'Saturday night, I fell the air is getting hot'
Hablar de Chelo García-Cortés es un sueño hecho realidad. Darme cuenta de lo dañino que puede ser el mundo de los videojuegos, por desgracia, no tanto. Desde que me aficioné a ellos, siento que una parte de mí les pertenece. Antes de aprender siquiera a contar, ya era capaz de sujetar un mando y terminar varios niveles de Super Mario World. En las rodillas de mi padre, esperando un sándwich de kétchup y queso partido en cuatro trozos, veía fascinado cómo él era capaz de adentrarse en la mansión de los fantasmas y salir con vida. Mi madre, por su parte, jugaba un par de minutos a un título de coches (“cuyo nombre no recuerdo“) en el que la policía te detenía por exceso de velocidad. Y, mientras todo eso pasaba, Chelo García-Cortés ya era una figura pública de relevancia nacional.
Prensa rosa, novelas y Game Boy entre medias
Criarte con tu abuela tiene muchas ventajas. A parte de estar mimado las 24 horas del día y comer unos platos excelentes, crecer con tus mayores implica estar al día de los cotilleos del país. Isabel Pantoja, Rocío Jurado, María Teresa Campos y un sinfín de nombres históricos llevan asociados a mis recuerdos décadas. Las charlas en la cocina, los debates en el salón y las conversaciones con los vecinos están tan clavados en mi cerebro como los videojuegos, mi otra gran pasión junto a Chayanne y Chelo García-Cortés.
Cómo os contaba, aprendí antes a jugar antes que a saber hacer cosas extremadamente básicas. No escribí con bolígrafo hasta los 6 años ni corté la comida hasta los 8, pero sabía de memoria qué combos usar en Tekken 3 para acabar el modo historia con cualquier personaje sin esfuerzo. Harry Potter y la Piedra Filosofal, esa obra dantesca de la primera PlayStation con unos gráficos que harían llorar a Jesucristo, me acompañaba cada sábado y domingo. Sin excepción. Durante el fin de semana era capaz de, como mínimo, terminar 2 veces el título. Gracias a esto, una tarrina de helados de frutos del bosque y a los programas de Chelo García-Cortés, mi yo de 9 años entendió que no tenía la culpa de la separación de mis padres. Tranquilidad, hoy se llevan genial, no montemos un drama.
Junto a Chelo estaban las novelas ‘en casa de la abuela’. Pasión de Gavilanes, Rubí o La Mujer en el Espejo son solo algunos de los muchos ejemplos que podría citar. Entre capítulo y capítulo, durante esos meses donde cada tarde enganchábamos el tele-magazine de turno con el consecuente programa de salsa rosa, yo leía fascinado una y otra vez la Hobbyconsolas que tocara. Me empapaba de sus críticas, reportajes y opiniones, me los aprendía de memoria y los citaba en el colegio. Entre medias, una Game Boy siempre encendida porque no sabía guardar en Pokémon Amarillo me hacía la espera más amena durante la publicidad. Eran otros tiempos, se podía ser feliz con muy poco.
Madurar es llevarte hostias sin descanso
Todos tenemos ese ‘click‘ que recordaremos siempre. Ya sea por un evento o una sucesión de momentos, nos es imposible olvidar cuándo nos hicimos mayores. Y, es obvio, crecer implica dejar a un lado las tonterías de los niños. ¿Jugar a videojuegos? Qué va, eso es de frikis. ¿Ver la tele con tu abuela? Uf, olvídate, tengo que conectarme al Messenger para cambiar mi subnick. ¿Las novelas y los programas de corazón? Quita quita, qué asco, si eso lo veré pero callado, es mejor que nadie se entere. Perdóname Chelo García-Cortés, nunca supe lo tonto que era.
Como consecuencia directa de “madurar”, en el sentido más estúpido de la palabra, dejé de lado la afición que me apasiona. Aunque me pasara las tardes viendo vídeos de Kingdom Hearts y soñando con su tercera entrega, de cara a la galería los videojuegos me eran indiferentes. De hecho, mostrar interés por alguno más allá de FIFA o Call of Duty era un sacrilegio, una ofensa que conllevaba minutos de burlas. Con 14 años, una personalidad vacía y muchas ganas de encajar, me sorprende que haya conseguido retomar este hobby. Para mí, PlayStation 3, Xbox 360 y Wii son una asignatura pendiente. Por mi rechazo a los videojuegos, nunca pude disfrutar de una generación que, a todas luces, es la piedra angular de lo que tenemos hoy. Sin embargo, creo que soy capaz de ubicar el punto exacto en el que todo cambió: las navidades de 2010.
Desde que tengo uso de razón, cada año pido un bocadillo de pollo y queso. De resto, me es indiferente lo que me regalen. Ese año, por algún motivo, la situación fue diferente. Entre tanto juego de fútbol y disparos, un anuncio en la televisión despertó mi interés. Y, desde ahí, ya nada volvió a ser lo mismo. El Señor de los Anillos: Las Aventuras de Aragorn era el enésimo intento por recuperar la gloria de la licencia. Como era de esperar, la jugada volvió a ser un sueño truncado para las esperanzas de Warner Bros. Mas, con todo en contra, ese título tenía algo que llamó mi atención. Tras muchos años, volví a escribir una carta de Reyes que tuviera algo más que “bocadillo de pollo y queso” y algún chiste malo de internet. Por desgracia, como llegaron pocas unidades mi madre me compró, aconsejada por el dependiente de la tienda, Call of Duty: Black Ops. Y, aunque mis amigos se alegraron por tener ‘un juego de verdad’ en lugar de ‘una mierda’, nada volvió a ser lo mismo.
Quererse es aceptarse
Como de saltos temporales va la cosa, vayámonos directamente al presente. En el canal de Discord de HyperHype, una broma recurrente sobrevuela el chat las últimas semanas: Abelardo escribe en todos los medios en español. Y sí, lo cierto es que colaboro en muchos proyectos que soy un culo inquieto. Pero, tras esas ganas de escribir, compartir y formar comunidad, se esconde un niño que coge el mando de la tele, sube el volumen y escucha a Chelo García-Cortés mientras lee Hobbyconsolas. Benditos años que ya no volverán.
Durante mi periplo de pasión, dejadez y aceptación, Chelo ha seguido haciendo de las suyas. Cada semana, esta periodista demuestra al país los motivos por los que es la número 1 en lo suyo. Por mucho que estén Belén Esteban, María Patiño o Jorge Javier Vázquez, Chelo se roba el show y consigue trascender con cada intervención. Y si no, echa un vistazo a la canción del lateral.
A estas alturas, poco más os puedo contar u ofrecer. Mi camino del héroe, como lo llamo Charlie en nuestro grupo de WhatsApp, alcanza su punto más álgido con este artículo. Lo que empezó con un tributo a la mejor obra de Fumito Ueda termina con una oda a la pasión por los videojuegos y a la figura de Chelo García-Cortés. Espero que os haya gustado mi estancia en HyperHype, ha sido una etapa increíble. Siempre os llevaré en el corazón.
Nah, de mí no os libráis tan fácil. ¿Quién mejor que yo os va a analizar los lanzamientos más potentes del año? Ya os dije que se venían cositas, mantened la calma.