feat. Problemas de licencias
Desde el preciso instante en el que Sony salió a la palestra para anunciar el lanzamiento de PlayStation Classic, supimos que muchos de los grandes títulos que antaños nos tuvieron durante días y días enganchados a la pantalla de nuestra televisión se iban a quedar fuera de su relativamente pequeño catálogo, conformado nada más y nada menos que por 20 propuestas de varios géneros. Lo que muchos no esperábamos, no obstante, es que, ante este panorama, fuésemos a encontrarnos con tantísimas ausencias notables; tales que han acabado haciendo que muchos futuros compradores se estén replanteando a día de hoy si realmente encontrarán en ese dispositivo esa diversión nostálgica a la que apelan desesperadamente.
A lo largo de este artículo, intentaré no entrar a realizar valoraciones sobre la lista per sé – si queréis leerla en su plenitud, podéis hacerlo a través de la noticia que hemos publicado al respecto -. Sin embargo, sí que me apetecía charlar un rato sobre las principales aventuras que echaremos de menos en cuestión de unas semanas, sobre el por qué de su ausencia, y sobre aquellos títulos que, incomprensiblemente, han llegado a la versión internacional del sistema sin que nadie los hubiese pedido.
Claros ejemplos de ello son Intelligent Qube, Jumping Flash y hasta el primer Rainbow Six; videojuegos interesantes desde un punto de vista histórico, con cierto valor y carisma, pero cuyo target no deja de ser un nicho extremadamente reducido que difícilmente verá justificado el valor de la consola por su mera inclusión. Su introducción, por ello, no me parecería mínimente molesta o criticable de no ser porque ello impide brillar a otros grandes sleppers como Vagrant Story; RPG que, junto a muchos otros del género (paradójicamente, estos escasean en el catálogo, pese a la enorme cantidad de notables lanzamientos a los que pudimos plantarle cara en su época), se ha quedado trágicamente a las puertas de formar parte de la selección.
Pero tampoco hace falta irse tan lejos. La obra dirigida por Yasumi Matsuno era una de esas que estaban presentes en muchas quinielas, sí, pero, todo sea dicho, su presencia – al menos, a nivel mediático – no tenía ni punto de comparación con aventuras de la talla de Gran Turismo, Tony Hawk: Pro Skater, Wipeout 3, Pro Evolution Soccer o Ace Combat. Aventuras que, suponemos, tendrán que mirar el espectáculo desde la grada por problemas con licencias – que, como muchos bien sabréis, no pueden ser adquiridas como tal, sino que cuentan con un determinado periodo de validez a la hora de ser comercializadas, usualmente caducado a estas alturas -. Desde luego, se trata de un auténtico dilema. Uno casi tan reseñable como el mero hecho de que prácticamente todos los grandes juegos de la primera PlayStation fueran third-party, lo cual, ineludiblemente, ha sido un factor limitante a la hora de configurar y de dar vida a la tan polémica selección. Desde Square Enix, por ejemplo, no parece que hayan tenido ningún tipo de problema a la hora de ceder una licencia como Final Fantasy, pero, por otra parte, entiendo que Konami, que recientemente lanzó una revisión de los clásicos Castlevania para las generaciones actuales, se muestre reticente a la hora de llevar su mítico Symphony of the Night a una máquina de la que va a sacar tan poco partido en términos económicos.
Esta lógica jugada es igualmente ampliable a todos y cada uno de esos juegos que claramente han querido distanciarse del sistema con tal de no ver eclipsado su éxito actual. Crash Bandicoot o Spyro, sin ir más lejos, han tenido, tienen y tendrán su momento de gloria en PS4 gracias a esas remasterizaciones tan cuidadas que, de la mano de Toys for Bob, nos permiten disfrutar de sus primeros capítulos en una calidad de ensueño, por lo que, al pertenecer a Activision, creo que muchos podíamos ver venir de lejos esta amarga sorpresa que, sin embargo, nos hemos empeñado en inhibir hasta el final. En una época como la actual, con una industria verdaderamente saturada de revisiones y de remakes, resulta francamente improbable que clásicos como Medievil no sean adaptados a los nuevos tiempos, lo que, de cara a su campaña de marketing, dificulta su llegada a plataformas de menor recorrido.
Aún así, he de decir que hay cosas que se me escapan. Propuestas que, como Driver, Xenogears o Silent Hill, tienen sentido a día de hoy, siendo auténticos must tanto para el jugador experimentado como para el más novato, y propuestas que, por tanto, creo que deberían de haber hecho acto de presencia en este reciente anuncio. Son cosas que, imagino, nunca entenderé, pero que, seguro, tienen su explicación.
No obstante, llegados a este punto creo que no nos queda otra que conformarnos con el catálogo actual, que, dejando a un lado mi vena hater, he de decir que tampoco está tan mal – al César lo que es del César, supongo -. Hay sorpresitas como Ridge Racer, Wild Arms, Syphon Filter o Twisted Metal, y entregas francamente curiosas como Oddworld o Rayman que merecen ser jugadas con retrospectiva, analizando los pasos que ha seguido cada saga durante todo este tiempo y descifrando, así, su fórmula evolutiva. Porque si PlayStation Classic tiene un valor individual como producto, prescindiendo completamente del factor nostalgia, creo que precisamente reside ahí; en su capacidad de transportarnos dos décadas atrás en el tiempo, y en las facilidades que el propio producto nos da a la hora de aprender sobre cómo ha avanzado la industria durante estos últimos años.