Una obra que trasciende la barrera entre creador y jugador
El mundo es un lugar gris. Transforma a chicos llenos de sueños e ilusiones en adultos cínicos y desmotivados que deben ir ajustando cada cierto número de meses la cantidad de antidepresivos que deben tomar para paliar de alguna forma el como funciona el mundo en el que les tocó vivir. Y aviso desde ya, por si no se notó en las primeras frases de este artículo, que éste será tan personal como lo fue la creación del juego Celeste para su creadora Maddy Thorson.
Como iba diciendo, el mundo me ha hecho ser un cínico y un escéptico. Cuando, por ejemplo, Ubisoft se jacte de progresismo por dar la opción de poder elegir a un hombre o a una mujer en un Assassin’s Creed para que luego un año más tarde se revele que los altos ejecutivos de la compañía forzaron la inclusión de un hombre porque según ellos “las mujeres no venden” no me sorprendo; solo reacciono con una mueca de disgusto y encojo mis hombros pensando “Ubisoft siendo Ubisoft”. Lo mismo cuando enseñaron al perrito Chorizo que acompañaría al protagonista en Far Cry 6 en pleno destape de las prácticas más que condenables que, de nuevo, los altos ejecutivos de la compañía llevaban a cabo dentro de la empresa. Actos deleznables que merecen un artículo propio y, claro, medidas acordes a los crímenes cometidos hacia sus autores, actos en los que no seguiré explayándome porque aquí vine a mostrar una pintura al óleo de los colores del arcoíris en este mundo gris.
Una transición personal de la creadora y la obra
Es ese mismo cinismo que me hizo dudar de las intenciones detrás de la desarrolladora Matt Makes Games cuando anunciaron que la protagonista de su magnum opus Celeste, Madeline, era una mujer transgénero.
Y aquí debo detenerme y hacer un mea culpa por dos razones: primero, no terminé el capítulo Farewell del juego, ese DLC que se lanzó para conmemorar el primer aniversario del lanzamiento del juego, por lo cual me perdí el detalle del final cuando se muestran en el escritorio de Madeline las banderas del orgullo gay y trans, por lo cual, según yo, no había ningún indicio en el juego sobre la identidad de género de la protagonista; y segundo, solo había visto los titulares sobre el anuncio, por lo cual desconocía que Maddy Thorson había hecho la transición de género durante el desarrollo del juego, antes solo la conocía por su identidad pasada.
Ya mencionados mis errores al abordar la noticia debo decir que, tras informarme correctamente sobre la transición de Maddy Thorson, no puedo sino alegrarme al pensar que una obra tan personal como lo es Celeste haya podido ayudar de cierta forma a su creadora a definirse como persona así como a mí y a muchos otros nos ayudó a combatir la depresión o la ansiedad, como fue en mi caso, con la montaña homónima del juego representando los obstáculos a superar cuando se sufre de estos males y al alter ego de Madeline siendo esa vocecita en mi cabeza que me dice que no soy capaz, que no tengo habilidad para escribir ni como redactor de artículos sobre videojuegos ni cuentos ni novelas.
Aún a día de hoy cuando la ansiedad comienza a consumirme recuerdo el consejo de Theo de imaginarme una pluma frente a mí y mantenerla a flote con mi respiración, acto que ayuda a tranquilizarme. Y como siempre llevaré en mi corazón lo que significó escalar esa montaña tan difícil por primera vez por muy imposible que pudiese parecer en un comienzo con Madeline y su sombra ayudándose mutuamente tras haber aceptado su lado negativo y aquella panorámica de la protagonista sentada en la cima de Celeste.
Por eso me es imposible no alegrarme por Maddy Thorson y porque, al igual que a mí y a tantos jugadores, Celeste, su propia obra, le haya ayudado en un momento importante. En su caso a definir su identidad de género y en el mío a combatir la depresión. Así que no me queda más que darle el enhorabuena y las gracias, por supuesto, por crear una obra tan divertida y desafiante pero por sobre todo, tan significativa e importante.