Arreglando el espacio-tiempo… más o menos
Los videojuegos, como la práctica totalidad de las creaciones artísticas, se basan en un fin bastante concreto: generar sensaciones. Puede parecer algo simple, pero si nos paramos a pensarlo, las sensaciones son la base de cualquier contenido de autor, que pretende llegar a su público y, sobre todo, hacerle sentir algo. Podrás preguntar a cualquier escritor que se precie y preferirá que su obra provoque algo dentro de la gente, por encima del número de ventas (ciertamente importante por otros motivos, claro está).
Pues bien, con el videojuego pasa algo similar, solo que las sensaciones pueden ir por otros derroteros menos abstractos porque no se centran exclusivamente en el aspecto narrativo, sino que también dependen de la interacción humano-máquina. Por ello, moverse por la Nueva York de Spider-man se siente tan apetecible y frenético: está hecho para disfrutar del propio movimiento, independientemente de que nos guste (o no) lo que se cuenta o cómo se cuenta.
Los juegos de plataformas (y con ello voy avanzando hacia el título que protagoniza esta crítica) tienen un carácter bastante particular: esa idea de un movimiento espectacular es útil como norma general, pero es en los plataformas donde suele presentar un aspecto especialmente llamativo y potente si funciona como es debido. Anomaly Agent es un plataformas frenético que tiene una premisa central muy marcada: quiere que vayas MUY rápido. Esto se consigue de varias formas, pero la más interesante es, sin duda, el hecho de que la vida se regenera por completo tras cada pantalla. Así, aunque suframos mucho en una pelea (porque esto también tiene mucho de hack and slash) estaremos al 100% para la siguiente. Aunque, eso sí, si hay más de una pelea en la misma sala tocará gestionar un poco la salud para no repetirla demasiadas veces.
Pero bueno, ¿de qué va Anomaly Agent? Pues bien, nuestro molón protagonista comienza sus pesquisas trabajando como agente de TDAY, una empresa que se dedica a resolver anomalías para evitar problemas que afecten a la realidad. Pero claro, como no podía ser de otro modo la misión que nos ha sido asignada no sale del todo bien y acabamos rompiendo el espacio-tiempo. Ya imagináis la cantidad de tropos de ciencia ficción (sobre todo relacionados con viajes en el tiempo) que aparecen, pero lo cierto es que están bastante bien llevados, siempre con un toque humorístico que solo certifica que aquí hemos venido a reírnos, a pasarlo bien y a dar patadas en la nuca.
Esas patadas se combinan con multitud de movimientos que podemos utilizar gracias a la más que decente cantidad de combos que iremos desbloqueando. Cada tipo de enemigo tiene unas particularidades, por lo que conocer varias formas de derrotarlos coordinando la esquiva, el contraataque y algún ataque especial que otro será clave para que las peleas de multitudes sean eficientes. Un enemigo solo, en general, no nos supondrá demasiados problemas (a excepción de los jefazos de cada zona), pero pronto empezarán a aparecer otros, fusionarse para generar versiones más poderosas y a utilizar armas que no podemos bloquear. Si no ejercemos cierto control de grupos lo tenemos complicado.
Por suerte, la carga desde el punto de control es casi instantánea y extremadamente acertada cerca del combate, siguiendo la misma premisa de recuperar vida a menudo: la idea no es sufrir demasiado, sino disfrutarlo. El juego es suficientemente difícil en cuanto a exigencia de reflejos y velocidad. Además, también podemos ir mejorando a nuestro personaje añadiendo determinadas habilidades pasivas. De vez en cuando encontramos una tienda que nos permite gastar las monedas encontradas aquí y allá, o utilizar los puntos asociados a las emociones. Esto último puede ser un poco extraño en primera instancia, pero realmente funciona como un sistema de “karma” simplón: dependiendo de las respuestas que demos, obtendremos más puntos “positivos” o “negativos” con los que mejorar nuestra vida o comprar monedas respectivamente. Realmente no hay mucho más allá de observar ciertas reacciones en los NPCs, por lo que utilizaremos nuestras respuestas para conseguir los puntos que mejor nos convengan, siendo amable o cortante de forma indiferente.
Decía antes que el aspecto más llamativo de Anomaly Agent es su movimiento, su ritmo y las sensaciones que provoca. Pero también hay que tener en cuenta una trama que, si bien es simple y está llena de tropos, su excentricidad la convierte en algo muy alocado y divertido, donde cada cinco minutos recibiremos una capa más de profundidad a esta abstracción espacio-temporal. Obtener una visión panorámica no será sencillo en la primera hora de juego, desde luego. Pese a lo que pueda parecer, esta narrativa le viene como anillo al dedo, porque al final esto va de divertirse y de pasárselo bien. Que los personajes estén fatal de la cabeza y que haya situaciones tan absurdas como un club donde se exige bailar para no morir solo alimenta nuestras ganas de correr de un lado a otro intentando hacer los mejores combos posibles para superar las oleadas de enemigos.
En la vida no todo se soluciona corriendo y liándose a tortas, o eso creo… pero aquí parece que funciona
En definitiva, Anomaly Agent es un título bastante resultón que, por desgracia, no recibirá demasiado reconocimiento, pese a lo adictivo de su fórmula que siempre nos quiere activos. Los temazos a base de sintetizadores que solo aumentan las ganas de golpear (al ritmo, en algunas ocasiones cuando la canción se presta) y ese movimiento veloz son sus puntos fuertes, además de ser un interesante compendio de referencias a la cultura pop y a multitud de tropos de esos que tan bien entran en un juego que solo pretende que te diviertas lo máximo posible. Una oda a la velocidad sin ser una pista de carreras, tan solo plataformas y sensaciones. Y un montón de guantazos.
Esta crítica ha sido realizada con una copia para Steam cedida por Phew Phew Games.