La prueba de fuego para la secuela
Este texto contiene spoilers de Alan Wake y spoilers ligeros del último DLC de Control.
El remaster de Alan Wake era uno de esos secretos mal guardados. Desde que Remedy y Epic Games anunciaron su acuerdo de colaboración, poco tardaron los rumores en apuntar al regreso del escritor. Lanzado en mayo de 2010, poco antes del gol de un chaval de Albacete que hizo temblar al país, Alan Wake llegó sin hacer ruido y enamorando a todo aquel que se adentró en su propuesta. Por desgracia, no fueron muchos los que lo hicieron. Por ello, más de una década después, este parece el momento perfecto para redescubrir una obra única que, por varios aspectos, encaja mejor hoy que hace 11 años.
El descanso de la exposición constante
Por su planteamiento, similar a títulos como Life is Strange o los copia-pega que durante años lanzó Telltale Games, Alan Wake fue un incomprendido. La obra de Remedy dividía su acción en 5 capítulos, cada uno con hora y media, como mucho dos horas, de duración. Durante estos, la exploración cogía de la mano a la intriga para llevarnos a recorrer escenarios que, si bien eran acotados, estaban llenos de secretos. Si decidías investigar cada rincón dentro de las posibilidades que te ofrecía el título, este te cautivaría al instante. El equipo decidió, de forma acertada, que la estructura de Alan Wake sería acorde a la propia composición del personaje. El título del estudio finés es un relato con piernas, una historia en la que podremos conocer qué va a pasar antes de que suceda. El protagonista es, por tanto, motivo y eje de la trama, va más allá de ser un avatar que representa al jugador. Tiene, en resumidas cuentas, identidad propia, una característica que también comparten el resto del elenco.
Remedy sabe construir personajes que den valor a su obra. Ejemplos como Barry, el compañero más leal de Alan, demuestran que el equipo sabe bailar sobre la línea que separa lo absurdo de lo histriónico. El título está lleno de momentos icónicos, es consistente con su intención de ofrecernos una historia que, a la vez que engancha, nos mantiene en tensión constante. Alan Wake no está en un cuento de hadas, es el protagonista de una pesadilla, peso que asume y carga mientras busca la manera de reencontrarse con Alice. Sí, el juego de Remedy no es perfecto, cae en varios tópicos del género e introduce esos típicos recursos sacados de la manga, pero su estructura es lo que hará que cale mejor en la sociedad de hoy en día que en la de 2010. Alan Wake es una obra corta, fresca y directa, condiciones que los jugadores demandan desde hace años. En su momento, tal y como pasó con The Order 1886 (de las que os hablaré algún día) o Ryse: Son of Rome, se le acusó de ser tan espectacular como corta. Hoy, con lanzamientos diarios y propuestas que nos exigen infinidad de horas, Alan Wake es un “respiro” que puedes enfrentar como si fuera una serie de televisión. El remaster llega, por tanto, en el momento perfecto.
El precursor de un universo
Alan Wake es, a fin de cuentas, un escritor. Con todo lo que eso conlleva. El protagonista de esta historia está acostumbrada a crearlas detrás de un teclado. No está cómodo en el campo de batalla, algo que el equipo nos transmite a través de su forma de moverse. Es inconsistente a la par que brusco, sus movimientos son toscos y el equipo te premia cuando consigues hacer una esquiva, brindándote unos segundos a cámara lenta que pueden ser diferenciales. Lo hacen más por Alan que por el propio jugador. A diferencia de los juegos japoneses, donde el protagonista es una extensión del jugador y, por tanto, hace las veces de avatar, Alan Wake tiene personalidad propia. Por ello, linterna en mano, es el precursor del universo de Remedy, ese que conecta esta obra con Quantum Break y Control, los otros trabajos tras Alan Wake, hasta el momento, del estudio.
Otra mecánica interesante es la decisión del equipo de utilizar la luz como elemento clave. Esta y la oscuridad son las dos caras de la moneda, llevan enfrentadas desde que tenemos uso de razón. Franquicias como Kingdom Hearts (fumadas de Nomura mediante) o Final Fantasy (los guerreros de la luz) utilizado esta batalla para construir su historia. Remedy, con un uso más de a pie, pone una linterna en la mano del protagonista y lo adentra en escenarios acotados llenos de tensión. La estructura del juego invita a sufrir, la música está tan bien seleccionada que, lejos de adornar la situación, es parte de la misma. Tal es el acierto de Remedy con ella que, cuando se pierde todo, cuando Alan se sacrifica y queda atrapado en el abismo, al momento escuchamos Space Oddity, una canción de David Bowie que narra la travesía de un astronauta sin posibilidad de salvarse. Y mientras eso sucede, los créditos adornan la pantalla. Directo, sencillo y sobrecogedor.
No nos engañemos: Alan Wake 2 depende del éxito de este remaster
Sí, la obra de Remedy, que cautivó a la crítica, no terminó de calar todo lo bien que debería entre los usuarios. Por aquellos años, el estudio finés trabajaba codo con codo con Microsoft, compañía que les brindó la posibilidad de expandir la idea de su universo de ciencia ficción con el desarrollo de Quantum Break. Pese a que la posibilidad estuvo sobre la mesa, y de hecho existen vídeos de cómo iba a ser, la secuela de Alan Wake, igual que su protagonista, se perdió en la oscuridad. Esto sucedió por la recepción, por debajo de las expectativas de las compañías, del título protagonizado por el escritor. Sin embargo, de forma lenta pero consistente, el tiempo ha terminado colocando a a obra en el lugar que merece. A día de hoy, el juego supera holgadamente las 5 millones de copias vendidas, y a poco que conozcas la industria sabes que esta jugada es un cebo al final de la caña. El último DLC de Control, con el escritor como protagonista, fue la primera prueba. Este remaster, obviamente, la definitiva.
Estoy muy lejos de ser objetivo con este título. Desde el primer momento, conseguí conectar con él. Mis charlas con Jon y Dani, quienes me hablaban maravillas de de él, hicieron que lo cogiera con ganas. Por ello, durante 2 días no lo solté. Este remaster, y aquí ya hablo con la camiseta de Alan Wake puesta, es un regalo caído del cielo para aquellos a los que nos encandiló el juego. La posibilidad de una secuela, de saber cuál es el siguiente paso en el camino del escritor más de una década después, me hace soñar despierto. Cuando Alan se sumió en la oscuridad para siempre, una parte de mí se quedó encandilada con la apuesta tan arriesgada que había asumido Remedy.
Acostumbrado a finales felices, este estaba muy lejos de serlo. Por eso, quedé maravillado con los riesgos que asumió el estudio. Esta obra es la muestra viviente del salto generacional de Xbox a Xbox 360, de aquellos juegos que realmente justificaban que estábamos ante algo que iba a hacer historia. Videojuegos y cine se habían dado la mano, pero pocas veces nos habían hecho sentir que la línea entre ambas industrias era tan fina como un hilo. El título de Remedy fue, y por suerte es, a fin de cuentas, el precursor de una idea. Por ello, 11 años después, es tan buen momento como antaño de sumergirse en un título que no crea indiferencia. Brindemos por los riesgos, los cuentos incompletos y los finales tristes.