Música y obsesión

Trompetas, baterías, contrabajos… instrumentos que marcarían el sonido de la noche neoyorquina de principios del siglo XX. Las primeras jam sessions organizadas por Norman Granz en clubes situados en sótanos acogían a las grandes figuras afroamericanas del momento. En una cruda posguerra donde el racismo y la intolerancia estaban a la orden del día, estos rincones de la ciudad, tan crudos en su exterior pero tan ricos intrínsecamente, se convirtieron en un oasis para los artistas y la cultura de la época. Tal fenómeno no solo conforma el contexto, sino también la máxima expresión de la naturaleza de Blacksad: Under the Skin, el debut en la industria del videojuego de un famoso detective que, en su dualidad, proporciona un universo especialmente rico – en términos narrativos y mediáticos – en pos de una carga tan pesada como la de cualquier otra leyenda de la literatura española.

El origen de esta peculiar concepción de la novela negra está en sus cómics, ideados por Juan Díaz Canales y Juanjo Guarnido desde el año 2000 hasta el 2013 – con su último lanzamiento -, que se han colmado de reconocimientos, entre ellos dos premios Eisner. Si bien el cómic presenta un formato más oscuro y reducido, su adaptación al mundo del videojuego, cabe destacar, está excelentemente llevada. La historia ideada por Josue Monchán está a la altura de su referente; algunas de las escenas más geniales del juego existen porque se han sabido captar los matices de esa historia cruda pero con huecos para el humor – a veces, incluso, entremezclándose -. Es en lo audiovisual donde el juego tropieza, como obra y tributo, si bien el mundo queda correctamente plasmado a través de los visuales y sonidos – con esa música que nos lleva a los más bajos fondos de Nueva York – de los frames en los que se desenvuelve.

Las animaciones de los personajes – en su gran mayoría lentas y desacompasadas; algunas simplemente mal ejecutadas -conforman, especialmente, el punto ínfimo de la factura técnica, brindando a un conjunto una expresividad insuficiente para todo aquello que busca transmitir el genial dibujo de Guarnido. Por supuesto, cada medio enfoca de manera diferente cada uno de sus elementos para hacerlos funcionar, pero la enorme rigidez de los actores en las cinemáticas y en las conversaciones impiden adaptar de manera atractiva el despliegue visual de los cómics, tildando su numeroso y atractivo acabado de descuidado y rompiendo el ritmo del juego, lo que provoca, casi de manera colateral, que la obra erre y se resienta en lo más fundamental.

Los numerosos bugs también impiden seleccionar ciertas ubicaciones con las que interaccionar, desactivan repentinamente los controles del jugador o bloquean por completo la acción, resultando en un producto que desgraciadamente parece querer impedir tu disfrute mediante constantes reinicios y pérdidas de progreso. Al margen de los problemas de ritmo, lo comentado también genera una frustración que las mecánicas, ágiles por necesidad, se habían preocupado de disipar a través de su nimio game flow, derivado de la naturaleza point-and-click. Se desemboca en un sabor de boca amargo, que tan siquiera las decisiones tomadas a lo largo de la aventura, de no excesiva repercusión, es capaz de paliar, si bien estas ayudan a que haya ligeros cambios entre cinemáticas y una decente variedad de finales. Lo que elijamos a lo largo de la historia no influirá a largo plazo, aunque sí que tendrá gran importancia en el apartado “Mi Blacksad”, donde las decisiones que hayamos tomado, insustanciales o decisivas, conformarán el ‘tipo de Blacksad somos’. La mezcla entre los detalles de las cinemáticas y el saber que si nuestro Blacksad fuera diferente quizás hubiera reaccionado con otra línea de diálogo consiguen que exista una cierta rejugabilidad que puede llegar a merecer la pena si el apartado técnico, que actualmente es capaz de echar todo por tierra, se ve medianamente solventado en un futuro cercano.

Sé de buena mano que nada de lo que pueda comentar a partir de ahora puede ayudar a enmendar la visión pesimista con la que acaba siendo usual afrontar un proyecto de tales características, que ha sufrido en estos días, además, una importante campaña de desprestigio a nivel mediático. Es de justicia destacar, aun así, lo que Blacksad consigue y hace realmente bien: permitir al jugador que por sí mismo halle las piezas que él crea conveniente y arme su puzzle particular, sin en ningún momento hacerle sentir torpe. Under the Skin te coloca constantemente las piezas ante ti para hacerte creer que lo tienes, aunque no es hasta el fallo cuando uno realmente recae en la auténtica respuesta, lo que acaba generando una respuesta positiva – y hasta emocionante – por parte del usuario. Para que esto funcione, lógicamente, debe haber una historia bien escrita detrás, que vaya dejando pistas lo suficientemente evidentes para que te fijes en ellas pero no demasiado explícitas para no desvelar todo el pastel. La hay, y es que en términos técnicos el guion, ya citado, se encuentra brillantemente escrito, siendo la elección del animal para representar a los diferentes personajes que van apareciendo acertadísima.

Sus desarrolladores, Pendulo Studios, ya tienen experiencia en la aventura gráfica – Yesterday Origins, una de las mejores experiencias que el género nos ha brindado en los últimos años, no en vano, se halla en su embozo -, y ello es especialmente visible en muchos aspectos y detalles relativos a lo gratificante de las mecánicas, que transmiten esa genial sensación de progreso imprescindible en cualquier aventura gráfica. El nivel al que se ha logrado pulir el apartado de diseño – que evita en gran parte la posibilidad de quedarte atascado por mucho tiempo – o la calidad de su guión y su banda sonora, así, no salvan, pero sí compensan en gran parte los óbices técnicos que uno pueda encontrar en su intento por disfrutar de la que podría haber sido la aventura más interesante de todo este 2019.

Un caso difícil hasta para la mejor versión de Blacksad

Blacksad: Under the Skin se ve atropellado al intentar llevar el género de la novela negra con personajes antropomórficos a los videojuegos. Que todas las piezas del videojuego se ensamblen con facilidad, que la historia avance de forma grácil, que todas las cinemáticas sean narrativamente sustanciales y entretenidas son motivos más que suficientes para que el fan pueda hallar disfrute en él, pero todo a lo que Under the Skin aspira queda enormemente lastrado por una factura técnica que difícilmente logra salir a flote lo suficiente como para permitir vislumbrar su pantalla de créditos.

Blacksad: Under the Skin podría sentirse como esa canción improvisada que, irónicamente parece diseñada al milímetro. Lo desafinado de su instrumento no está afinado y su abrupto ritmo imposibilitarán, sin embargo, que jamás nadie escuche esa gran canción que podría ser y no fue.


Este análisis ha sido realizado con un código de descarga para PC cedido por Meridiem Games.