El videojuego como crítica y denuncia
Call of Duty: Modern Warfare llega al mercado en tiempos convulsos para la situación sociopolítica de nuestro mundo y, ya sea por casualidad o buscado a propósito, se trata de un título que expone temas muy delicados, relacionados con nuestra realidad actual. La saga de shooters ya ha estado en el centro de la polémica anteriormente, destacando especialmente el debate sobre el nivel “Nada de ruso”, en Call of Duty: Modern Warfare 2. En 2009 se dispararon las alarmas contra la violencia en el videojuego, al enfrentarnos a un nivel en el que encarnábamos a terroristas rusos que masacraban a civiles en un aeropuerto. Rápidamente se relacionó a los videojuegos con el terrorismo, aunque el mensaje de la obra rechazaba y condenaba claramente dichos actos.
Con esta nueva entrega de la saga parece inevitable que vuelvan a saltar las alarmas, las que no han saltado aún. Para empezar, Sony ha decidido no poner a la venta este título en la PlayStation Store rusa, según comunicó la propia Activision. El principal motivo para tomar esta decisión podría ser la temática realista y actual de su campaña. Durante su desarrollo nos encontraremos con temas como la presencia de organizaciones terroristas de origen ruso en posesión de armas químicas o bombardeos sobre población civil, también de origen ruso. También se nos mostrará (cuidado, spoiler) como un soldado ruso matará a sangre fría al padre de una niña llamada Farah. Más tarde, esta niña liderará un movimiento de resistencia contra la ocupación rusa de Urzikstan. En la ficción de Inifinity Ward, el gobierno ruso no hará distinciones entre las milicias de liberación y el grupo terrorista Al-Qatala, tratando de aplastar a ambos por igual. En lo que probablemente sea un intento del estudio en tocar temas actuales y posicionarse políticamente, Farah esgrime argumentos que se desligan del terrorismo. “Somos una fuerza de protección, rescatamos, no somos asesinos”, declara Farah. Probablemente, este personaje representa el rechazo a la generalización en la que se cae al considerar terrorista a toda persona de origen musulmán, y también a la ocupación militar de Oriente Medio por parte de las potencias del primer mundo.
Por otro lado, y tomando un cariz aún más actual, Call of Duty: Modern Warfare incorpora el uso de granadas de fósforo blanco. Se trata de un artefacto explosivo incendiario, que causa gravísimas quemaduras en las personas afectadas. ¿Por qué puede ser esto especialmente delicado? Recientemente, Turquía ha sido acusada de utilizar este tipo de armas químicas en la ocupación de Kurdistán. Actualmente, la OMS se encuentra investigando dichos sucesos, tras la aparición de imágenes de civiles afectados por este tipo de armas. Como se menciona anteriormente, la campaña de este título ha dado un giro más crudo y realista respecto a sus predecesores, y muestra asuntos tan delicados como el daño a civiles en el desarrollo de un conflicto bélico. También cabe destacar la aparición de un personaje femenico y de origen musulmán como uno de los protagonistas. Sin duda, se trata de un paso al frente por parte de los desarrolladores, sea cual sea la intención que lo motive. Utilizar un título tan popular como Call of Duty como denuncia del belicismo y la situación geopolítica actual es una gran manera de exprimir al videojuego como canal cultural y comunicativo. Es inevitable que una obra como esta llegue desprovista de su habitual espectacularización de la guerra, al fin y al cabo es un producto destinado al entretenimiento. Sin embargo, siempre hay espacio para la maduración del mensaje y, a pesar de conservar ese componente lúdico, es capaz de mostrar un panorama más cercano a la realidad.