Escala de grises a todo color
Sentir que aquello que hemos creado no nos pertenece, a lo que hemos dedicado nuestra energía, fuerzas, tiempo o incluso dinero no se merece ningún halago, pues no es nuestro, ya que no estamos al nivel que la gente opina que poseemos. Nuestras creaciones, despojadas de nuestras manos por el peor de los enemigos posibles, nosotros mismos, que en un ataque directo hacia nuestra persona nos despoja cruelmente de nuestra obra. Este síndrome lo sufrimos una buena cantidad de personas de todos los ámbitos, no tiene por qué ser solo en lo escrito, también en la música o en los videojuegos se hace un hueco en el interior de los creadores, pues en eso consiste el síndrome, arrebatar tal título a pesar de que nos es merecido. Traerlo a palabras no es nada sencillo, me está costando y ni siquiera sé si he logrado explicarme con exactitud, tristemente puedo imaginarme que algún lector habrá sufrido en sus carnes de esta problemática. Traducir estas sensaciones, estas inseguridades al medio de turno es complicado, pero si encima se logra hacer bien, la dificultad aumenta considerablemente, pero el trabajo realizado con Chicory: A Colorful Tale demuestra que es posible, no solo por basar la obra en un problema tan usual en los creadores de contenido, sino por traerlo a mecánicas y conversaciones a partes iguales, dando vida a un cuento de colores con muchos grises.
Este texto puede contener spoilers de Chicory: A Colorful Tale
Justo hoy me han preguntado ¿y de qué va Chicory? Y no he sabido dar una respuesta acertada, pues no es tanto de qué va, ya que la premisa, devolver el color a un mundo que se ha quedado en blanco tomando la responsabilidad de ello, puede sonar bastante cliché, ya tenemos suficientes juegos que traten de ello, pero el primer detalle viene en el nombre, Chicory, el cual no pertenece al personaje que controlamos, sino a quien se supone que debería de solucionar todo el embrollo y que goza de gran importancia en la obra. En los primeros compases del título Chicory andará desaparecida, cogiendo nosotros la herramienta que se encargará de devolver al mundo a su estado natural, el pincel, una extensión de nuestro ser con el que iremos pintando cada rincón del mundo, personajes o incluso la ropa que estos llevan, dando completa libertad tanto para colorear todo lo que queramos como para no hacerlo, pues en ningún momento es impedimento pintar solo lo justo y necesario, aunque viendo lo bonito y carismático que es el mundo cómo no te vas a parar un momento para pensar en cómo administrar los colores disponibles y que posteriormente derramaremos sobre el lienzo que es la isla de Pícnic. Esta será la mecánica principal, colorear nuestro camino hasta la respuesta de por qué el mundo perdió completamente el color, y por qué pozas de color oscuro empiezan a brotar por todos lados, mas no será la única herramienta que se nos brinde, pues poco a poco nuestra relación con el mágico pincel se irá estrechando y este nos otorgará nuevos poderes con los que interactuar directamente con nuestra obra, haciendo de los colores nuestros caminos, pero todo poder conlleva una responsabilidad, y no está claro que podamos cargar con ella.
En algunos casos, lo que antes era disfrute ahora pasa a ser responsabilidad, pues al crecer exponencialmente poco a poco vamos teniendo una carga mayor a nuestras espaldas, puede ser mismamente responsabilidades con la audiencia, con otra gente o con nosotros mismos, quienes nos fijamos unas metas a alcanzar y nos forzamos a cumplirlas, un acto que si no logramos manejar adecuadamente empieza a pesar más y más. En Chicory nos encontramos antes una casuística única, de manera un poco estrambótica, el pincel, el cual había pasado de mano en mano durante dios sabe cuanto tiempo, siempre en posesión de los artistas más importantes de cada época, acaba en las nuestras, en las de una persona encargada de la gestión del edificio donde reside la artífice, dueña del pincel en la actualidad, y que en un situación de caos, recogemos con la mayor buena fe del mundo para devolver el color a donde se merecía estar, en las vidas de todos los habitantes. Pero conforme vamos avanzando entendemos la situación, y diversos planteamientos se dan cita en nuestro interior ¿De verdad merecemos el pincel? ¿Estamos a la altura de lo que la situación requiere? Y por mucho que la agradable gente de este mundo nos muestre lo importante de nuestra tarea y lo bien que la estamos realizando, estas dudas continúan resquebrajando nuestro interior, poco a poco, arañando unas paredes que se empiezan a derrumbar por el peso de las responsabilidades, una espalda dolorida que ha perdido su camino.
Tras el increíble Wandersong cabría esperar que la próxima obra abordase, mediante su manera peculiar, temas un poco olvidados dentro de la industria del videojuego, como el viaje del héroe, pero sin ser el héroe. En este caso ese guiño se hace desde el principio, como he mencionado antes, ya que el propio título, Chicory, es el nombre de un personaje que no controlaremos, y a quien podríamos decir que es de los más importantes de la historia y sobre quien pivota la trama. ¿Y dónde deja a nuestra “protagonista”? Pues conociendo su camino, relacionándose con un mundo que la necesita, tanto para devolver el color como para satisfacer pequeños caprichos, dejando en nuestra mano cuánto estamos dispuestos a torcer el brazo. Las historias que iremos conociendo junto a su contexto y las temáticas que se van desarrollando son, una vez más, únicas, abandonadas por la gran mayoría de lanzamientos, y mirad que hay, pero que en estos juegos encuentran su espacio donde poder hablar con tranquilidad de temas para nada hegemónicos, pues parece ser que la venganza o la muerte sin parangón es lo único que interesa actualmente. Junto a la increíble carisma de sus personajes y protagonistas nos encontramos ante una banda sonora para enmarcar, la cual adquiere protagonismo en las batallas contra enemigos, meros maniquís donde se personalizan nuestras inseguridades y miedos, dando lugar a un producto único que difícilmente se podrá repetir, que perdurará de manera impecable en mi memoria por mucho mucho tiempo, y es por ello que os pido encarecidamente que le deis una oportunidad, ya sea en PC, donde pude jugar, en PlayStation o en Nintendo Switch, donde por fin se le puede dar uso a la pantalla táctil.
¿Es realmente bueno lo que hago?
Muchas veces me pregunto ¿De verdad merece la pena lo que escribo? ¿es realmente bueno lo que hago? La respuesta común suele ser negativa, no siento que me merezca estar donde estoy, rodeado de tantas personas que me apoyan o que interactúan conmigo, no creo que los merezca siendo honesto. Pero, aún así, aunque estos nubarrones no puedan desaparecer, sé que ellas están ahí, con ellas comparto ratos, momentos, mensajes, son reales y de una manera u otra me apoyan, y aunque ya no siento tan pesada la carga de la responsabilidad, poco a poco voy dejando a un lado ese peso muerto, sustituyéndolo en su lugar por una libertad personal que antes no tenía, alejada de lo que se (me) esperaba de mí, pero más cerca de lo que me hace verdaderamente feliz, como le pasó a Pizza, mi personaje, en Chicory. Soy feliz escribiendo lo que escribo, haciendo lo que hago, mejor o peor, pero feliz. Con eso me vale.
Esta crítica se ha realizado con una copia para PC adquirida por la propia redacción.