Sin que importe la salud del trabajador
Activision Blizzard es una compañía histórica. Por un lado, nace de Activision, la primera third party que hizo acto de presencia en la industria del videojuego. Una empresa que con los años ha ido produciendo obras tan icónicas como Call of Duty y que incluso nos ha regalado el retorno de Crash Bandicoot. Por el otro lado, Blizzard ha hecho lo propio con sagas como Diablo y con nuevas propiedades intelectuales como Overwatch. Sin duda, estamos ante una entidad capital para el sector debido a su historia y a la calidad y popularidad de sus productos. No es de extrañar que haya registrado ingresos récord durante el segundo trimestre fiscal, consiguiendo 1.932 millones de dólares en un aumento del 38,4 % respecto al curso pasado.
La bonanza económica de Activision Blizzard no es un hecho aislado, sino que se lleva dando desde hace años. Por ejemplo, la empresa consiguió su récord anual en cuanto a ingresos con 7.500 millones de dólares en 2018. Viendo estos resultados, la palabra recortes no es la primera que se nos viene a la cabeza. A nosotros no, pero al CEO Bobby Kotick sí. Y es que tras conocerse esas cifras, Kotick despidió a 800 trabajadores. Ahora, de nuevo rompiendo récords fiscales, sabemos que el jefe de la distribuidora sigue atentando contra los derechos laborales de sus asalariados, según un informe de Jason Schreier. En este caso, el concepto protagonista es disparidad salarial. Mientras los mandamases como Kotick reciben hasta 30 millones de dólares, los empleados cobran cada vez menos, sobre todo aquellos situados más abajo en la cadena de mando, los cuales se embolsan cantidades cercanas al salario mínimo.
En 2018, la firma afirmaba que pese a sus increíbles resultados, aún estaban “lejos de alcanzar su pleno potencial”. Esta frase es tremendamente ilustrativa de sus constantes ansias por mejorar. ¿La forma para hacerlo? Maximizando recursos y reduciendo costes. Esta es una estrategia legítima en el mundo empresarial y en sí misma no debe ser negativa. El problema surge cuando una corporación se lleva por delante a las personas con tal de reducir gastos. Es injustificable que Kotick destruya puestos de trabajo y aumente las desigualdades entre los integrantes de su sociedad. Más cuando los ingresos siguen subiendo y él continúa cobrando cantidades ingentes de dinero que le hacen ser uno de los CEO más excesivamente pagados de la industria, de acuerdo con As you Know. Instaurar la eficiencia de esta manera no es propio de un buen directivo, es de cobardes.
En ese sentido, la actitud de Activision Blizzard es comparable a ciertos pasajes de la carrera de Michael Jordan que recuerdo después de haber visto el documental The Last Dance, así como de haber escuchado podcasts como Can’t Play Kanter. Pienso en cuando Jordan agredió a su compañero Steve Kerr en un entrenamiento. O las repetidas veces en las que abusaba de otros de sus camaradas como le sucedió a Scott Burrell; todo por la competitividad, ya que lo único importante era convertir a los Chicago Bulls en el mejor equipo posible. Sin embargo, no todo vale con tal de conseguir unos objetivos. Con el caso Activision pasa lo mismo. La industria de los videojuegos no son solamente ingresos y juegos. Detrás hay muchísimas personas sin las cuales no disfrutaríamos de obras tan inolvidables como The Last of Us: Part II. Trabajadores con sus deberes y sus derechos que, por lo tanto, merecen ser respetados. Y es que al final estamos ante la misma historia de siempre: la existencia de la precariedad laboral en los videojuegos. Es un tema pesado del cual no le gusta hablar a cualquiera, pero hasta que no cese en su conjunto, nos toca seguir denunciando.