Y también un salto al vacío
Afortunadamente, parece que tanto desde el interior de la industria como entre la comunidad, el mundo del videojuego está más unido y concienciado contra los ambientes de trabajo tóxicos y las malas conductas de carácter sexual. Aún queda mucho camino por recorrer, pero hemos visto distintas muestras de denuncia y protesta por estas situaciones en la industria, que nos dan pie a pensar que la problemática se está combatiendo, y que cada vez se expone y condena más.
Hace apenas unas semanas, Lab Zero Games, el estudio desarrollador de Skullgirls o Indivisible, colapsó y prácticamente se deshizo. La debacle fue causada por una serie de acusaciones contra el propietario del estudio, Mike Zaimont. Las denuncias señalaban que el ambiente de trabajo en Lab Zero era tóxico y negativo para los trabajadores, y se producían comentarios sexuales inadecuados por parte del líder del equipo. Esto provocó que varios miembros del equipo, entre ellos algunos de los más importantes en la plantilla, abandonaran sus puestos en señal de protesta y denuncia. A este movimiento le siguió un despido masivo del resto del equipo, a excepción de Zaimont.
La buena noticia es que este éxodo del antiguo equipo parece haber impulsado algo realmente positivo, y alejado de las nocivas polémicas y problemáticas de Lab Zero. Un grupo formado por 16 antiguos empleados del estudio se ha reunificado bajo un nuevo nombre, bajo un nuevo estudio llamado Future Club. La gran diferencia, que tiene potencial para generar cambios realmente positivos, es que este estudio se ha estructurado de manera totalmente diferente a la fórmula habitual. Future Club ha constituido una cooperativa en la que todos los miembros comparten el liderazgo y el poder de decisión del estudio. Se trata de un modelo interesantísimo para la industria del videojuego, que lleva muchísimo tiempo aplicándose a negocios de otros campos, y que puede ayudar a fomentar una empresa más sana y equitativa.
Es probable que a día de hoy sea muy difícil de aplicar en las grandes desarrolladoras, con cientos de trabajadores, pero es una gran alternativa para los estudios AA o para las desarrolladoras independientes. Puede ser el primer paso para crear una industria distinta y más equitativa desde abajo. Bajo este modelo, el fruto del esfuerzo colectivo, traducido en dinero, va a los bolsillos de los empleados que se han esforzado por lograr ese resultado. Si el producto logra el éxito, todos los trabajadores recibirán el fruto de esas ventas, y no irán a parar a un único propietario. El equipo concedió una entrevista a VICE para hablar sobre este arduo proceso de conversión, que ha afrontado algunos obstáculos importantes.
La industria del videojuego debe cambiar en muchos aspectos para lograr ser más “sana”, primero, de cara a sus propios profesionales, que muchas veces trabajan en condiciones de sobreexplotación (no son pocos los casos de crunch), y también de cara al consumidor. Otro de los problemas de base es la falta de sindicalización que se da en el sector. Sería tremendamente positivo ver más iniciativas como la de Future Club, y ver a más trabajadores concienciados y capaces de luchar por sus condiciones y derechos.
Según el propio equipo, uno de los principales problemas que afrontaron al tratar de constituirse como cooperativa fue la falta de conocimiento y preparación que existe en la industria del videojuego estadounidense respecto a este concepto.
Por otro lado, la directora ejecutiva y productora, Francesca Esquenazi, habló sobre lo que significaba este nuevo comienzo, contando con el bagaje previo. Esquenazi puntualizó que quieren “sentar las bases claras” desde el comienzo, para evitar muchos problemas antes de que ocurran. Para Esquenazi, Cartwright y el resto del equipo, este nuevo modelo supone un entorno de trabajo en el que se respetan y valoran las especializaciones de cada miembro, y en el que todos tienen una posesión compartida, y, consecuentemente, un poder de decisión compartido. Sin duda, si esta idea se traslada a la práctica de manera fiel a la propuesta, se trata de un modelo más que recomendable, prácticamente un ideal para el trabajador de la industria. Sin embargo, Esquenazi explica que debe existir un órgano dedicado a la toma de decisiones, una junta directiva. Según sus explicaciones, esta junta será votada por la totalidad de los empleados. “Dado que la junta es elegida por los empleados, los empleados también tienen la posibilidad de solicitar otra votación”, dijo Cartwright.
Sin duda, es pronto aún para saber el rumbo que va a tomar esta iniciativa, y más pronto aún para saber si llegará a buen puerto. Sin embargo, es evidente que se trata de un paso positivo y refrescante para la industria, que, de hacerse bien puede convertirse en un gran avance para los derechos y condiciones laborales de los trabajadores del sector. Un sector que, cada vez con más frecuencia, expone sus situaciones de trabajo negativas y denuncia las conductas nocivas.