Antes abarrotados, los servidores están ahora despoblados
Los servidores de Destiny 2 se encuentran en un lamentable estado de soledad. No lo digo yo, que nada me gustaría más que volver, lo dicen DestinyTracker y Guardian.gg que a día de hoy establecen la población total del juego entre unas 230.000 y 306.600 personas. Todo ello a la espera del nuevo DLC, Warmind el próximo 8 de mayo y tras haberlo puesto a disposición de Humble Bundle Monthly. Es este un intento de devolverle un soplo de vida a un pobre juego sin luz.
El juego comenzó por todo lo alto. Una campaña que dejaba mandíbulas por los suelos, gráficos que ya quisiera el tráiler de Watch Dogs, aún con todo en bajo, y música con la que hasta comiéndonos un sándwich salvaríamos el mundo. ¿Qué ha pasado entonces? El juego prometía ingentes horas de diversión, y aquí estamos. Sin ni tan siquiera expectativas por la nueva expansión. He tenido que buscar el nombre para saber cuál vendría a continuación.
Lo cierto es que Activision ya debió verlas venir. Tras poner buena parte de la carne en la historia, su problema llego cuando esta se acababa. Aquí comenzaba el declive, también conocido como “end game”. Sin una historia que vertebrara nuestro tiempo, nos topábamos con las actividades secundarias. Una amalgama de quehaceres inconexos que dejaban una sensación de vacío.
El Crisol era fácil de coger cuando jugabas con un amigo, siempre que aprendieras a disparar conjuntamente a un jugador aislado. Los eventos aleatorios tenían 3 o 4 variaciones por planeta, bastantes veces incluso se repetían entre mundos. La Raid perdía el aliciente una vez superada la primera vez y los ocasos y vanguardias perdían su razón de ser cuando las jugabas dos veces y conseguías las armas relevantes de Zavala.
El sistema de recompensas tampoco ayudó, otorgando monedas que al ser entregadas darían un objeto aleatorio de los sets que daba cada NPC. Algo que no casaba especialmente bien con todo el esfuerzo que requieran ciertas actividades, como la raid. Además, el sistema de personalización, algo especialmente disfrutable en un juego donde los coleccionables lo son todo, caían en manos de una única tienda: Eveverse. Así que, sin una gran variedad de actividades, con personalizaciones de personajes capadas a las subidas de nivel (en donde también hubo mano negra) y sin más contenido del que jugar, los servidores empezaron a despoblarse.
Mi compañero Kevin, el que me convenció de que le acompañase por esta entrega tras disfrutar él de la primera, me avisa. ¡Sale el nuevo DLC! Por fin vamos a conocer a Osiris, y seguro que la zona que han anunciado, el bosque infinito le vuelve a dar vida a esto. Juntos saltamos a la nueva zona, Mercurio. Al principio nos extraña su forma de donut, pero tras visitar la torre, nos convencemos de que probablemente hubiera algo más. No. Eso fue todo. Es más, toda la historia que esperábamos disfrutar tras haber hecho esfuerzos para colocar la mandíbula en su sitio se terminó en hora y media. En algo más de dos horas habíamos descubierto la forja y cómo funcionaba. Aprendimos que no había mucha profundidad en ella y volvimos a dejar a nuestros guardianes en la taquilla.
Este artículo no pretendía ser incendiario contra Destiny 2 o Activision. Obviamente tampoco contra Bungie, de quienes quiero pensar que no tienen mucha culpa. Sin embargo, ya no puedo esperar gran cosa de esta nueva expansión a pesar de estar pagada con el pase de temporada. Llevamos desde mediados de diciembre perdiéndole el pulso a este título. Ojalá esta expansión sean las palas que le recuperen el ritmo cardiaco, pero muy a mi pesar… no espero que sea el caso.