Somos lo que comemos
¡Niños, no juguéis con la comida! El mantra en una unidad familiar en la que, en pleno crecimiento, toca experimentar, descubrir cosas y, principalmente, pasárselo bien, porque por qué no, somos jóvenes y queremos pasar un buen rato, y una pelea de guisantes parecía la mejor manera para amenizar la comida. Cuando crecemos empezamos a disfrutar de las comidas de una forma bastante distinta, con sus más y con sus menos, la gente se acerca a nuevos estilos de cocina o recetas que no había probado para, así, descubrir nuevos sabores con los que aderezar las eternas semanas de trabajo donde algo tan simple como una buena comida puede hacer más llevaderos estos días. Hagamos lo que hagamos, nuestra vida gira en torno a la comida, de la misma manera en la que el disfrute es un sazonador la mar de idóneo. Teniendo esto en cuenta ¿por qué apenas hay títulos donde se haga un verdadero énfasis en lo que comemos más allá de ser un simple trámite para recuperar salud o aumentar estadísticas? ¿Por qué no jugamos con la comida? Como si de la respuesta a mis dudas se tratase llegó Bugsnax, centrado en acallar este pensamiento y postularse como EL juego donde la comida, que no la cocina, es el actor principal, y donde no solo retrataremos a los curiosos meriensectos, si no que, efectivamente, nos los comeremos.
Es plato de gusto encontrarse con juegos como Bugsnax, propuestas tan diferentes que incluso podríamos considerar rompedoras, pues a pesar de poseer un núcleo algo más tradicional, toda la cobertura que encontramos dota de un frescor hasta cierto punto inaudito. Nuestro papel como periodista pasa por, aunque parezca increíble, investigar lo que sucede, y esto nos llevará a una paradisíaca isla donde se reporta la existencia de una nueva especie de seres vivos, a los cuales se les llama meriensectos, unos seres con forma de frutas, vegetales, carnes, postres, en resumidas cuentas, comidas, y que habitan exclusivamente en esa isla. La invitación a descubrirlos nos la hace llegar la alcaldesa, quien se encuentra desaparecida en el momento de nuestra llegada, siendo uno de los focos principales sobre las investigaciones que llevaremos a cabo en la isla, pues como cabría esperar, no es la única.
Ante un pueblo fragmentado será nuestra intervención la que reúna de nuevo a los peculiares habitantes de este lugar igualmente particular, y a los que, poco a poco, iremos conociendo verdaderamente, pues conforme les ayudemos con sus misiones particulares no solo descubriremos nuevos lugares o especies nunca antes vistas, sino que nos servirá para ser más cercanos con nuestros vecinos y probar un bocado de todo lo que nos ofrecen, o el plato entero. Nuestra capacidad para avanzar con nuestras investigaciones reside no solo en cumplir las misiones que nos encargarán, sino que para cumplirlas, en la mayoría de casos, deberemos de cazar y darles de comer los meriensectos que atrapemos, y para ello nuestra cámara y capacidades de entendimiento tanto del terreno como de nuestras herramientas serán prioritarias.
Para la realización de estas tareas dependeremos del cumplimiento de unos requisitos, y teniendo en cuenta la curiosidad presente en todos los habitantes del lugar, la captura de meriensectos será el principal motor de nuestra aventura, y para ello no nos valdremos de una simple red sin más, ya que contaremos con un auténtico arsenal en nuestras manos. No solo es el número total, sino las sinergias presentes entre ellas, algo que tendremos que controlar y estudiar para lograr alcanzar a ciertos aperitivos, pues estos, como cabría esperar, tienen gustos dispares: no podemos atraer a un insecto dulce con salsa picante, de la misma manera en la que a un bicho de carne no lograremos convencerle con salsa de chocolate, no ha llegado la cocina de innovación a la isla, hallándose en la correcta combinación la clave para comerlos a todos, digo, capturarlos a todos. Tras cada captura tendremos tres acciones a elegir que podremos realizar con nuestras presas, empezando por la liberación, pasando por la donación a un refugio, y terminando por darlos a comer a los habitantes de la isla. Efectivamente, serán las capturas que hagamos la dieta que seguirán los vecinos del lugar. Lejos del aprovechamiento o uso en arenas característicos de Monster Hunter nos encontramos a algo poco común, por lo menos en la manera mediante la que se nos presenta, pues iremos directamente al lugareño de turno y le daremos de comer un meriensecto, provocando una mutación en su cuerpo que le permitirá adoptar la forma de aquello que ha comido. Poco a poco podemos terminar convirtiendo una aldea entera en un auténtico festín compuestos por ciudadanos que han visto reemplazados sus miembros por comida de todos los tipos, un concepto que podríamos llegar a encontrar macabro si Bugsnax no contara con cierto aire vacilón y desentendido, donde no se le da mayor importancia a esto ya que los vecinos te estarán eternamente agradecidos por haberles dado de comer su meriensecto favorito ¿Y quiénes son estos aldeanos de los que llevo hablando todo el artículo?
Al igual que nosotros, fue la alcaldesa la que extendió la invitación a más gente de diversas índoles, desde el mundo científico hasta el de las artes, pero todos igualmente importantes. Este nuevo comienzo para más de uno sirvió como una vía de escape de un mundo donde no encajaban por diversos motivos, pero que querían dejar atrás, sirviendo esta oportunidad como la alternativa salvadora. Sin embargo, y como cabría esperar, las relaciones entre los personajes de Bugsnax no tienen por qué ser completamente correctas, pues el problema de vivir en sociedad es que debemos de coexistir con personas que, de primeras, no tienen por qué encajar con nosotros o nuestros intereses. Esto lo percibimos a través de diálogos, textos o incluso las conversaciones que mantenemos con ellos, denostando así la antipatía que surgían entre unos u otros, magnificando la división que existe en este núcleo, y siendo nuestra misión solventarla. Es cuanto menos curioso que en un juego de este corte, donde la felicidad y las gracias constantes toman protagonismo, encontremos conversaciones mucho más adultas que hablan sobre los problemas que encontramos en nuestra vida que pasamos en el mundo real, y cómo un nuevo inicio en un lugar “paradisíaco” podrían solucionarlo, aunque no podemos huir por siempre.
Un plato bien cocinado, a fuego lento y con calma
Bugsnax trae una propuesta refrescante que viene de lujo para este verano, donde tanto el juego como su última expansión, La isla de Bigsnax, aportan un aura de frescura en el que mecánicas y conversaciones invitan a disfrutar y jugar con la comida, no sin dejar de lado una historia interesante y nuestras labores de investigación para resolver todas las dudas que esta presenta, desde las desapariciones hasta la existencia de la isla y lo más importante, qué y quienes son los meriensectos que solo viven aquí. Todo el concepto se presenta como un juego más juvenil gracias a la estética con la que cuenta, pero manteniendo por detrás una trama algo más turbia con personajes que, a pesar de las chanzas y bromas que pueden gastar, no están bien, aportando cierta visibilidad a los problemas con los que lidiamos en el día a día de un mundo decadente y en el que no somos bienvenidos, y aun así no nos presenta otra opción donde refugiarnos de dichos golpes. Bugsnax es un plato bien cocinado, a fuego lento y con calma, cuyo sabor aporta algo nuevo a nuestro paladar sin dejar de lado lo gratificante de la comida tradicional bien hecha.
Esta crítica se ha realizado con un código de descarga para Nintendo Switch cedido por popagenda PR.