Déjà vu
Adaptar Pokémon a la gran pantalla no resulta tan sencillo como pueda aparentar, y mucho menos al live action. Hay mucho contenido que integrar, pues el mundo de Pokémon es rico y complejo. Para un espectador ajeno a la franquicia, esto puede convertirse en un quebradero de cabeza si el filme no consigue explicar lo suficiente sin resultar demasiado expositivo. En la primera cinta animada de 1998 ya había ciertas incoherencias narrativas. Se señalaba la violencia y el maltrato animal que sufrían los Pokémon al herirse en peleas, pero sin embargo se reivindicaba el espíritu de competición y victoria en los combates. Tampoco ayudaba la calidad de la película en sí. Las reglas que funcionan a priori en el universo Pokémon de los videojuegos pierden cierto peso al extrapolarlas al mundo real. En el mundo Pokémon la sociedad está tan avanzada tecnológicamente que se pueden teletransportar animales mediante wifi pero los entrenadores tienen que recorrer mundo a pata. Nadie cuestiona lo moralmente dudoso de emancipar a un niño sin escolarización para que se vaya a cazar animales. ¿Y los líderes de un Gimnasio Pokémon? ¿Son autónomos? ¿Tienen que pedir licencia al ayuntamiento? ¿O lo de que todos los centros Pokémon tengan sanidad veterinaria pública?… ¡Venga hombre!
Lo fácil habría sido copiar la trama del anime y resumirla para hacerla en un formato largometraje. Pero esta opción podría echar para atrás al público mayoritario no asiduo a los juegos. La solución que propone Detective Pikachu es una jugada sencilla, pero bien orquestada: contar una historia de detectives ambientada en el mundo de Pokémon. El film se plantea como una trama policíaca, para así atrapar a todo tipo de público sin dejar de lado su ambientación videojueguil, que hará las delicias de los fans. Y como guinda tenemos a Ryan Reynolds, que cambia su rol de superhéroe deslenguado para dar voz al personaje más mono e inocente de los videojuegos. Esta jugada comercial surgió como la suma de los dos inesperados fenómenos culturales de 2016: la película Deadpool y el juego para móviles Pokémon Go. Con la gran acogida en taquilla de Deadpool, la carrera de Ryan Reynolds renació cual ave fenix, descubriendo la gran vis cómica y gamberra del actor y, por supuesto, su peso como reclamo comercial.
La realidad es que la franquicia de Pokémon lleva cosechando éxitos ya desde que asomara por las pantallitas de nuestras Gameboys en el 96, pero siempre fue vista como una licencia para un target específico e infantil. Pero las imágenes en los noticiarios de una masa de adultos causando una estampida para atrapar un Vaporeon en Central Park hicieron que los ejecutivos de Warner Bros se rascaran las cabezas y se planteasen que Pokémon podría no ser solamente “cosa de niños”, sino algo para todo tipo de público y a una escala global. Muchos de los que crecimos con la serie de los noventa, pertenecemos a la generación millenial y esto lo sabe de sobra Detective Pikachu. No nos engañemos, la película es sencilla e infantil, pero está dedicada a nosotros con un cariño enorme. El personaje de Tim Goodman, al que da vida con gran acierto Justice Smith, es un chaval de 27 años que de niño aspiraba a ser entrenador Pokémon y sin embargo de adulto acaba trabajando como perito en una empresa de seguros. Su amigo de la infancia le insiste en que se vaya con él a atrapar Pokémon pero Tim no quiere volver a dedicarse a este tipo de pasatiempos.
Durante el desarrollo del film Tim va demostrando sus conocimientos de entrenador Pokémon, y poco a poco vuelve a conectar con aquella pasión hacia los Pokémon gracias a su relación con Pikachu. La película, a través de Tim, apela directamente a nosotros, a nuestras infancias que soñaban con convertirnos en entranadores Pokémon, y que imaginaban que ser adulto consistía en viajar a cualquier lugar, llegar a cualquier rincón sin ataduras y con absoluta libertad. Al crecer nos dimos de bruces con la realidad, que era muy diferente, con la vida que a veces nos pone pruebas más duras que los gimnasios Pokémon, y con que a veces nuestros caminos acaban en un empleo desagradable. La cinta habla de nuestro niño interior, pero siendo más sútil y menos forzado que en Christopher Robin o Mary Poppins Returns, por ejemplo. La mayor baza que juega Detective Pikachu es contagiar ese mismo espíritu inocente de aventuras que hizo que nos enamoraramos de Pokémon. Uno de los problemas habituales de las adaptaciones a videojuegos es que muchas veces parece que los films se avergüencen del material del que parten e intentan distanciarse por completo de su esencia. Detective Pikachu, en cambio, no se averguenza de ser una película basada en Pokémon, y hace gala de un gran cariño y respeto por su universo.
Aparte de los ya sabidos cameos de los Pokémon, vemos detalles ingeniosos por los escenarios e incluso en la ejecución de diversas escenas.
Un ejemplo sutil es en cierto momento en el que Pikachu y Charizard luchan y el personaje de Justice Smith intenta pisar la llama de la cola de Charizard. Este detalle es importante, porque Tim podría haberle tirado algo a la cabeza u haber hecho otra acción, pero como él tiene conocimientos sobre los Pokémon sabe que si se le apaga la cola a un Charizard, éste se debilita. Es un dato que no se explica en la película pero que solo un fan de Pokémon conoce. Este microgesto es uno de los muchos de los que enriquecen el film, y son estas perlitas las que hacen de esta cinta no solo la mejor película basada en Pokémon, sino la mejor adaptación de un videojuego hasta la fecha.
Detective Pikachu sigue la trama de su juego homónimo de la Nintendo 3DS, publicado en (¡oh, sorpresa!) 2016, y tiene diversas referencias a este, incluídas las apariciones de los Pokémon Aipom o Ludicolo. Aunque la cinta busca una personalidad propia y añade elementos que dan forma a su worldbuilding.
Una característica llamativa es que el mundo que rodea la película es una fusión entre lo occidental y lo oriental. Este tema ya lo vemos en sus créditos iniciales en forma de Kanji o la banda sonora de Henry Jackman. Este compositor al que hemos podido escuchar en Kingsman o Uncharted 4, nos presenta unos temas instrumentales que evocan la música original del videojuego, cuyo estilo japones crea una simbiosis con formulas músicales más occidentales. La partitura de Jackman tiene ecos deTangerine Dream, Vangelis, Mike Oldfield y sobre todo nostalgia de Game Boy.
La majestuosa música de Jackman nos sumerge en Ryme City, una metrópolis clásica con una dinámica futurista. Para ello han tomado como base Londres, lo cual viene como anillo al dedo para un paisaje Pokémon. Londres es una de las ciudades con más diversidad cultural del planeta, es la perfecta unión de lo vanguardista con lo tradicional. La ciudad donde campan Holmes, Poirot y Marple adopta elementos de Tokyo como el neón o los puestos de fideos para dar forma a una Ryme City que se respira con un aire meláncolico y neonoir. La fotografía es llamativa, con contrastes de luces duras y sombras misteriosas. Al igual que en Blade Runner, los neones de la urbe nocturna se reflejan en los protagonistas. Rob Letterman, director de Detective Pikachu, repite su fórmula de cine de aventuras de inspiración ochentera al igual que hiciera con Pesadillas, su anterior trabajo. Es cierto que Detective Pikachu peca de tener un argumento demasiado simple para adultos, al mismo tiempo que usa giros demasiado complejos para los niños. Pese a ello, tiene momentos de auténtico ingenio e imaginación, como el interrogatorio con Mr. Mime o el jardín Torterra.
Cabe destacar sobre todo a Ryan Reynolds, pese a que no dejemos de ver a su Pikachu como una vertiente descafeinada de Deadpool, un efecto inevitable de la sociedad intertextual en la que vivimos. El Pokémon eléctrico respira carisma, humor y sobre todo, corazón. Justice Smith consigue que empaticemos con su personaje y que nos creamos sus conflictos internos en los momentos más dramáticos. Lamentablemente, no se puede decir lo mismo de Kathryn Newton, cuyo personaje parece sacado de una película cartoon. No me malinterpretéis, no es que Pokémon tenga que aspirar a ser David Fincher, pero la manera de actuar de Newton se siente algo exagerada respecto al tono de actuación general. ¿Os acordais cuando Joel Schumacher, en el rodaje de Batman Forever, dirigía a los actores con la frase: “recordar que esto son dibujos animados”? Pues eso mismo. Ken Watanabe y Bill Nighy están correctos, pero se sienten desaprovechados, sobre todo en el caso de Nighy. Pero podemos decir que el auténtico robaescenas de la película es Psyduck, que funciona muy bien como alivio cómico.
Nostalgia exponencial
En conjunto, Detective Pikachu es una cinta muy entretenida de ver, con un diseño de produccion lleno de mucha artesanía y detalle. La batalla en el desfile de globos rezuma emoción y recrea planos que homenajean el punto de vista en pantalla durante los combates de los juegos. Los créditos finales son otro plato fuerte de la película y una carta de amor a la franquicia. The Pokemon Company ha logrado con este film que su mundo cobre vida y que al ver sus personajes quieras abrazarlos de lo adorables que son. Pero sobretodo, lo que ha conseguido Detective Pikachu es demostrar que el espíritu que nos hizo vibrar de emoción de niños en un videojuego, puede seguir haciendolo de adultos en la gran pantalla.