Una apuesta arriesgadísima
Siempre he sido un fiel defensor de Destiny; si me permitís la broma fácil, casi un guardián. Si bien sus estrenos numerados siempre se han visto acompañados de una buena dosis de polémica – en el primer caso, por lo triste de su contenido base; en el segundo, por lo aparentemente pobre de su endgame, encontrándose un servidor en desacuerdo con esta última crítica -, siempre me ha parecido un producto que ha sabido cuándo tomarse en serio a sí mismo, llevando a cabo una filosofía clara y siguiendo al pie de la letra un plan de contenidos denso y muy dispendioso de cara al usuario final, pero francamente bien construido y más que agradecido de cara a una comunidad que quizás con el devenir de los meses acababa siendo menos numerosa de lo que cabría esperar, pero que sabía enmendar su carestía con su fidelidad y mimo. Desde su inicio, fui uno de los afortunados que pudo tener acceso a todas y a cada una de las expansiones con las que la entrega nos supo sorprender durante estos últimos cinco años, y lo cierto es que su sucesivo estreno no hizo más que incrementar mis ansias por recomendar encarecidamente a todo amante del shooter looter el viaje que Bungie mucho antes del primer estreno allá por 2014, y que debería de acompañarnos, devoto de su propia promesa, hasta finales de la próxima generación.
Contenidos de Nueva Luz:
- La campaña de la Guerra Roja, sus asaltos y actividades.
- La campaña de La maldición de Osiris, sus asaltos y actividades ambientadas en Mercurio.
Ha llovido mucho desde entonces. No obstante, el juramento que se hizo tiempo ha, lejos de perderse en el mar de la palabrería mediática, ha sabido seguir vigente hasta un día como hoy, en el que el estudio desarrollador, prescindiendo del gran apoyo económico que parecía brindarle su distribuidora, ha acabado por decidir su salida a flote sin la ayuda que hasta ahora le otorgaba un titán como es Activision, estrenando el pasado martes 1 de octubre su primera expansión – bautizada como Bastón de Sombras – en solitario. Dicho lanzamiento, sin embargo, se ha visto acompañado de todas aquellas mejoras y cambios que se anunciaron meses atrás, habiéndose migrado la plataforma en PC de Battle.net a Steam y sumando al universo, de manera completamente perpendicular a la obra original, una completísima versión free-to-play conocida como Nueva Luz.
- La campaña de El Estratega, sus asaltos y actividades ambientadas en Marte.
- Todos los Ocasos del Año Uno.
- Incursiones principales (Leviatán, El Devoramundos, Espira de estrellas), Dificultad Prestigio y equipo asociado.
- Todas las armas exóticas del Año Uno y sus aventuras.
- Acceso a todas las localizaciones disponibles (incluyendo Bastión de Sombras); no así a sus misiones.
Nueva Luz supone una renovada puerta de entrada para aquellos que perdieron el rumbo – probablemente decepcionados – con el estreno de la primera entrega, así como para aquellos curiosos que siempre han sentido la llamada del poder, pero que nunca se han atrevido a adentrarse en un universo que requiere tantas horas del usuario como fondos haya en su tarjeta bancaria. Y puede que parezca un concepto simple ya explorado por otras franquicias como Counter Strike o Fortnite (no debemos de olvidar que su archiconocido battle royale comenzó su travesía como un complemento a la campaña de pago), pero nada más lejos de la realidad. Nueva Luz es al mercado casual lo que Warframe fue años atrás a la industria más hardcore; un puñetazo sobre una mesa coja, que, con una contundencia nunca antes vista, siembra las bases para una forma de concebir el medio alternativa, que otorga al jugador desventurado cientos de horas de entretenimiento de altísima calidad triple A y que le brinda todas las herramientas para disfrutar cuándo, dónde y cómo quiera del título en su selecta compañía, habiendo lugar para campañas alternativas para los más inexpertos (entre las que se encuentra un exquisito remake de la primera aventura del Destiny original, ubicada en el Cosmódromo ruso) y hasta para una instantánea subida de nivel hasta el máximo para los mismos, poniéndolos a un nivel semejante al de la comunidad dedicada y facilitando su disfrute total hasta con sus conocidos más curtidos.
Estas altas expectativas conllevan un peligro. No tanto por mi parte, sino por las de una Bungie quizás demasiado optimista a la que con el paso del tiempo he acabado cogiéndole un cariño especial, y ante la que me aterra pensar en síntomas de declive. Siento que, sin el respaldo de Activision, los padres de Halo han llevado a cabo un all-in histórico, realizando una grandísima inversión cuya recuperación, especialmente tras los gastos que ha podido conllevar la separación, de ninguna de las formas me parece que pueda darse por hecho. Al fin y al cabo, Destiny siempre ha sido un juego de fenómenos; de petarlo muy fuerte durante las primeras semanas (o, mejor dicho, durante unas primeras semanas que, hasta ahora, nunca se habían aventurado con un lanzamiento cercano a la temporada navideña), pero también de recaer tan pronto como la gente descubre otra más de esas incesantes y ocasionalmente angustiantes modas con las la industria nos golpea semana tras semana (en parte, gracias a los largos periodos de desconexión que transcurren entre extensión y extensión). Creo que mis sendas dudas sobre su mantenimiento a medio y largo plazo, por ende, están justificadas, aunque nada me entristecería más que se vieran asumidas. Espero que todo se quede en un mero presagio; prurito de oídos.