Miedo a las alturas

Tendemos a soñar, a imaginar mundos idílicos inexistentes más allá de nuestros propios sueños, imposibles en el mundo real e incluso ridículos según el prisma de quien lo analice, pero siguen siendo sueños. Uno de los materiales intangibles con los que fabricamos dichos sueños es la ilusión, la esperanza de alcanzar una meta que, en el día a día podríamos considerar imposibles, pero que estás ahí, habitando en nuestro interior, y nuestras acciones las intentamos encauzar de tal manera mediante la cual, en algún momento, logremos exteriorizar y ello nos permita cumplir lo que esperábamos conseguir. Está claro que por mucho que soñemos, no todo se podrá hacer realidad, pues cuando sueñas mundos hay que estar preparado para darse de bruces, de frente y sin frenos. Todos somos soñadores, de una manera u otra solemos tener objetivos, y considero que esto es algo bonito. Los sueños de las personas ayudan a definirlas y entenderlas, tanto para bien como para mal, pues aunque soñar esté bien, pecar de ambicioso puede resultar en resultados catastróficos.

No, no hay que marcar niveles donde unos sueños valgan más que otros según lo reales que sean, pues esto no va así, la problemática es la esperanza que tenga cada uno en que se cumplan, y si el resultado final llega al listón para el que lo estábamos preparando, pero cunado no se alcanza, saber parar, estudiar las posibles soluciones y trabajar, en vez de seguir hacia adelante y sin frenos, creando monstruos enormes que pueden pasar de ser nuestros preciosos sueños a bestias monstruosas capaces de protagonizar nuestras peores pesadillas, algo de lo que peca Dying Light 2: Stay Human, lo nuevo e increíblemente esperado de Techland que por fin vio la luz tras una larga lista de retrasos, un producto de otro tiempo que ha viajado hacia el futuro, pero no de la mejor manera.

Dying Light 2: Stay Human

Han pasado 7 años desde el lanzamiento de su primera parte, un juego que supo darle una vuelta de tuerca a Dead Island, la saga precursora y que sirvió de base para ambos títulos, donde las similitudes se ven a primera vista. Durante todo este tiempo de desarrollo cabría esperar un gran cambio, ya que se presupone que el trabajo realizado en 7 años se notaría fácilmente, pues al fin y al cabo cabría esperar mejoras a doquier, en especial cuando estamos en un cambio de generación donde destacar puede ser primordial a la hora de las ventas. Sin embargo, y a pesar de tener un buen campo para debutar, el estreno ha sido en blanco y negro, con cierto aroma a puro y la sala llena de sombreros y gabardinas, un sabor a tiempo pasado que tal vez es mejor mantenerlo en el recuerdo, pues si nos acercamos al mismo y lo investigamos, posiblemente empecemos a aborrecer todo aquello que vino. Dying Light 2 Stay Human nos sitúa en un mundo abierto de un tamaño inconmensurable, la ciudad que simboliza el último bastión humano frente a una catástrofe zombie que ha diezmado la vida humana en el planeta, dejando como resultado un mundo “devastado” donde los humanos hacen todo lo posible para sobrevivir un día más, aunque en muchas ocasiones no se logre. Nuestra misión principal consistirá en reencontrarnos con nuestra hermana e interactuar con los diferentes grupúsculos y personas individuales de esta ciudad para sonsacar información de su paradero, todo esto mientras nos vemos envueltos en más y más problemáticas solo solucionables mediante nuestra intervención como peregrino, un extraño que es ajeno a todos los enfrentamientos y que hace las veces de juez y ejecutar de sus propias decisiones, las cuales nos llevarán a unos derroteros u otros dependiendo de cómo intervengamos.

Dying Light 2: Stay Human

Bajo este pretexto deberemos de investigar palmo a palmo la ciudad no solo para encontrar respuestas, sino para mejorarnos con los restos que iremos encontrando y con los que fabricaremos objetos, armas y armaduras que nos permitan hacer más liviana nuestra carga. Este viaje sin duda no será sencillo, y para solventar los problemas que se nos puedan presentar contaremos con dos vías principales de tomar parte en los asuntos de este mundo, uno pasará por el simple combate, derrotar a todo aquel que se nos ponga delante sin miramiento alguno, sea este zombie o humano, pues en algunas ocasiones no nos quedará otra que luchar a muerte contra algunos de los últimos supervivientes de este apocalipsis, aportando nuestro granito de arena al fin de la humanidad.

Esta opción es, sin duda alguna, la más soporífera. Uno de los principales problemas que encuentro en Stay Human es la simpleza de su combate, el cual aunque presenta “diferentes” maneras de enfrentarlo, como armas a una o dos manos, tipos de daño, como contundente y cortante, acaba reduciéndose a golpear y esquivar, y la única diferencia entre las herramientas con las que contaremos serán las armas a una o dos manos, aunque al final el arco con el que golpearemos a los enemigos será prácticamente similar. En más de una ocasión nos veremos obligados a recurrir a la violencia, la cual acaba siendo horriblemente aburrida, sobre todo si queremos despejar zonas de enemigos para explorarlas más pausadamente, pero si no es el caso y simplemente deseamos movernos de un punto a otro, sin duda alguna el mejor camino pasa por el parkour, donde realmente brilla este Dying Light 2.

Por desgracia, en el momento en que el primer juego salió yo no pude lanzarme a él, y no fue por falta de ganas sino de recursos, recurriendo a YouTube para, por lo menos, ver a alguien y poder disfrutarlo de una manera u otra. De aquello que sentí como espectador, ahora ha vuelto y puedo recrearme como jugador, unas sensaciones que puedo imaginar similares a aquellos que le dieron a la anterior entrega y ahora se han lanzado a esta, pues el núcleo y envoltorio que recubre a este sistema es sencillamente idéntico, pero logra perfeccionar y pulir hasta límites insospechados aquello que hizo grande al primero. Dar un salto gigantesco de un tejado a otro para, en el último momento, agarrarte de refilón al poyete de una ventana da un subidón que solo me incita a seguir corriendo a seguir pensando en cuál será mi siguiente salto o cómo llegaré a lo alto de aquel edificio imposible, todo mientras no soy capaz de correr, saltar y esquivar, una suerte de baile entre el jugador y el entorno, dos entes que se entienden el uno a otro y confluyen en dinámicas elegantes, como si fuesen la pareja de baile sobre la que todos hablan y los focos apuntan, y que, aún así, no logran acabar con todas las sombras que los envuelven.

 

Antes he sacado una pega a lo que serían las mecánicas asociadas al jugador, y ahora cabría destacar aquello que empaña al mundo y todo lo que este contiene. La principal problemática sobre lo que atañe a este mundo es la sensación de que llega extremadamente tarde, se nota hijo de su tiempo, heredando el papel de secuela de primero más de la cuenta, pues se siente como si apenas hubiera pasado tiempo entre un juego y otro. El mundo abierto es enorme, eso está claro, y hay un gran número de entidades en este, pero por dentro se encuentra enormemente vacío, las estructuras resultan repetitivas, al igual que las misiones, que mayoritariamente se repiten en torno a recoger recursos o matar enemigos, como antaño se hacían, un aspecto en el que sin duda alguna ha habido evolución estos últimos años, pero que no se han tenido en cuenta a la hora del desarrollo de Dying Light 2, transmitiendo a veces la sensación de que este juego podría haber sido mucho mejor si, durante todo este tiempo, se hubiera abierto la puerta a escuchar propuestas, mirar a otros lados y aprender, y no a cubrirse los ojos y caminas en línea recta sin fijarnos en los increíbles trabajos que se han lanzado. Por si fuera poco, la historia y todo aquello donde las conversaciones se dan lugar queda reducido a una sarta de insultos y palabras malsonante que, en boca de personajes adultos y temas serios no tienen lugar ni sentido. No puede ser que no pueda avanzar los comentarios y tenga que tragarme una historia insípida donde todo se encadena con insultos, viéndome obligado a aguantar conversaciones que, sencillamente, querría evitar. Esta aura impregna la obra entera, desde las misiones secundarias completamente irrelevantes, hasta los momentos clave de la historia, un esperpento que he tenido el coraje de aguantar.

Hijo de una época pasada

Un tira y afloja constante donde se enfrentan lo que es y lo que pudo haber sido, dos fuerzas contrarias que no ceden. Dying Light 2: Stay Human es hijo de una época pasada, un juego que de haberse lanzado años atrás, tal vez cuando se tenía pensado inicialmente, podría haber tenido otro impacto completamente distinto en mi, pues sé que hay gente que lo ha disfrutado enormemente, ya que puede llegar a serlo, puedes llegar a pasártelo bien, tal vez. Claro que he disfrutado del parkour, y es a lo que me dedico completamente cuando juego, intento recoger todos los recursos posibles de una zona y, antes de liarme a golpes, aprovecho el entorno y las mejoras que voy desbloqueando en el árbol de habilidades para salir indemne, carreras que gozo profundamente, pero que son incapaces de cargar con el peso que el juego se autoimpone al intentar abarcar mucho y no concretar en nada. Los sueños son preciosos, y siento en este título que han existido, que ha habido una intención de hacer un gran trabajo, pero que el paso del tiempo y los problemas han ido degastando como el agua a la roca, provocando derrumbes en aspectos clave que son insalvables, un juego que soñó, y los sueños, sueños son.


Esta crítica se ha realizado con un código de descarga para PlayStation 4 cedido por Techland.