Una entrega más japonesa de lo que piensas

Cualquier persona que juegue videojuegos de manera más o menos casual ha oído hablar o incluso ha jugado a algún título de Assassin’s Creed, una saga que alcanza este año la mayoría de edad, con nada más y nada menos que 14 juegos principales y varios spin-off. La popularidad de esta franquicia no debería ser una sorpresa para nadie, no solamente por la calidad de varios de sus títulos, sino también por cumplir la fantasía de vivir, aunque sea brevemente, en otro periodo histórico. Ser un pirata, un vikingo, luchar por la revolución o abrirse paso entre nobles corruptos en la era renacentista (pelea a puños contra el Papa incluida) son solo algunas de las cosas que hemos podido experimentar quienes llevamos soñando a través del Animus desde hace años.

En mi caso, estoy metido en esta saga desde hace ya quince años, lo cual, teniendo en cuenta que tengo 23 y la propia saga 18, es muchísimo tiempo. He sido muy fan de varias entregas e incluso las que me han decepcionado son experiencias de las que no me arrepiento en absoluto. He vivido cosas como el final de la trilogía de Ezio y de la historia de Desmond, el desastroso lanzamiento de Unity o el atrevido cambio al género RPG, y todos estos momentos han sido mientras veía la reacción y opinión tanto de jugadores como de prensa hacia la última entrega y sobre el rumbo de la saga en el futuro. Estando tanto tiempo metido en esta comunidad, algo que llevo viendo desde que estábamos con los juegos de Ezio es la petición prácticamente unánime de que hubiera un Assassin’s Creed en Egipto y, sobre todo, en Japón

Y, ahora, tras 18 años de saga y ocho años después de la odisea egipcia de Bayek, por fin tenemos Shadows, el anhelado juego ambientado en la Japón feudal. Lo que me lleva a hablar de todo esto es la reacción de cierto sector hacia este juego. Obviamente, antes se pilla a un racista que a un cojo, pero creo que en el caso de este juego, aunque también haya gente de esa calaña criticándolo, hay muchas personas que, genuinamente y sin ninguna ideología dañina de por medio, sienten que Shadows falta al respeto a la cultura japonesa (o como mínimo no la representa como se merece).

Esto es algo que de primeras no me sorprendió, puesto que mucha gente parece tener más amor por un paisaje con sakuras que por su propia familia. Si sumamos esto al odio injustificado que mucha gente tiene hacia los juegos de Ubisoft sin llegar siquiera a jugarlos (estoy de acuerdo que como compañía son bastante cuestionables, pero no todos sus juegos son un reflejo de su forma de ser), llegamos a esta situación. Una reacción, a mi parecer, fuera de lugar: Assassin’s Creed nunca ha sido una saga con mucha fidelidad histórica. Además, sus entregas siempre han mostrado la cultura de un país a cuentagotas, más allá de unas pinceladas básicas que te ayuden a entender ciertas creencias o ideologías. 

Y lo que me sorprende de Shadows es que, no solamente creo que de ninguna manera trata de denostar a la cultura japonesa, sino que también opino que es el juego de la saga que más se ha esforzado en representar de manera detallada y fidedigna la cultura de un país. Esto probablemente se deba al hecho de que Ubisoft también es consciente tanto de las ganas que tenía la comunidad de un juego en Japón como de la manera en la que se pone la gente cuando se trata de la cultura nipona. Para demostrar esto, quiero hablar del viaje que tienen los protagonistas y del estado en el que se encuentra Japón a lo largo del juego. Aviso desde ya que van a haber ligeros spoilers sobre el primer acto del juego.

Naoe y Yasuke representan dos perfiles completamente diferentes, pero que se complementan a la perfección. Son probablemente uno de mis dúos favoritos en la historia de los videojuegos, y siento que ambos representan dos formas de ser que solamente tienen sentido en la cultura japonesa y en el contexto del país durante la historia del juego. Japón es un país que ha tenido un pasado muy turbulento, entre guerras y dificultades varias, pero que hoy en día se presenta al mundo como un lugar tranquilo, con una cultura basada en el respeto y con gente que tiene una manera de ver la vida muy reflexiva. Para mí, Yasuke es una personificación de esta historia del país.

Es alguien que ha vivido toda su vida como esclavo, pasando por tanta guerra y conflicto interno como la propia Japón en el pasado. Sin embargo, cuando le conocemos con Naoe, ya ha superado todo esto, y se encuentra en un momento de su vida muy diferente, con una personalidad calmada y pensativa, que siempre se esfuerza en mostrar respeto a los demás y en conceder segundas oportunidades, muy similar a la forma de ser actual de la sociedad japonesa. Por otro lado, Naoe representa a la Japón en guerra, arraigada a sus costumbres y al contexto en el que vive, con mucho dolor e ira dentro, sintiendo que el mundo le debe algo. 

Naoe tiene la intención de llegar a un futuro mejor, en el que reine la paz. Pero, al igual que el propio país a lo largo de su extensa historia, ese camino lo construye con sangre y huesos de quienes se opongan. Y por supuesto que la shinobi de Iga tiene sus razones, y para luchar con monstruos una persona se ve obligada a convertirse en uno también, pero igualmente veo una clara intención de mostrarnos, a través de ella, la viva imagen de una Japón implacable, que no titubeaba a la hora de utilizar la violencia y la guerra como medios para un fin, incluso dentro de sus propias fronteras, incluso entre su propia gente. Mientras que, con Yasuke, se nos muestra una actitud muy distinta, que tampoco tiene miedo de luchar y derramar sangre, pero que lo hace por motivos muy distintos y desde un punto de vista más filosófico.

Más allá de partir la cronología de Japón entre sus dos personajes, también hay que tener en cuenta el hecho de que, en el contexto del juego, los japoneses están pasando por una guerra civil. Me gusta mucho cómo se nos muestra lo cruda que es la situación: una guerra así no deja a nadie indiferente. Es muy bonito ver que, a pesar de las atrocidades que han tenido que vivir, la mayoría de personajes que nos encontramos intentan hacer bien las cosas y perseverar, porque tras el retumbar de los tambores y los gritos ahogados en sangre y llamas, el sol vuelve a salir.

La guerra destruye todo, desde santuarios hasta la voluntad de uno mismo, pero Shadows demuestra que, por muy larga que sea la sombra del pasado, siempre se puede seguir hacia adelante, hacia la luz, y eso para mí de ninguna manera deja en mal lugar a la sociedad y cultura japonesas. Finalmente, también veo muchas cosas bastante únicas de la cultura japonesa en la narrativa de Shadows. Y lo que es más, veo un enfoque de la historia y una fijación en costumbres e ideologías de la época que no había visto nunca antes en la saga. Nunca Assassin’s Creed se había dejado influenciar tanto por una cultura.

Lo más básico en este aspecto es la presencia de santuarios o templos en los que rezar, la inclusión de mitología y deidades japonesas en conversaciones que se tienen con NPCs y con personajes importantes de la historia o el foco en cosas como la ceremonia del té, explicando de manera detallada su funcionamiento y siendo un par de costumbres similares el punto principal de varias misiones. Pero hay mucho más que esto. También se nos presenta a Naoe y Yasuke de una manera en la que parece que estuvieran destinados a encontrarse. 

Cada uno tiene motivos diferentes para estar ahí, pero el momento exacto en el que se encuentran (estando ambos muy perdidos y básicamente en su peor momento) y la manera en la que se complementan (Yasuke siendo jugablemente bruto pero de personalidad calmado y Naoe siendo un personaje de sigilo pero con mucho carácter) nos pone en una situación en la que parece que no podía ser de otra forma. El tiempo es un círculo y, sin  importar la vueltas que dé, ellos siempre se encontrarán en este punto. También se hace referencia al Kintsugi a la hora de hablar de los personajes, mostrando cómo el hecho de que estén “rotos” no quiere decir que no tengan valor y que no puedan volver a estar completos, lo cual es un punto de vista muy propio de la narrativa japonesa.

Y, como ejemplo muy claro, tenemos la filosofía respecto a la vida y la muerte dentro de este juego. Al igual que en la cultura japonesa, la muerte en este juego siempre se representa como un paso más, como algo a lo que no hay que tenerle miedo, mostrando incluso que merece la pena buscar la manera más honorable posible de morir (aunque esta sea mediante el seppuku o harakiri, lo cual en otras culturas veríamos como malgastar la oportunidad de seguir viviendo). Esta forma de ver la muerte como algo menos definitivo y terrorífico la encuentro sobre todo en el padre de Naoe. 

En los flashbacks que tenemos durante las primeras horas de juego con ella vemos cómo era su vida en Iga y su relación con su padre. Todo esto se nos muestra cuando el padre de Naoe ya ha sido asesinado, pero gracias a estos recuerdos realmente se siente como si él siguiera ahí, guiando a su hija a través de sus enseñanzas, ahora que ya no puede llevarla de la mano. En cambio, la vida en este juego se representa como una lucha constante, ya sea interna o externa. Si tienes suerte solo será una de las dos, aunque Shadows deja claro que todo el mundo tiene su lucha interna constante, algunas más duras que otras. 

Ver la vida como una batalla en la que hay que perseverar y la muerte como una liberación de ese campo de batalla, la cual debe ser por conseguir la paz (es decir, morir de vejez) o por morir luchando, nunca por deserción (lo que equivaldría a cualquier muerte que en la época se considere poco honorable), es lo más japonés que se me ocurre. Assassin’s Creed Shadows respeta a Japón no solamente con la cultura y costumbres representadas, con los escenarios o con la imagen que da de su pueblo y su guerra civil. También con su manera de ver la vida, la muerte, los obstáculos de la vida y el destino. Adapta su narrativa para darle un enfoque que case con la filosofía japonesa, cambiando un águila por una grulla.

Es por este esmero en hacer una historia que se sienta japonesa (tras cuatro años de desarrollo, lo cual no es poco para esta saga), de parte de una saga que no está hecha por japoneses y de un estudio fundado en Francia que ni siquiera tiene un estudio subsidiario en Japón (no confundir con oficinas o tiendas oficiales), por el que veo que sí que hay respeto por la cultura japonesa y sí que hay un gran esfuerzo para que se note. Por último, creo que cabe recalcar que la mayoría de personas que critican este juego por faltar al respeto a esa cultura realmente lo hacen con otras intenciones o no tienen ni idea de dicha cultura más allá de lo que les hayan contado terceros y de lo que hayan leído en algún libro o visto en alguna película, serie o videojuego. De hecho, muchas de estas personas ni siquiera esperaron a que saliese el juego para criticarlo y probablemente ni lo hayan jugado, incluyendo a supuestas personas japonesas que firmaron en contra del juego. Digo “supuestas” porque realmente puede firmar cualquiera (que las VPNs existen) y encima menos personas de las que caben en un estadio tampoco son tantas como para creerse que de verdad existe ese sentimiento hacia la obra de Ubisoft en Japón, cuando al final resulta que el juego sí que ha gustado mucho allí. Por todo esto quería demostrar que, después de tantos años, finalmente hemos tenido el Assassin’s Creed en Japón que tanto queríamos y, por suerte, el país del sol naciente brilla tanto como llevábamos años imaginando.