad y/o inocencia de personajes – en muchas ocasiones susceptible de ser consumido por el rojo.
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Serie ‘El color a través del videojuego’