Katz's Delicatessen
Phil es un chico humilde de Ridgefield, Washington; Activision, una pequeña empresa de un rincón perdido de Los Ángeles, sueña con ser algún día la referencia de su sector. Hoy, algunas décadas más tarde y cuatro días después de protagonizar un terremoto que sacudió la industria, firman una alianza destinada a ser histórica. Sin embargo, las horas pasan, las dudas crecen y, en estos momentos, seguimos sin saber el impacto real de un movimiento que ya ha lavado la cara a una empresa podrida.
“He venido aquí esta noche porque me he dado cuenta que quiero pasar el resto de mi vida con alguien” – Harry Burns
“Y quiero que el resto de mi vida empiece ya“. Hoy estoy romántico, lo reconozco. En el papel de Harry Burns, personaje que encumbró a Billy Cristal a finales de los 80, hoy tendremos al carismático, atractivo e increíble Phil Spencer. No me escondo, tito Phil es una religión y yo soy su devoto. El rey Midas de Microsoft, un ejecutivo con muchos ceros en su cuenta destinado a salvar a la marca milmillonaria, llegó a la industria como un mesías.
Tras el espantoso comienzo de Xbox One, un sistema capaz de acumular fracasos y seguir sorprendiendo al sector, Don Mattrick se hizo a un lado y entró el bueno de Spencer. Con él, un aluvión de ideas, buenas decisiones y camisetas ceñidas al torso copaban noticias, titulares y trending topics en redes sociales. Phil era una revolución, representaba la figura de esa nueva cara destinada a devolver a la marca Xbox sus éxitos de anteriores generaciones. ¿La fórmula? Apostar por sacar la chequera y vendernos el “Netflix” de los videojuegos. En mi caso, con la Series S a escasos centímetros de mí en estos momentos, cumplieron con nota.
La primera parte del plan de Microsoft parecía, a priori, infalible. Muy mal tendrían que salir las cosas si, golpe de talonario mediante, no consiguieran volver a posicionarse al mismo nivel que sus competidoras. Por suerte, para ellos como empresa y para nosotros como jugadores, cada mes contemplamos los resultados de la cosecha del gigante de Redmond. Ya sea con títulos propios o apuestas de terceros, entre 10 y 15 juegos integran de forma mensual el catálogo de Game Pass, un servicio en el que rara vez no encontrarás nada que satisfaga tu curiosidad. Sin embargo, tito Phil, nuestro querido héroe de americana sin abrochar y sonrisa de oreja a oreja, guardaba un as bajo su manga en forma de compra multimillonaria.
“¿Ves? Esto es tan típico de ti. Dices cosas como esa y haces que me resulte imposible odiarte” – Sally Albright
“Y te odio, Harry. Realmente te odio. Te odio“. Uf, qué intensidad. Como Sally Albright, una de las interpretaciones más recordadas de Meg Ryan, hoy tendremos a Activision Blizzard. No por nada en particular, tiré una moneda y a Phil le tocó ser Harry. Después de muchos meses rodeados por polémicas, casos de abuso y múltiples actos que redujeron al mínimo el cariño de los usuarios hacia la marca, este desenlace es de todo menos sorpresivo.
Cuando Microsoft anunció la compra, el mundo se paralizó y fuimos muchos los que esperamos para contemplar el verdadero significado de este movimiento. Personalmente, las licencias de Activision Blizzard no podrían darme más pereza. A excepción de Crash Bandicoot y Spyro, sagas de las que he disfrutado desde sus comienzos, no estoy realmente interesado en qué pasará con ciertas franquicias. Aún así, hasta yo soy capaz de entender que si Call of Duty termina siendo exclusivo de Xbox y PC, la industria se va a la mierda. Ojo, si alguien puede hacerlo es Microsoft, tiene dinero para enterrarnos en billetes de 500 y recuperarlo en 1 minuto, pero una marca tan potente y tan ligada a jugadores de cualquier sistema no puede abandonar esa condición sin consecuencias. Si lo hiciera, demostraría que Microsoft está en una partida que solo ellos pueden jugar.
Muchos hablan de Tencent como el verdadero rival de la marca. En términos de Marvel, para que quizás nos entendamos mejor, Sony sería Thanos y la compañía china Galactus. Si el titán morado fue un quebradero de cabeza que hizo tambalear el UCM, espérate a que llegue un ser capaz de devorar planetas. Pero ey, tranquilidad, el CGI y los guiones vagos pero efectivos están de nuestro lado. Sin embargo, las idas y venidas de superhéroes de cómics y actores de superproducciones son ficción; lo de Microsoft, Activision Blizzard y el riesgo de monopolio, por su parte, son la realidad que la supera.
En estos momentos es imposible conocer el alcance real de este movimiento. Phil Spencer, con su cartera de marca americana muy americana y los bolsillos de esta llenos de cheques, ha sacado a relucir el bolígrafo y el poder del dinero. Las otras compañías de la industria, hasta nuevo aviso, están atentas a qué pasará y qué misterio habrá. Sobre el papel, se respetarán los contractos previos a la adquisición y Call of Duty, una marca capaz de generar beneficios multimillonarios, seguirá siendo multiplataforma. Después, en el futuro tanto cercano como lejano, se desconoce qué sucederá con muchas de las franquicias de Activision Blizzard. De momento, Crash Bandicoot, la mascota de PlayStation, ahora luce los colores de Xbox. A ver con qué nos sorprende mañana la distopía que estamos viviendo.