El Leviatán que observaba desde las profundidades
El mar ha sido objeto de leyenda desde que podemos navegarlo. Sin recurrir a la ficción, tenemos multitud de avistamientos de criaturas abisales realizados por marineros a los que, por supuesto, ¿quién iba a creer? Con los años y el paso de civilizaciones, cada una con su bestiario personal de mitos y leyendas, hemos ido esclareciendo (al menos en algunos casos) qué podía haber sido cada una de las criaturas que llenan los relatos históricos y los rumores que han recorrido el mundo entero.
Dredge es un título que abraza el mito. Tras acabarlo, volver a este vídeo de Jacob Geller se antoja indispensable para ahondar todo lo posible en los orígenes de nuestro interés por las aberraciones marinas. Y es que encontraremos aberraciones a tutiplén en Dredge, pues nos propone ejercer de marinero en un archipiélago lleno de terrores y de mucha locura. Eso sí, su jugabilidad poco o nada tiene de terrorífico, ensalzando una aventura muy descafeinada que disfrutamos por su tranquilidad y adoramos por su ambientación.
Esto último, que podría ser criticable para muchos, es una bendición para otros que, como yo, no jugamos tan cómodamente a juegos que implican terror de forma activa. En Dredge, por suerte para nosotros, ese carácter misterioso y horripilante es más atmosférico que otra cosa. Jugablemente es, en líneas generales, un constante minijuego de pesca y navegación donde, además, tenemos que aprender a gestionar nuestro inventario. Este se encuentra dividido en cuadrículas y, como todo marinero que administra bien su carga, debemos aprovechar el limitado espacio para las capturas marinas, más limitado aún conforme más aparejos y utensilios queramos cargar al salir de puerto. Para ello, eso sí, varios personajes estarán dispuestos a negociar con nosotros diferentes piezas mejoradas para la embarcación, que previamente tendremos que haber investigado para habilitar la venta.
Esta ambientación que comentamos es una muy basada en los tropos de la locura y el horror cósmico que tanto caracterizan la obra de H.P. Lovecraft. Puede que esta idea de barcos y las ideas del soñador de Providence os resulten familiares, más allá de que encajen a la perfección, y esto tal vez se produzca porque Sunless Sea hacía algo similar. Sin embargo, en Dredge la supervivencia es mucho más laxa y difícilmente fracasaremos en el periplo si mantenemos un mínimo de cuidado. Eso sí, puede que los que padezcan de talasofobia no quieran adentrarse en las oscuras aguas más allá de la ensenada inicial, o criaturas de todo tipo comenzarán a acechar en mitad de la noche. Aunque bueno, quizás todo esté en nuestra cabeza, nunca lo sabremos del todo.
Lo que sí sabemos es que la noche es oscura y alberga horrores. Horrores en forma de neblina que lo cubre todo y que solo sirve para alimentar poco a poco nuestro indicador de locura, que solo reduciremos intentando dormir algo para olvidar y seguir, como si esto solucionara la situación. Todo se torna más turbio, además, en cuanto pescamos nuestra primera aberración que, en lugar de seguir el patrón de su especie, implica una serie de mutaciones producidas por dios sabe qué. Pero bueno, son peces al fin y al cabo, así que completar la enciclopedia implica también buscar todas las variantes horripilantes de cada especie, cada una en caladeros determinados distribuidos por el mapa. Mapa que, por cierto, representa con exactitud el archipiélago, aunque no nos fiemos del todo hasta que no veamos todo con nuestros propios ojos que, curiosamente, ya nos engañaron en más de una ocasión.
Recorremos los diferentes sectores por incitación de una especie de coleccionista de objetos perdidos en el mar. Una caja de música, un reloj de bolsillo… baratijas así no parecen tener mucho de místico, pero la trama demostrará que aquí nada es lo que parece. Eso sí, para encontrarlos, el proceso pasará por establecernos en una zona y empezar a trabajar por allí, haciendo misiones secundarias para individuos extravagantes y llevando capturas en busca de dinero. Con este dinero, como decíamos antes, podemos comprar nuevos artilugios que han de ser investigados con materiales que habremos dragado previamente. Así, desbloqueamos trampas para cangrejos cada vez más eficientes y cañas con las que poder pescar, por ejemplo, en una zona de manglares, donde los aparejos tradicionales se enganchan.
Poco a poco desbloqueamos nuevas formas de pesca, con minijuegos novedosos que se basan en pulsar un solo botón pero que difieren lo suficiente como para hacerse variados durante las horas que dure nuestra aventura. Siempre atentos a la hora, claro está, pues no queremos que nos pille la noche en mitad de la nada sin posibilidad de acceder rápido a puerto para descansar y evitar los susurros y sonidos que no queremos escuchar. Aunque bueno, algunas capturas serán solo posibles cuando todo esté completamente oscuro, así que tendremos que arriesgar nuestra cordura en ocasiones. Con suerte, ningún extraño ser intentará adentrarse en nuestra bodega de forma sutil ¿no? Todo parece amenazante. Es uno de los puntos interesantes de esta locura ficcional que nos convierte a nosotros, como protagonistas de Dredge, en sujetos pasivos del raciocinio, que deja de ser voluntario y se mueve por sí mismo. Así empezaremos a ver rocas donde antes no había nada, sentiremos temblores por doquier y cada vaivén de olas parecerá una amenaza en la noche.
Continuar con la trama poco a poco depende de nuestra inversión en los aparejos de pesca, pues algunos personajes irán solicitando tipos de peces determinados. Pero, además, podemos ser más eficientes leyendo de forma pasiva unos libros que nos proporcionan los individuos con los que hablamos al completar tareas de pesca o de recolección para ellos. Esto es interesante porque nos proporciona un motivo para ir buscando más allá de limitarnos a los objetivos que resuelven la historia principal. Y, lo mejor de todo, es que hacerlo permite encontrar ciertos secretos ocultos y hasta un final alternativo que premia la exploración y el perdernos por el mapeado un poco más de la cuenta, algo que no será complicado si nos empeñamos en buscar especies raras y aberraciones nunca antes vistas para completar la enciclopedia. Además, los caladeros se agotan si decidimos esquilmar todo rastro de vida, por lo que tendremos que ir moviéndonos mucho para realizar una pesca sostenible que garantice recursos futuros. En definitiva, intentando explorar un poco (y leyendo lo que encontremos) conectaremos mucho mejor las trazas argumentales llevándonos alguna sorpresa con la narración.
“Miró dentro del cofre abierto y, luego, me miró a mí. En sus ojos vi el vacío”.
Más allá del estupor que pueda producirnos la nocturnidad y tener que esquivar algunos seres pesadillescos cuando menos lo esperamos, Dredge no supone demasiado desafío. Sumado a los poderes que obtenemos y que facilitan el transcurso de la aventura (sobre todo en relación a cubrir grandes distancias), el sistema de juego acaba siendo bastante automático, más contemplativo que otra cosa. Está claro qué equipamiento es claramente superior y, aunque podamos optar por redes en lugar de cañas para pescar de forma pasiva, al final no hay una alternancia real y el árbol de investigación acabará estructurado de igual manera para todos. Cualquiera podría pensar que el terror a las profundidades está superado teniendo en cuenta nuestra posición en la escala tecnológica. Sin embargo, aunque nuestra ficción en las últimas décadas haya asociado el horror con la supervivencia espacial, El título de Black Salt Games viene a demostrar que los mitos sobre el mar que pueblan la historia de la humanidad siguen siendo igual de interesantes y cautivadores en un ejercicio excelente de ambientación. Además, probad a bañaros de noche a 20 metros de la orilla y volvéis aquí a comentar si los terrores submarinos son racionales o no.
Este análisis ha sido realizado con una copia digital para Steam facilitada por Team17.