Pero ahora estás solo, nada de esto importa
Este texto contiene spoilers leves de Disco Elysium
To the tiny church there
The smallest church in Sussex
Though it once was larger
How the rill may rest there
Down through the mist there
Toward the Seven Sisters
Toward those white cliffs there
I would ofter stay there
In there tiny yard there
I have been so glad here
Looking forward to the past here
But now you are alone
None of this matters at all
Las olas arremeten contra la costa, inmisericordes, mientras el sol comienza a dibujarse en el horizonte, acabando con los últimos rastros de las penumbras. El cadáver de un padre alcohólico, perdido y olvidado en un muelle, con no mayor compañía que su última botella dejada a medias, recibe los primeros rayos de luz matutinos mientras la goma de mascar, puesta ahí en un fútil intento de eliminar el tufo producido por la bebida para aminorar los regaños de una esposa a la que nunca más volvería a ver, se sigue solidificando en su pútrida boca. Un policía se despierta tras otra noche luchando contra su cerebro reptiliano que no le ha dejado de atormentar ni siquiera tras haber perdido la memoria por completo, pues ni con eso ha conseguido eliminar los fantasmas de un pasado turbulento y lleno de un dolor infinito.
La luz del sol se expande por Martinaise, cubriendo con su templado calor otoñal los escombros que ha dejado una guerra de hace medio siglo que la gente ha adoptado, acondicionado y llamado hogar. La desmesurada estatua que se erige de forma irónica por artistas de otros tiempos en la plaza central refleja los rayos de luz, indiferente a los problemas de la gente, sus penas y su pobreza. Una mujer se levanta, implorándole a todo espíritu en cuya existencia crea o no que proteja su librería de la maldición del área comercial mientras manda a su hija a pararse en el frío de la mañana para promocionar su tienda, quien acude con ahínco.
Una fugitiva acude a la terraza de la habitación del hostal en el que se hospeda pues no soporta estar dentro, donde su amante fue asesinado frente a sus narices en medio de un descontrolado frenesí de drogas y sexo. El humo de sus cigarros, los cuales fuma uno tras otro, se eleva en el aire matutino de Martinaise. Una pescadora, no puede evitar recordar al idiota de su difunto esposo quien murió borracho en altamar cuando ve que el carruaje de un policía sigue hundido a medias, perforando la capa de hielo formada en la costa a unos pasos de su hogar. Un escalofrío recorre su cuerpo mientras piensa en sus hijos, una niña y dos gemelos varones.
Una huelga se vuelve a encender cuando los trabajadores se agolpan frente a las puertas de su empresa, demandando poder volver al trabajo, suspendido por los intereses personales del líder del sindicato. Un cadáver colgando de un árbol comienza otra jornada recibiendo pedradas de un niño extraño, alentado por una niña aún más extraña, quien lo observa tras una alta cerca de madera. Una mujer acude en su silla de ruedas al comedor de un hostal esperando encontrar una compañía que haga más tolerable la incierta espera por su esposo, quien anda en busca de un animal mitológico al otro lado del destruido puente. Una pareja de ancianos se reúne frente a la plaza, usando como excusa un tonto juego de canicas para hacerse compañía tras la pérdida de la amada que tenían en común y que ahora es el único vínculo que tienen entre ellos y con el resto del mundo. Un joven poeta ensaya sus versos mientras comienza otro día más frente a su camión, esperando que se resuelva la huelga y pueda mover su armatoste.
El policía amnésico se para frente al espejo como todas las mañanas para intentar quitarse la estúpida mueca, que ha titulado La Expresión, de la cara sin éxito alguno. Mientras su Electroquímica le ruega que vaya por drogas y alcohol, desciende las escaleras para encontrarse con su colega de otro precinto policial para continuar con la investigación que los llevó a ambos a aquel lugar olvidado e indómito de Revachol.
Revachol es una nación que todavía no se recupera de su última guerra, una declarada contra sí misma; un choque entre dos ideales que no ha dejado mayor resolución que una cantidad inconmensurable de cadáveres y edificios destrozados, familias incompletas y resentimiento frente a toda figura de autoridad. Dentro de todas las ciudades de la nación, Martinaise se eleva como un territorio indómito, donde ni siquiera la policía tiene jurisdicción y su pueblo se eleva frente a cualquier intento de control externo. La ciudad está llena de gente incompleta y dolida, de racistas y fascistas, de idealistas y, por sobre todo, de melancólicos incurables. De personas solitarias que se aíslan del resto por más de una razón o por ninguna en especial, quizás por eso se abren más de la cuenta cuando un extraño policía amnésico que no deja de balbucear que el apocalipsis se acerca hace preguntas de todo tipo que poco y nada tienen que ver con la investigación por la que supuestamente llegó ahí, a Martinaise, hace más de tres días mientras que ni siquiera ha sido capaz de bajar el cuerpo de la víctima del árbol donde fue colgado.
Ya sea por rencor, miedo o por circunstancias de la vida, cada habitante de Martinaise se ha blindado en su propio caparazón para evitar seguir saliendo lastimado por los demás. Y solo aquel que construyó la fortaleza máxima frente al dolor, una amnesia inducida por el exceso de sustancias en su cuerpo, logra hacerlos admitir, aunque sea para sus adentros, lo solos que están y lo desamparado que está Martinaise, aquel tonto y obstinado rastro que dejó la guerra, y sus habitantes frente al resto del mundo, separados por un océano infinito de melancolía.