Oda al folclore y la cultura nipona
Los humanos siempre hemos tenido problemas con la pérdida y la muerte, a nivel colectivo, como especie. Problemas profundos y dolorosos. Probablemente, las situaciones que más nos cuesta aceptar y encajar sean aquellas relacionadas con la pérdida y la muerte. La negamos, vivimos fingiendo que las cosas que amamos no se acabarán, y que la muerte es algo dramático que solo le pasa a los más desgraciados. Nos aferramos contra viento y marea a la creencia de que esas pérdidas nunca nos van a tocar a nosotros. Nos aferramos a la vida. Y esa es la idea de base desde la que parte Ghostwire: Tokyo, la idea de aferrarse a algo para no dejarlo ir, para mantenerlo junto a nosotros. Aferrarse como quien se aferra a una cuerda o a un hilo del que tirar. Un hilo invisible, o fantasma.
Hilo entre la vida y la muerte
La nueva aventura de Tango Gameworks basa toda su premisa en esa idea, en la conexión ineludible e inevitable entre vida y muerte, en la inherencia recíproca entre estos dos conceptos. Y sobre en cómo, irónicamente, tratamos de separar una idea de la otra de forma contundente. Viendo la vida como algo maravilloso y la muerte como una maldición o un horror que evitar a toda costa, cuando una no podría existir sin la otra. Ghostwire: Tokyo toma esa idea y la mezcla con la fantasía y el folclore japonés, dando como resultado una historia que habla sobre conexiones entre dos mundos opuestos y dependientes el uno del otro. Sobre hilos que rigen la vida de los seres humanos, y sus muertes. Hilos que tratamos de manipular para evitar nuestros temores más dolorosos.
Bajo esta premisa, Ghostwire: Tokyo nos lanza de lleno a una aventura de acción en un mundo abierto, ambientado en la capital japonesa, pero en una versión de esta desolada y vacía. Y también aislada del resto del mundo, sumida en una espesa niebla que ha atrapado las almas de todos sus habitantes y las ha separado de sus cuerpos para dar comienzo a un oscuro ritual. Así, se nos ofrece la posibilidad de explorar dos mundos mientras caminamos por las calles vacías de Tokio: el mundo terrenal, desprovisto de toda presencia humana, y el mundo del más allá, a través de los espíritus y fenómenos que proliferan por toda la ciudad. El único rastro de la presencia humana en esta versión de Tokyo serán sus ropas huecas tiradas en las calles o los vehículos abandonados en mitad de las carreteras. En esta representación de la ciudad se pueden apreciar claras referencias e inspiraciones que el equipo de Tango tomó para crear. Herencias de clásicos del horror japonés, como Silent Hill, en algunas secciones de la ciudad que se ven deterioradas y retorcidas hasta lo grotesco. O incluso de trabajos previos del estudio, concretamente de The Evil Within, con escenarios oníricos y desconcertantes.
Y todo es consecuencia de un suceso repentino y misterioso, que sucede solo unos instantes antes de que la aventura comience. La misma niebla que mantiene cercada a la capital japonesa se ha tragado a todos sus habitantes, absolutamente a todos excepto a uno: nuestro protagonista. Akito esquiva los efectos de la niebla gracias a un espíritu que se introduce en su cuerpo justo antes de ser alcanzado por ella. El proceso le otorga la capacidad de manipular e interactuar con ambos mundos, y lo obliga a convivir con KK (el apodo del espíritu) dentro de su propio cuerpo. Esta simbiosis será la clave de la aventura, la base, tanto jugable como narrativa de la interacción de Akito con ambos mundos. Y KK también representará la única persona con la KK podrá hablar o relacionarse durante toda la aventura, su única compañía real en una Tokio deshumanizada.
Y esta idea es aprovechada consecuentemente en el gameplay, es trasladada de los guiones a los mandos. Ghostwire: Tokyo es una aventura de acción y exploración en primera persona, podría ser considerado un FPS, pero un FPS bastante peculiar. No empuñamos ametralladoras o lanzamos granadas, en su lugar blandimos poderes espirituales y utilizamos talismanes religiosos como defensa ante nuestros enemigos. Aquí entra en juego KK, como justificación de las habilidades y poderes de Akito. El fantasma que habita en nosotros ya se había enfrentado previamente a problemas de la misma naturaleza que la niebla que invade Tokio y, por tanto, conoce la forma de hacerlo. Así que actúa como maestro de Akito, y cuando mejoramos nuestras habilidades en el árbol de habilidades estamos recurriendo a él como maestro. Incluso nos incita a aprender cosas nuevas cuándo hemos acumulado puntos de habilidad y no los empleamos. También nos enseñara todo lo que necesitemos saber sobre los fenómenos sobrenaturales que invaden Tokio, cumpliendo una función narrativa al tiempo que hace más “creíbles” las mecánicas de juego. Nos ayuda a comprender lo que pasa y a combatir las amenazas que nos rodean.
Hilo entre tradición y modernidad
Esas amenazas se materializan en forma de visitantes. Sí, la niebla misteriosa ha vaciado Tokio de toda presencia humana, pero ha traído consigo sustitutos, y esos son los visitantes, la principal amenaza contra la que tendremos que luchar. Los visitantes son criaturas “del más allá”, que toman la forma de fantasmas o apariciones muy diversas, y que se han formado a partir de los sentimientos y “residuos” que las almas humanas dejaron atrás al ser arrancadas. Es aquí donde Ghostwire: Tokyo saca a relucir una de sus características más interesantes, y es la fusión entre ficción y folclore tradicional japonés. Los visitantes toman a menudo formas humanoides, fácilmente reconocibles, y sus diseños responden al mismo tiempo a una reinterpretación del folclore nipón y a los problemas y dolencias más comunes de la sociedad moderna. El equipo creativo de Tango Gameworks ha diseñado un amplio plantel de enemigos que toman leyendas y mitos del folclore japonés, como apariciones o espíritus resentidos, y los han adaptado en forma y fondo a la sociedad contemporánea. Desde hombres de negocios sin rostro y de aspecto abatido hasta estudiantes decapitados, pasando por decenas de diseños más. Ghostwire: Tokyo se molesta en darle una explicación a cada uno de estos enemigos, justificando su rencor e incapacidad de abandonar el mundo material con problemas como el acoso laboral, la presión social, la depresión o el bullying, entre muchos otros. Además, para no abandonar del todo la fuente de inspiración tradicional del folclore, se han trasladado y reimaginado leyendas y mitos tradicionales, en lugar de inventarlos desde cero. Se trata de un nexo de unión muy interesante entre la vida moderna y la tradición. Un ejercicio, que ya sea de manera voluntaria o por accidente, refleja la cultura nipona de lanzarse hacia lo nuevo sin desvincularse de las raíces.
Y no es una característica aislada, hay más signos por la Tokio fantasmal que dejan claro que el equipo de Tango Gameworks quiso reflejar muchos aspectos de la cultura japonesa de manera detallada, tanto de su modernidad como de su tradición. Los objetos que utilizaremos para reponer nuestra salud serán diferentes comidas y bebidas típicas de Japón. Un amplio abanico de alimentos artesanales autóctonos, snacks más modernos y populares, o bebidas de todo tipo. Todas ellas son reales, y tendrán su correspondiente explicación en una base de datos: un texto acompañado de una foto realista. De esta forma conforman menús explicativos que pueden recordar a juegos como Yakuza, en los que también destaca su cuidado por el detalle y representación de la cultura popular japonesa.
Los objetos coleccionables seguirán esta misma dinámica, manteniendo ese énfasis en el detallismo y en el tándem modernismo/tradición. Son muchos los objetos coleccionables repartidos por el mapa, y van desde katanas y yelmos samurái hasta cintas VHS malditas. Pasando por restos arqueológicos o juguetes noventeros, entre muchas otras cosas. Al igual que con los alimentos, y de manera aún más extensa, cada objeto vendrá acompañado de una explicación sobre su origen con datos reales. Por ejemplo, podremos encontrar algunas obras pictóricas de Katsushika Hokusai, pintor japonés del siglo XVIII mundialmente conocido por su serie de pinturas Treinta y seis vistas del monte Fuji. Cada uno de estos objetos nos permitirá disfrutar (si nos interesa) de profundizar en la cultura japonesa. También el mapeado en sí mismo es una muestra más de ese detallismo que el equipo ha puesto en la representación fidedigna de Tokio, más concretamente del distrito de Shibuya. La ciudad en el juego es tan fiel a la real que me pude servir de Google Maps para encontrar algunos de los lugares más icónicos de Shibuya mientras jugaba, en un afán completista. En resumen, Ghostwire: Tokyo hace un gran ejercicio de representación y exposición de cultura, tanto popular como tradicional, consiguiendo en el proceso una agradable sensación de inmersión en su mundo.
Hilo entre exploración y combate
Sin embargo, nuestra visita a Tokio no será un paseo turístico. Como mencioné anteriormente, los visitantes campan a sus anchas por la ciudad, y tratarán de eliminarnos constantemente. Para combatirlos no tendremos armas, al menos no las armas que estamos acostumbrados a utilizar en un videojuego. Nuestros métodos de defensa principales serán de origen místico, una serie de conjuros asociados a los elementos, concretamente al fuego, agua y viento. Los aprenderemos guiados por las enseñanzas de KK, y se realizarán mediante una serie de gestos manuales. Las manos del protagonista estarán constantemente en pantalla, en la posición que ocuparía el arma en un shooter habitual, y su postura cambiará en función del conjuro seleccionado. Este método de defensa también está basado en la cultura tradicional japonesa, concretamente en el kuji-kiri, una práctica místico-religiosa del budismo y asociada a la conexión con el mundo sensorial. Utilizaremos estos poderes como armas directas contra los visitantes, disparando proyectiles espirituales contra ellos hasta eliminarnos directamente o, lo que sucede más comúnmente, dejar su núcleo expuesto. Una vez que esto pasa tendremos la oportunidad de utilizar los hilos espectrales o tejido etéreo para aferrarnos al núcleo del visitante y arrancárselo, matándolo en el acto. Se trata de una suerte de exorcismo o expulsión del mundo terrenal. Esto último también podremos hacerlo directamente, sin daños previos, si nos acercamos con sigilo al enemigo.
El modo de combatir y el elemento elegido dependerán mucho de cada tipo de enemigo. Por ejemplo, para un grupo grande de enemigos medianamente débiles será más efectivo el elemento agua, con proyectiles amplios en forma de arco. Para enemigos poderosos y resistentes serán ideales los poderes de fuego, potentes y contundentes. Mientras que para enemigos rápidos o voladores serán más eficaces los proyectiles de viento, con más alcance y rapidez. Normalmente, tendremos que saber combinarlos para salir victoriosos, ya que a medida que avancemos los grupos de enemigos serán más heterogéneos y poderosos. Hay que tener en cuenta que este recurso no es ilimitado, sino que cuenta con una especie de munición: el éter. Este material se extraerá de enemigos derrotados o de objetos marcados por el éter, cuyo aspecto es fácilmente distinguible. Se trata de objetos cotidianos pero que parecen fuera de lugar, como un coche suspendido en el aire sobre el asfalto o un bidón de gasolina en mitad de un cementerio. Además, cada elemento tendrá su “munición” independiente, distinguible por el color, así como su capacidad máxima. Los proyectiles de viento, más débiles, tendrán una capacidad mucho más elevada que los de fuego, de los que podremos almacenar una cantidad reducida.
A estos métodos de combate se unen también los talismanes, objetos consumibles con distintos efectos. Se trata de los tradicionales talismanes religiosos de tela o papel, y los arrojaremos contra el enemigo o en el entorno, dependiendo de la situación. Para potenciar el uso del sigilo tendremos potenciadores para crear señuelos sonoros o para crear escondites en cualquier lugar. Por otro lado, para el combate directo, tendremos otros capaces de paralizar a los visitantes o de exponer sus núcleos. Finalmente, dispondremos de un arco tradicional japonés con el que podremos atacar directamente a los enemigos desde cierta distancia, como única arma “convencional”.
Estas herramientas nos permitirán conservar la vida mientras exploramos Tokio de cabo a rabo, y es que la exploración será un factor clave en el juego. Mientras que la aventura principal puede ser completada en pocas horas, ya que el juego no pone a penas trabas para avanzar, si nos decidimos a explorar el contenido secundario tendremos varias decenas de horas de juego por delante. En primer lugar, el Tokio de Ghostwire nos ofrece posibilidades de exploración a distintos niveles. Podremos explorar las calles a ras de suelo, sobrevolar y saltar sobre sus azoteas y edificios, explorar su subsuelo y adentrarnos en algunos de sus edificios, a modo de pequeñas mazmorras. Este recorrido nos permitirá conocer aún más los sucesos que rodean a la trama central, adquirir nuevas mejoras y recursos, y explotar aún más ese énfasis del juego en la cultura y tradición niponas. Podremos encontrar santuarios o estatuas budistas que nos permitirán incrementar nuestro máximo de éter, y nos encontraremos bastantes misiones secundarias. Estas últimas, en su mayoría, resultan interesantes y trabajadas, alejadas del “recadeo” habitual en las misiones secundarias de los mundos abiertos. Nos acercarán un poco más a la cultura mística japonesa, y a los distintos tipos de demonios o yokais, de su imaginario. Nos contarán pequeñas historias que, además, no serán largas o tediosas, lo que las hace más disfrutables aún.
Sin embargo, habrá una barrera que frene nuestra libre exploración, y tendremos que superarla poco a poco si queremos llegar a todos los rincones de la ciudad. Se trata de la niebla, la misma que lo inició todo. Al principio de la aventura cubrirá la mayor parte de la ciudad, y para despejarla tendremos que purificar una serie de arcos o puertas torii, normalmente protegidas por visitantes. Al hacerlo despejaremos la niebla de una zona concreta, desvelando así actividades y recursos en esa parte del mapa, desde misiones secundarias hasta tiendas. Además, cada una de ellas nos dará acceso a un santuario en el que recoger un rosario. Los rosarios serán piezas de equipo que potenciarán atributos como la potencia de ataque de un elemento concreto o la capacidad de detectar objetos o espíritus.
Mientras exploramos nos encontraremos cientos de espíritus en forma de cúmulos brillantes con formas humanoides, son las almas de todos los habitantes de la ciudad, y podremos “rescatarlos”. Para ello los absorberemos con a través de katashiros, una especie de amuletos que llevaremos con nosotros. Una vez tengamos llenos todos nuestros katashiros podremos transmitir estos espíritus fuera de la barrera de niebla, alejándolos del peligro, y recibiendo a cambio dinero y puntos de experiencia. Por lo tanto, Ghostwire: Tokyo premia la exploración, cuanto más exploremos más recursos y habilidades podremos conseguir. Así como dinero y coleccionables. Y es que aunque Tokio haya quedado vacía de presencia humana, los espíritus y animales ocupan sus lugares, y la percepción sobrenatural de Akito y KK nos permitirá interactuar con ellos. Perros y gatos se integran de manera fluida con el conjunto de la exploración. Los primeros nos buscarán dinero y objetos a cambio de comida, y los segundos se harán cargo de algunas tiendas donde aprovisionarnos, a cambio de meika, una moneda espectral. Además, algunos comerciantes gatunos espirituales se especializarán en productos concretos (coleccionables) que nos pedirán a cambio de jugosas recompensas. Mientras realizamos todas estas actividades, las funciones hápticas del Dualsense contribuirán a la inmersión, con vibraciones focalizadas que responden a la lluvia, transmisiones de voz a través del micrófono, o vibración en los gatillos mientras arrancamos el núcleo de un visitante, entre otros efectos.
Combinando estos elementos, Ghostwire: Tokyo consigue una mezcla fresca y original de elementos ya vistos antes, pero en una receta nueva, atreviéndose a mezclar ingredientes tradicionalmente alejados. Es difícil encasillar este juego en un género concreto, porque, aunque juguetea con el terror y lo sobrenatural, no termina de ser una experiencia de horror opresiva. Su terror se disemina en pequeña dosis a través de su mundo abierto, en misiones o localizaciones concretas, y se combina con dosis de humor, misterio y acción. Ghostwire: Tokyo toca varios géneros sin encadenarse a ninguno, o sin seguir a rajatabla las bases de ninguno, y eso trae consigo la frescura y la marca de identidad, pero también algunos defectos. Si bien aplaudo el diseño y variedad de enemigos y jefes finales, el funcionamiento de estos últimos no es del todo satisfactorio. Se siente como si el juego no terminara de encontrar una fórmula mecánica con la que abordar estos enfrentamientos clave, que se sienten ciertamente “descafeinados” en comparación con su diseño y ambientación. También el storytelling se ve perjudicado en comparación con el resto de los aspectos del juego, con una narrativa que no termina de encontrar el ritmo. Algunos hechos son demasiado abruptos, y faltan algunas aclaraciones y explicaciones. Se me ocurre pensar que esto se debe a la decisión de lanzarse al mundo abierto, por parte de un estudio que hasta ahora ha brillado más con la narrativa lineal en The Evil Within. Incluso en The Evil Within 2, que coqueteaba con el mundo abierto, este se abordó de manera más discreta, centrándose mucho más en la línea argumental central.
Distinto, fresco y atrevido
En resumidas cuentas, Ghostwire: Tokyo tiene varios grandes méritos a su favor. Por un lado, se trata de una obra fresca y con personalidad propia, y que ha sabido integrar muchas de sus ideas principales de manera satisfactoria en prácticamente todos los aspectos del juego. Y es que se trata de una autentica oda al folclore y la cultura japonesa, y es capaz de reflejarlo en multitud de aspectos, desde el gameplay hasta la atmósfera y la ambientación. En lo jugable es tremendamente divertido y satisfactorio, capaz de conseguir un combate ágil y fluido con “pocas herramientas”, y con un contenido secundario que apetece completar. Sin embargo, tiene aspectos donde flaquea, como mencioné en los párrafos anteriores: en la narrativa y el diseño de combates finales. En el balance final, el resultado me parece muy positivo. Un juego distinto, fresco y atrevido. Especialmente disfrutable si eres entusiasta de la cultura japonesa.
Este análisis se ha realizado con una copia digital para PlayStation 5 cedida por Bethesda.