Un viaje de carretera a través de la rebeldía, la opresión y el autodescubrimiento
Todos hemos pasado por ese camino. Algunos en coche, disfrutando de un apacible paseo con apenas algún bache. Otros no hemos tenido tanta suerte, y hemos tenido que parar a un lado durante un espacio de tiempo, a veces más largo de lo que nos hubiera gustado, para cambiar un neumático pinchado. También se puede hacer el recorrido a pie, descalzo, y sufriendo cada paso sobre asfalto caliente o sobre piedras que nos arañan las plantas de los pies. Pero también con más tiempo y calma para elegir el siguiente desvío, o para saborear cada pequeña parada, esas paradas que se saborean más cuanto más cansado estás. Lo más habitual es que nadie recorra el gran camino utilizando el mismo medio todo el tiempo, normalmente saltamos del coche a la guagua, para más tarde ir a pie, o volver al coche. O, a veces, hacemos autostop y nos enganchamos al impulso de otra de esas personas que también recorren el camino. Lo que está claro es que todos lo recorremos, o lo hemos recorrido, y el camino nos ha dejado cicatrices a todos. Más o menos profundas.
Road 96 es una oda a ese gran camino que todos recorremos, un título cuya intención principal es invitarnos a un viaje de reflexión y autodescubrimiento. El telón de fondo es también importante, claro está, situándonos en una realidad distópica presentada con pequeñas pinceladas. No nos lanzan a la cara un ejercicio de worldbuilding extenso, y tampoco nos hace falta. El contexto básico y el mensaje, para nada sutil, se identifican rápidamente: estamos en un mundo que deriva hacia el colapso en muchos aspectos (Desgracidamente, esto es familiar…), pero sin llegar a ser un apocalipsis. Su atmósfera se podría definir como una extraña calma “pre apocalíptica”. Con unos pocos esbozos iniciales nos lanzan al camino, y allí, sobre la marcha, es dónde iremos descubriendo la naturaleza del mundo que nos rodea, poco a poco, y de manera orgánica. Una conversación con una agente de policía o un discurso político escuchado a medias en la radio nos irán dando las pistas para suponer y construir una imagen del mundo de Road 96.
Autodescubrimiento
Pero, como mencioné hace un momento, el gran centro gravitatorio de la historia no es su mundo, al menos no es el principal. El centro de todo somos nosotros mismos, como protagonistas de la historia que estamos jugando. De hecho, el juego se inicia de manera abrupta, podría decirse, sin describir o mencionar al personaje que encarnamos siquiera, porque la idea es que ese personaje sea un lienzo en blanco, que se amolde a cada jugador en base a las decisiones tomadas. Jugamos en primera persona, sin ver en ningún momento a la persona que responde a los mandos, y más allá de la edad no hay descripciones para los personajes que encarnamos. En Road 96 la idea es que recorramos el camino como si fuéramos nosotros mismos. A medida que avanzamos construimos a nuestro personaje a partir de ese lienzo en blanco. El juego nos pondrá ante situaciones y elecciones que resolver con opciones orgánicas, que realmente nos hacen sentir que debemos responder cómo nosotros mismos, y no cómo un héroe de aventuras. No hace falta un cuadro emergente que nos diga “se tú mismo”, simplemente se siente así. A veces serán decisiones y conversaciones muy simples y cotidianas, para nada trascendentales, pero sí reales y evocadoras. En otras ocasiones nos enfrentaremos a preguntas más decisivas, que nos pueden venir grandes, y que atañen al conjunto del mundo de Road 96. Pero, en todo momento, habrá un nexo claro, una conexión que logra que esas preguntas sobre el mundo y el resto de la gente que nos encontramos tenga mucho que ver con nosotros mismos, y con seguir descubriéndonos a medida que recorremos el camino.
Esta mecánica base, que conforma la espina dorsal del título, no se consigue solo mediante las opciones de diálogo, sino que se integra con otras posibilidades que se ofrecen al jugador, y con el esquema que rige el funcionamiento de Road 96. Para empezar, en multitud de ocasiones tendremos a nuestra disposición muchas acciones que podemos realizar o no, sin que ningún menú intervenga para indicarlo. Nos corresponde únicamente a nosotros darnos cuenta de qué podemos hacer, y de si queremos hacerlo. Por ejemplo, podremos ver un cartel en el que se anuncia un número de teléfono al que llamar para comunicar el paradero de una persona buscada. Sin embargo, en ningún momento se nos induce a ello como misión opcional, ni siquiera se anota el número de teléfono en un menú, ni tampoco se relaciona a un personaje en cuestión con esas personas buscadas, al menos no explícitamente. Nosotros mismos debemos darnos cuenta de que ese cartel estaba ahí, de para qué servía el número de teléfono, y de que una persona que nos encontramos es una de las buscadas por las autoridades. Incluso el hecho de tener o no dinero suficiente para utilizar una cabina telefónica depende de nuestras acciones, de cómo hayamos empleado el dinero que tenemos al inicio del juego para ganar más, o no.
Un mundo impredecible y alocado
Habrá distintos eventos que nos permitan ganar (o perder) dinero, como juegos de azar, apuestas o favores a otros personajes. También explorando cuidadosamente el entorno y siendo observadores podremos obtener algunas monedas o pistas más. Y la gran mayoría de acciones tendrán una repercusión, directa o indirecta, en nuestro bolsillo. Por ejemplo, para desplazarnos entre ubicaciones podremos elegir entre muchas opciones. A nuestro juicio queda ir a pie, en guagua, en coche, haciendo autostop o pidiendo un taxi. Y cada opción conlleva un gasto alto, moderado, reducido o nulo de dinero, limitando así, sin previo aviso, las posibilidades futuras. Por ejemplo, en mi primera odisea hacia la ruta 96 tuve que renunciar a una opción segura y fácil para escapar, ya que requería dinero para ser ejecutada, y todo porque unos minutos antes había dejado una importante cantidad de monedas en un escondite destinado a ayudar a otros viajeros. Así, de manera natural y sorprendente, una buena acción no se vio automáticamente recompensada, y en su lugar recibí una realista y cruda decepción.
Pero aún hay más elementos en Road 96 que pueden condicionar el devenir y las opciones futuras. El juego hace uso de un sistema de cansancio o fatiga que a veces sustituye o complementa al gasto de dinero, y que se recarga comiendo, bebiendo o descansando. Por ejemplo, si decidimos no tomar un medio de transporte porque no podemos o no queremos gastar dinero, el viaje a pie nos reducirá parte de ese indicador de cansancio, por lo que debemos jugar con ese equilibrio entre las dos variantes a tener en cuenta, y decidir qué es lo que más nos conviene o interesa. Este recurso también será limitante a posteriori, como ocurre con el dinero, pues si empleamos demasiada cantidad para cierta acción podríamos no tener suficiente para la siguiente que se nos presente. Lo mismo ocurre con otros condicionantes puntuales que servirán para llevar ciertas situaciones narrativas a las mecánicas de juego. Por ejemplo, durante una conversación entre varios personajes sobre un tema escamoso y con un arma de por medio, aparecerá una barra de estrés o tensión, que se rellenará más rápido o más lento en función de nuestras opciones de diálogo. Así, y con algunas mecánicas más adecuadas a cada situación, Road 96 nos deja disfrutar de una aventura que se siente tremendamente natural en todos los escenarios que nos plantea. Desde jugar al fútbol con un simpático desconocido hasta acabar sirviendo combustible en una gasolinera, chantajeados por un redneck fascista.
Incertidumbre y libertad
Aunque, lógicamente, el juego esté acotado por un guión y unas posibilidades limitadas, está lo suficientemente bien planteado a nivel mecánico y narrativo para que se sienta como si de verdad pudiera ocurrir cualquier cosa. Y lo mejor es que cada uno de estos mini eventos cuenta con sus propios mini juegos, con mecánicas adecuadas a cada situación. Cada cambio de escenario nos llevará a una nueva incógnita, es difícil suponer qué pasará a continuación o a dónde iremos. Simplemente, nos dejamos llevar a donde nos lleve la carretera.
Muchos juegos tratan de lograr esa sensación de espontaneidad o libertad, y, sinceramente, no muchos lo consiguen. Y sí, ya sé que Road 96 es un juego pequeño, y que realmente está acotado por unas ‘paredes’ narrativas y técnicas, pero logra transmitir al jugador esa sensación de libertad. Y creo que es gracias a que todos los aspectos del juego están enfocados a hacerlo. Es redondo en ese sentido. Todo está pensado para lograrlo, desde la amplitud (o falta de ella) de sus escenarios, hasta el número de personajes implicados en la historia, así como sus trasfondos, pasando por las mismas mecánicas de juego anteriormente mencionadas. Y es que, además de todo eso, el propio desarrollo de la aventura está especialmente pensado para inducir a esa sensación. En Road 96 encarnamos a varios personajes, todos adolescentes o jóvenes anónimos con un mismo objetivo: cruzar la frontera para escapar de Petria, el estado totalitario y distópico en el que se desarrolla la historia. Cada personaje ocupará un capítulo, y el desarrollo de una historia en sí misma, desde un punto de partida concreto, a X kilómetros de la frontera, hasta llegar a ella. O hasta no llegar. Porque nuestras acciones podrán desembocar tanto en la libertad o en la muerte, y si es la segunda, no habrá vuelta atrás. El capítulo finalizará y ese adolescente anónimo nunca escapará de Petria.
Y lo más maravilloso de todo es que las decisiones de cada protagonista no afectarán solo a su aventura, sino también a las de los que vinieron antes y los que vendrán después. Cada uno de ellos explorará el mismo mundo, pero a través de diferentes rutas, en función de su lugar de origen, y también de las decisiones que tomemos por el camino: ¿hacer autostop o pagar una guagua? ¿Tratar de proteger a un compañero del abuso policial o mirar hacia otro lado? Muchas de estas acciones afectarán tanto a la aventura en curso como a las de otros personajes, y no todo serán decisiones explícitas en las que nos ofrezcan un “A o B”. También dejar dinero en un escondite para otros viajeros, por ejemplo, sin que nada nos indique dónde podemos. hacerlo tendrá consecuencias en el desarrollo del juego. Por otro lado, el juego nos ofrece una serie de habilidades pasivas permanentes, útiles en el transcurso de nuestros viajes: desde forzar cerraduras hasta “tener más suerte”. Disponer de estas habilidades nos abrirá nuevos caminos y opciones, tanto en la aventura en curso como en todas las que se relacionen con ella. Y es la manera de desbloquear estas habilidades lo que nos lleva a otro punto importante, quizás uno de los más importantes, de Road 96.
Todo el mundo tiene su propia historia…
Como decía al iniciar este texto, a pesar de todo lo que nos cuenta sobre su mundo, y de situarnos en una historia distópica cargada de crítica social y actual, creo que lo más importante de este juego es el factor humano. Los sentimientos, las dudas y los pensamientos de la gente. Y esto se refleja en otra de las mecánicas de base del juego: un sistema de progresión en las relaciones con los personajes más importantes que nos encontraremos en Petria. Habrá un indicador de porcentaje que se irá llenando en función de nuestras interacciones, conversaciones y experiencias conjuntas con esos personajes.
Lo más interesante de esta idea es que, al igual que con elementos anteriores, esta progresión en las relaciones no se formará por completo con un único protagonista, sino que se cimentará a lo largo de nuestros distintos viajes. Y es que con un único personaje no nos encontraremos con todos estos npc’s en un mismo viaje, ni en todas las situaciones posibles, ya sea debido a las limitaciones impuestas por el juego o por el efecto de nuestras decisiones. Podemos morir prematuramente en el asiento trasero de un taxi, o elegir la opción incorrecta de diálogo y provocar el arresto de una recién conocida amiga, o mil cosas más, privándonos así de ciertas experiencias futuras y provocando otras nuevas. Así pues, cada aventura será distinta y nos llevará a conocer a los personajes en situaciones muy variadas, y con un mayor o menor grado de profundidad. Además, fuera de este sistema, las interacciones con estos personajes se sienten tremendamente orgánicas y satisfactorias. Es genial encontrarnos en mitad de la carretera, dentro de una furgoneta destartalada, a un personaje al que vimos marcharse haciendo autostop en uno de nuestros viajes anteriores. Se siente como si esos personajes tuvieran una vida de verdad, como si realmente compartieran nuestro objetivo de llegar a la frontera.
Esa profundidad e impacto de los personajes se logra gracias a la naturalidad de los mismos. Se hace evidente, en cada aspecto del juego, que los desarrolladores tenían claro que su objetivo principal era remover sentimientos. Los diálogos y doblajes de los personajes son sencillos, directos y naturales, sin demasiada pompa y, todo sea dicho, con un doblaje preciosamente adecuado al tono del juego. Lo tuve claro en una conversación con un borracho trasnochado que buscaba a su “mamá oso” en mitad de la nada. Tras jugar con él a fútbol, ambos nos sentamos en un saliente rocoso del camino, con la luna al fondo, y hablamos de la vida, del amor, de la pérdida y de aprovechar las oportunidades. Y digo “hablamos” y no “me habló” porque aunque en cada interpelación las opciones de diálogo sean entre dos y cinco, hay algo en su naturalidad y precisión que de verdad logra que sientas que estás eligiendo lo que tú misme querrías decir. Nunca me había sentido cómodo en una conversación con un desconocido borracho, y menos aún había reflexionado sobre mis sentimientos en una. En Road 96 eso ha cambiado.
También influye en gran medida la música que escuchamos, pensada claramente para inducir y potenciar los momentos emocionales, ya sean melancólicas conversaciones o refrescantes caminatas por la montaña. La música nos acompañará de manera automática en ciertos fragmentos del juego, en los que sonará sin que nosotros intervengamos. Sin embargo, en otras ocasiones seremos nosotros mismos los que decidamos qué tema sonará en ese momento. Por ejemplo, al encontrar una pequeña silla junto a un lago, y junto a ella, un radiocassette. Podemos simplemente sentarnos, colocar una de las cintas que hemos encontrado a modo de coleccionable, y limitarnos a mirar el agua y el cielo.
A pesar de todo, a pesar de su marcada intención de profundizar en ‘lo humano’, el juego también se preocupa por construir un mundo, un contexto y una atmósfera, aunque sea mediante pinceladas sutiles. Petria es un país ficticio, y el juego nos sitúa en el año 1996 de su calendario, aunque se trata de una fecha ambigua que no se corresponde con la de nuestra realidad, como es lógico en un mundo distópico. La tecnología y costumbres de Road 69 son un popurrí de elementos icónicos de la cultura pop entre las décadas de los 70’ y los 90’ del mundo real. Franquicias de comida rápida, los primeros ordenadores personales, cabinas de teléfono que aún se utilizan, indumentarias punk o reproductores VHS portátiles, entre otros elementos mezclados, conforman una estampa que hace de Petria un lugar incierto y ficticio, al mismo tiempo que familiar. Y, también muy acorde a la inspiración en esas décadas, Petria se encuentra sumida en un clima de tensión política, opresión y principios de revolución. Se nos lanza un pequeño esbozo sobre el pasado reciente del país, narrándonos brevemente un supuesto atentado terrorista que ocurrió justo diez años antes del comienzo de la aventura, y cuyas consecuencias están ligadas al desarrollo de la aventura y a la historia de algunos personajes.
Un homenaje al espíritu humano, en su lucha interior, y en su lucha con el mundo
Con este cóctel de ingredientes, Road 96 nos ofrece una aventura narrativa y de decisiones que es capaz de hablarnos y preguntarnos sobre sentimientos, humanidad, rebeldía, adolescencia y política, entre otros temas, sin que estos chirríen entre sí. El juego apuesta por un planteamiento atrevido para entrelazar sus historias. Uno difícil de llevar a cabo sin que haya problemas, y que, sin embargo, resuelve con maestría a nivel narrativo y mecánico. No oí nada sobre Road 96 el año pasado, durante su lanzamiento original, así que para mí ha sido una de las sorpresas del año. No termino de entender cómo no hizo más ruido cuando se lanzó anteriormente en otras plataformas. Todo un must si te gusta el género, y si te gustan esos videojuegos que te invitan a pensar. Incluso a hablar de amores juveniles con un borracho desconocido. Road 96 es un inolvidable viaje de carretera que recorre ese camino que todos hemos recorrido, o que estamos recorriendo.
Este análisis ha sido realizado con una copia para PlayStation 5 facilitada por Koch Media.