¿A quién no le gustan los animalitos?
Todavía no ha salido Stray pero no paro de pensar en él. Si te sientes identificado con esta frase, tranquilo, no eres tan raro como crees, sino que estás acompañado por un gran porcentaje de los seguidores del medio. Aproximadamente hace dos años que se presentó esta gatuna aventura por primera vez en una conferencia de PlayStation. No hay que juzgar sin probar, pero desde sus primeros compases se me mostró todo aquello que podría querer ver: una pintoresca ciudad ciberpunk llena de robots, neones y desolación, y por si fuera poco, un gatito como protagonista.
Confieso que para según que aspectos tengo el listón muy bajo y no hace falta demasiado para emocionarme. Esto me pasa de forma notable con cualquier tipo de contenido en el que aparezca un perro, gato, marmota, mapache o cualquier tipo de animal que difiera de los humanos. Es algo que no he llegado a plantearme de forma profunda hasta encontrarme en la situación actual, y es que mi umbral para el entretenimiento y la concentración se encuentra actualmente muy elevado para la mayor parte de situaciones: necesito esforzarme sobremanera para dedicar toda mi atención a la tarea, juego o película de turno y es relativamente sencillo que decida detener la actividad más pronto que tarde. Pero esto no pasa cuando hay pequeñas criaturitas en pantalla.
Suelo quejarme de que parte de la culpa de esta incapacidad de atención la tienen las redes sociales, que nos bombardean sin piedad con pequeños fragmentos de contenido de alta intensidad y de muy corta duración. Eso no quita que estas plataformas sean el hogar principal de recopilaciones de videos de animales, entre otras. Cada vez que en mi feed aparece un perro intentando entender cómo funciona un lavabo, o de un mapache corriendo con una pizza robada mi cerebro se ve sacudido por un repentino chute de dopamina, que me incita a pasar, no sé, media horita más deslizando la pantalla con el dedo sin hacer nada de provecho.
Esta misma situación se traslada al género videolúdico. Hace poco que completé Alan Wake y, si bien he disfrutado de la experiencia, me he encontrado en varios momentos forzándome a seguir adelante con el fin de terminarlo pese a mis ganas de hacer cualquier otra cosa. De hecho, esa suele ser la sensación predominante en mi día a día. Tenemos tantos juegos que jugar, tantas aventuras que descubrir, que en cuanto nos familiarizamos ligeramente con una queremos probar otra, repitiendo este bucle una y otra vez.
Desde luego que no es la situación para todos los juegos del mercado, y puedo señalar unos cuantos que han conseguido mantenerme delante de la pantalla de principio a fin sin esforzarse. Generalmente este poder de atracción viene causado por una trama interesante, una jugabilidad adictiva o un apartado artístico que quita el hipo. Pero no siempre. Hay un juego que, sin abogar por un estilo gráfico demasiado elaborado (que no feo), sin prácticamente carga narrativa y sin un sistema jugable complejo y eficaz ha conseguido mantenerme dentro hasta completarlo en su totalidad. El culpable: un ganso.
Untitled Goose Game es un juego bastante simple. Nuestra misión es “hacer el ganso”. Y es que, si la Real Academia Española incluye dentro de sus frases hechas esta oración, es por algo. A todos nos gusta hacer el tonto, fastidiar, chinchar, molestar o entorpecer a quienes nos rodean, pero aceptamos seguir unas leyes básicas de civismo por el bien común, cosa que agradezco. Bien, todas esas leyes desaparecen cuando tienes plumas. El gansojuego es un concepto bastante simple que podría cansar rápidamente si el protagonista fuese, por ejemplo, un niño pequeño. Quizás esperaríamos un mensaje, un recorrido o una conclusión que nos impacte. Cosa que no pasa realmente aquí. Y no importa lo más absoluto, ya que toda la experiencia viene acompañada por pensamientos como “jaja, que gracioso el ganso”.
Nuestro margen de aceptación se reduce mucho cuando hay animales en juego, hasta el punto de que el poder acariciar a un perro o un gato en un título es, a día de hoy, un factor que se busca de forma activa y suele agradecerse notablemente, hasta el punto de aparecer páginas dedicadas a registrar en que juegos puedes o no hacerlo. No es de extrañar que, con una barrera de entrada tan reducida, el público se emocione cuando se le plantee una experiencia más elaborada. Stray, desarrollado por BlueTwelve Studio y publicado por Annapurna Interactive se presenta a sí mismo con unos estándares de calidad considerablemente elevados. Lo poco que se ha podido observar en las distintas publicaciones de la economía muestran un apartado estético muy bien llevado y una jugabilidad simple pero entretenida. ¡Incluso hay un botón exclusivo para maullar!
Sigue siendo una situación muy graciosa que al colocarse como el más deseado, haya destronado a The Day Before, posiblemente la contraparte de este. Un juego pensado para jugadores más hardcore, dedicados con ahínco a explorar un mundo hostil y saquear recursos mientras tratan de sobrevivir a un apocalipsis zombie. Hablando de esto, para apocalipsis el que está sufriendo su proceso de desarrollo. Pero, una vez que Stray salga a la venta, en función de su éxito comercial, es posible que observemos como en los próximos años se multiplican los títulos con protagonistas animales, siguiendo una estela que no ha sido muy recorrida por ahora. De momento, afilaos las uñas, lameos el pelo con ahínco y sacad lustre a vuestro collar porque antes de que os deis cuenta, os estará esperando un viaje muy felino.