Que no paren los beneficios
El coronavirus es una enfermedad que está matando y dejando secuelas entre muchísimas personas. Como sabemos, la COVID no ha actuado solo como una crisis sanitaria, sino como una de carácter económico. Tal es su gravedad que el Banco Mundial apuntaba que el número de nuevos pobres ascendería hasta los 124 millones. En la misma línea se situaban las Naciones Unidas, que alertaban de que hasta 115 millones ciudadanos se sumirían en la pobreza. No obstante, no hace falta recurrir a las estimaciones para comprender el desolador panorama originado por el virus, ya que existen datos actuales que lo corroboran. Por ejemplo, 74 millones de personas han perdido su trabajo en Estados Unidos desde el inicio de la pandemia y, a finales de enero, más de 24 millones no tenían suficientes alimentos, siendo 5 millones más de las que sufrían esta dificultad en agosto de 2020, de acuerdo con Human Rights Watch.
Este es uno de los dos bandos que combaten durante las crisis, el de los pobres. En esta misma facción se sitúan 190 trabajadores de Activision Blizzard que han sido despedidos este martes, tal y como informa Bloomberg. ¿Pero quién los ha echado de sus puestos? Su jefe, Bobby Kotick, un individuo que al mismo tiempo que dirige este transatlántico de los videojuegos es capaz de ocupar cargos en empresas como Coca-Cola; un personaje que mientras expulsa a sus empleados se embolsa 200 millones de dólares extras gracias a una cláusula insertada en su contrato, según apunta el grupo inversor CtW. Esta disposición lo que le permite a este directivo, independientemente de haber logrado sus objetivos empresariales, es recibir pagos compensatorios gracias al incremento del precio del que han gozado las acciones de Activision Blizzard en los últimos tiempos. He aquí el rico que pelea en la crisis del coronavirus y como él hay muchos más.
Sin salirnos de la industria del videojuego, sabemos que el año pasado Electronic Arts tuvo 978 millones de beneficios y que sus ventas fueron un 17% superiores a las registradas en 2019. La bonanza fue tan espléndida que hasta compraron Codemasters por 1.200 millones de dólares. Bueno, bonanza para los jefes, porque volviendo a 2019 nos encontramos con que la firma estadounidense despidió a unos 350 trabajadores en aquel curso. Si hablamos de otras compañías tecnológicas, la historia se repite: “Microsoft registra un trimestre histórico con ingresos de 43.100 millones de dólares”, titulaba a finales de enero El Economista. La otra cara de la moneda, la de los pobres la exponía otro diario económico como Cinco Días: “LinkedIn despedirá a 960 empleados en todo el mundo”. Con todo ello definir el quid de esta realidad es simple. Por una banda, los asalariados son los primeros focos de recortes a la mínima que la economía se tambalea. Por otra parte, los multimillonarios consiguen por primera vez sumar en todo el mundo 10.200 billones de dólares, apuntaba The Guardian con base a un informe del banco suizo UBS.
Lo que reflejan estas crisis, aparte de que unos ganan dinero y que otros lo pierden, es que los capitalistas no tienen ni un ápice de empatía hacia sus trabajadores. Si hay que reestructurar la empresa y abandonar a 190 personas que tenían un contrato vigente adelante, pero eh, soy Bobby Kotick y tengo derecho a percibir 200 millones extras aún no cumpliendo mis metas en Activision. Así, la cultura del crecer a toda costa, sea desde el prisma personal como empresarial, está instaurada con firmeza en todas las industrias. Basta con ver unos minutos el documental Inside Job, el cual narra los orígenes de la crisis del 2008, para ver cómo Wall Street fabricaba activos financieros de manera compulsiva y ganaba ingentes cantidades de dinero mientras la población se sumía en la bancarrota. Asimismo, la obra relata que los altos directivos se lo pasaban en grande gastando su pasta en puticlubs. En resumen, a esta gente solo le importaban sus beneficios, algo que Bobby Kotick también nos ha demostrado estos últimos días aunque él no haya estafado ni acudido a esos clubs neoyorquinos.