Ni trueno ni impacto
Empezar cualquier discusión sobre Pokémon implicaría comenzar un debate sobre el estado de la franquicia y cómo la percibe el desaforado fandom que acude en masa a comprar sus productos, pero la historia de ‘Detective Pikachu’ para 3DS es bastante más lastimosa si cabe. Anunciado en un programa japonés en 2013 y desarrollado por la rama Creatures (que produjo los famosos modelos de los Pokémon de ‘Espada/Escudo’ ese mismo año), este juego comenzó ideado como un producto digital distribuido por fascículos, para terminar recibiendo una demo en Japón en ¡2016! y lanzar la versión completa en ¡2018!, con la consola eclipsada tras la aparición de Switch. Cinco años de desarrollo más propios de Sony o Vanillaware que de una marca que intenta maximizar beneficios sacando todo lo que puede al mercado, esté como esté. Es uno de los spin-off menos vendidos de la historia de la saga (quizá el peor), y sin embargo, pasará a la Historia por ser el único capaz de recibir una adaptación de Hollywood cuanto menos sorprendente, promocionada como el gran acontecimiento Pokémon de nuestros tiempos, con furrimonigotes FEOS a rabiar y la tópica historia de redención tan genuinamente americana. Recaudó cerca de 500 millones de dólares para un presupuesto de 150M$, y pese a convertirse en la mayor transformación del videojuego a la gran pantalla en su momento (la película de Sonic logró superarle), el resultado inicial fue considerado por debajo de las expectativas. ¿Quién podría imaginarlo? Es bien conocido el funcionamiento de la industria del cine y su capacidad para procrear hidras artificialmente de la nada, pensadas cual Baby Yoda para generar cantidades de merchandising obscenas y propaganda omnipresente, pero fue realmente absurdo. Con todo eso a sus espaldas, el juego del que es originaria la película (y no al contrario) vagó sin pena ni gloria por un mercado de videojuegos abandonado, intentando reinventar un universo Pokémon que tanto se había enrocado entre ambiciones y pagadas frustraciones, sin que nadie estuviese predispuesto a descubrirlo.
‘Detective Pikachu’ narra la historia de Tim Goodman, un good boy que llega a Ryme City con el afán de investigar el paradero de su desaparecido padre, también detective. En esta ciudad donde humanos y Pokémon conviven en plena armonía libertaria (la esclavitud de las Pokéball dejó paso a la esclavitud laboral), pronto conoce a un Pikachu con boina con el que es capaz de entablar conversación en su mismo idioma, con voz ronca y un sex-appeal incuestionable entre el público femenino. Tim parece ser el único en entender a esta extraña amalgama de Danny De Vito y una rata, pero el flechazo entre ambos es evidente habida cuenta que los dos andan tras el mismo objetivo y estamos en una aventura gráfica. Lo consuetudinario en estos casos es aparcar diferencias y unirse por un mismo destino, cual anime random o triunfitos surgidos en la tele. La pareja tratará de hacerse con cualquier pista que les descubra qué fue del bueno de Harry Goodman (¡esos nombres propios de Shu Takumi!), y eso les llevará a ahondar varios altercados en Ryme City, vinculados a una misteriosa sustancia capaz de provocar violencia desmedida en los Pokémon. El hilo argumental es bastante simple en líneas generales, bien conectado entre sí y goza de una envidiable presentación visual en 3DS, pero no esperen ver nada especialmente imaginativo por el camino. ‘Detective Pikachu’ prefiere deleitarse en los encapsulados misterios que guardan cada uno de sus 9 episodios, y de ahí no hay que sacarle. Influye mucho que su premisa esté orientada al público más pequeño y la complejidad de los casos sea trivial, de modo que la historia principal siempre queda en un segundo plano y nunca es desarrollada en profundidad. De hecho, ni siquiera es capaz de cerrar los pocos cabos que abre de partida, incorporando un final bastante abierto y gris, pero no precisamente capaz de sugerir gran cosa como el color sugiere.
Entonces, ¿cuál es la finalidad de jugar a ‘Detective Pikachu’? Esta parece ser la principal cuestión que aborda a todo fan de Pokémon que no sabe muy bien qué esperar del mismo. Probablemente, lo más básico es que haya Pokémon de por sí, ¿no? Una de las grandes virtudes del juego está en su potentísima puesta en escena a nivel gráfico y ver cómo lucen los Pokémon de Ryme City, lo cual llega a ser francamente agradable. Como si se tratara de un parque de atracciones o un documental del National Geographic, la expresividad de cada Pokémon destaca por el gran trabajo realizado en animación e iluminación (superior a los juegos de Switch, sin exagerar), y todos ellos son presentados con gran jolgorio, ocupando su pequeño hueco en el devenir de la aventura. Sin duda alguna, los Pokémon de ‘Detective Pikachu’ se hacen de querer. Están integrados en la sociedad a la que pertenecen, no aparecen como cuerpos rígidos de mascotas figurantes, ni rotan artificialmente sobre sus ejes para dirigirse al jugador cada vez que quiere interactuar con ellos. Es posible incluso dialogar con estos empleando a Pikachu como interlocutor, lo cual ayuda mucho a elaborar pequeños “personajes” o identidades en los Pokémon, ofreciendo pistas para la investigación o meras curiosidades que aporten humor a la partida. Llámenlo curiosidad o el sombrero nuevo de la Nancy rubia, pero buena parte del gozo que puede encontrarse en este juego recae en la representación de los Pokémon que tanto gustan al público y lo bien que lucen, y la distribución de los mismos abarca las distintas generaciones de la serie de forma bastante equitativa. Es curioso como las entregas principales son incapaces de transmitir esa naturalidad que logra transmitir este juego con muchos menos recursos a su alcance. Por supuesto, ayuda mucho que los desarrolladores no tuviesen que lidiar con el reparto entero de monstruitos…
Del mismo modo, el reparto de personajes también destaca positivamente por ser amplio, diverso y presentado con gran mimo a través de cinemáticas y escenas argumentales, aunque puede que el diseño artístico no sea del agrado de todos. Destaca especialmente la química que transmite la dupla protagonista, que no deja de ser la habitual mezcla de chico modoso y compañero contestón (¡hola Banjo y Kazooie!) complementando las virtudes que tiene cada parte. La reportera Emilia Christie aporta desparpajo y simpatía como secundaria recurrente de las andanzas de Tim, cuya timidez saca a relucir cierta admiración por la chica no manifestada. Otros personajes destacables son el Sr. Baker (jefe de la agencia de detectives), su secretaria Amanda o el hostelero Pablo Millán, que regenta una cafetería muy recurrente en los interludios del juego, ideal para relajar el ritmo de juego y mostrar otras facetas de los personajes. Quizá lo más llamativo de todo sea el empeño realizado por Creatures para producir personajes exclusivos para cada caso del juego. La gran mayoría apenas son desarrollados en profundidad o tienen la personalidad de una alpargata, pero al menos sirven para huir del “síndrome Wendy Oldbag”, en el que cada secundario aparece envuelto en todos los casos posibles y marean la perdiz hasta en la sopa. Perdiendo en creatividad y ganando en hartazgo colectivo. Tener tantos personajes únicos en cada caso funciona muy bien a la hora de desenmascarar al culpable, huelga decir que estos enfrentamientos señalando al culpable cual profesor Layton generan algunos de los momentos más destacables del juego.
Los cimientos que sostienen el planteamiento de ‘Detective Pikachu’ son bastante sólidos de por sí… simplemente les faltan recorrido. Por una parte, es justo señalar que el juego de Creatures abarca conceptos como la delincuencia, la investigación científica, la subsistencia o la corrupción desde un prisma algo más maduro y serio que en la serie principal. Temas no especialmente focales en el universo Pokémon que digamos. No obstante, en ningún momento profundiza en ellos porque prefiere mantener un velo blanco y uniforme sobre el conjunto, manteniendo la imagen de juego para todos los públicos. Y sobre todo, nunca pretende que la experiencia de juego deje de percibirse como algo simple y accesible, de ahí que el comportamiento de muchos personajes (y especialmente villanos) sea altamente errático y empleen motivos muy básicos para actuar como lo han hecho, o desvelen la verdad tan pronto como hayan sido presionados. Los habitantes de Ryme City son buena gente que no harían daño ni a un Cutiefly, y así todo. No surgen conflictos morales aunque salgan temas tan estrepitosos como los mencionados, ni los personajes cuestionan las acciones de otros personajes, ni tampoco toman la iniciativa por su cuenta, ni actúan de otra forma que no sea pasota o estéril. No hay sustancia que llevarse a la boca, y eso impregna cada uno de los rincones de este juego. La experiencia de juego no deja de percibirse vacía o insulsa por momento, por mucha laboriosidad que haya en la masa.
Esto inevitablemente nos lleva a hablar de la jugabilidad (fíjense qué tarde sale a relucir en esta ‘crítica de videojuego™’), que concentra toda la ignominia del juego en un solo apartado. El objetivo del jugador es investigar las “escenas del crimen” en busca de pistas, evidencias o declaraciones de los testigos que puedan resolver las Pesquisas que se demandan en pantalla. En cambio, el desarrollo es lo suficientemente guiado y acotado como para reducirlo a una secuencia de momentos, anécdotas y puzles aislados entre sí, cuyo tránsito resulta bastante tedioso y la complejidad de los misterios es muy baja. Incluso irrisoria a poco que uno conozca lore básico de la franquicia. Una vez obtenida la información necesaria para resolver una Pesquisa, hacerlo se reduce a escoger una ristra de opciones (muy reducidas) en las que la solución casi se da hecha. Se atisba algún intento de variedad en los enigmas o algo que implique tirar de lógica, pero hay poco espacio para la sorpresa e incluso resulta forzada cuando los desarrolladores intentan generar momentos de impacto. Quizá para animar un poco el cotarro y ofrecer algo distinto, el juego incluye varias secuencias de QTA (Quick-Time Events) para recargar de acción algunos momentos importantes de la historia, pero son francamente poco habituales y en el caso de errar (cosa harto complicada) ofrecen una cómica escena antes de repetir la secuencia. Pero al menos es algo que llevarse a la boca durante las 12–15h que dura la partida en sí.
En el fondo, no le importa. ‘Detective Pikachu’ no intenta reinventar la rueda del género o expandirlo, sino moldearlo dentro del universo Pokémon y convertirse en una puerta de acceso para introducirse en la franquicia. Dentro de lo malo que puede tener, sigue siendo un juego de corte wholesome, de aquellos que simplemente quieren despertar simpatías y eliminar cualquier pensamiento negativo, y eso no tiene nada de malo. Incluso en su jugabilidad, la ausencia de penalización alguna o Game Over evita que el jugador pueda quedarse atascado en algún momento. El problema está en que el trabajo realizado apenas se ha centrado en construir el universo de este spin-off y generar el contexto mínimo para crear misterio e investigar. Y luego está el eterno dilema que supone desarrollar un juego para el público infantil, al que equivocadamente se le presupone una imbecilidad y ortopedia digital fuera de toda lógica, cuando no tendría por qué ser excusa para desarrollar experiencias de juego más complejas si se ofrecen al mismo tiempo opciones de accesibilidad y feedback visual. Por desgracia, el resultado final resulta estrictamente blanco, monótono y político, porque un juego político no es aquel que mencione o defienda ideologías, también lo es aquel que intenta evitar la discusión y no meterse en cualquier berenjenal. Pero eso ya es harina de otro costal y merecerá un debate más amplio.
‘Detective Pikachu’ tiene potencial para ser algo más, simplemente tiene que insistir y ser más incisivo. Sin embargo, el futuro del spin-off estará aferrado a toda la parafernalia cinemática que surja de él, porque el fracaso comercial del videojuego probablemente haya sido muy pronunciado y re-introducir la saga en Switch será harto complicado. Igualmente, merece una oportunidad probarlo sólo por contemplar otras formas de entender Pokémon más interesantes y arriesgadas que en la carcoma serie principal. Y en el peor de los casos, es sólo un spin-off inofensivo de la marca comercial con más ingresos del mundo. Como siempre, que cada uno cargue con su propia conciencia.