"El juego en físico ha muerto, ¡viva el juego en físico!"
El último juego que me compré en formato físico era un juego más o menos conocido, ahora mismo no sé si os sonará por el título; se llamaba Grand Theft Auto V. Corría el año 2013, nada más y nada menos que hace 8 años, y recuerdo la ilusión corriendo por las venas de aquel crío de 13 años con su juego PEGI+18 en la mano. Por ponernos en contexto, este año se supone que lo van a sacar otra vez, que ironía el destino.
Ese mismo año hubo varios lanzamientos de grandes títulos, como Bob Esponja y la Venganza de Plankton, Las Tortugas Ninja o el más olvidado de los tres, Call of Duty: Ghosts. No he elegido estos títulos al azar: todos ellos comparten una cosa en común, y no es su genuina forma de seguir comercializando productos de sobra conocidos (pobre Bob), sino que todos fueron distribuidos y/o publicados por un estudio que a fecha de hoy pertenece al gigante del software al que tu viejo instituto le pirateaba el sistema operativo: Microsoft.
De esta compra ya se ha escrito mucho , pero me gustaría ahondar en las repercusiones que esta pueda tener de cara a engordar más lo que puede ser la gallina de los huevos de oro del gigante tecnológico de la gran M, su caballo de batalla de esta generación y a buen seguro de las siguientes: el Xbox Game Pass. Ya habrán oído ustedes, ávidos lectores de la prensa del videojuego, que el Game Pass lo está petando, que el Game Pass es la segunda venida de Jesucristo a la tierra, el jodido santo grial. Puede que no les falte razón a lo que escuchan, no seré yo quien critique este servicio al que ya le he echado el guante en un par de ocasiones, pero me gustaría cambiar un poco el prisma de cómo lo miramos hoy en día y retrotraerme a aquel niño que empezaba este artículo con su juego bajo el brazo.
El Game Pass es para mí el Netflix de los videojuegos actualmente y es más que una burda comparación. Netflix fue posiblemente una de las principales fuentes de inspiración para el archiconocido “Tito Phil” Spencer, que en aquel mismo año 2013 fue uno de los que empezó a prototipar o dibujar el concepto que sería hoy este servicio.
En ese mismo año, se lanzó también al mercado la que sería la tercera consola de videojuegos de sobremesa de Xbox, la Xbox One. Esta consola, como veríamos en los años venideros, no acabaría de hacerlo especialmente bien frente a su principal competidora japonesa. Una serie de factores como la inclusión del Kinect o su puesta en escena más centrada en los servicios de televisión y streaming que en los propios juegos propiciaron esa desventaja. Paralelamente, cuando abandonaron esta estrategia y se centraron más en la consola, otra vez, en los videojuegos y, como diría Steve Ballmer, en los desarrolladores, vieron crecer crecer ideas de negocio de suscripción y streaming como Netflix o Spotify; esas ideas son las que calarían en el imaginario de los mandamases de Xbox para definir este servicio.
Todas estas cuestiones me hacen pensar: ¿Qué hemos perdido y qué hemos ganado? Si bien es cierto que ahora tenemos acceso a un catálogo mucho más grande, lo tenemos dividido entre launchers, servicios de subscripción, etc. En la gran mayoría de ellos, no somos dueños de los juegos que jugamos. ¿Disfrutamos lo mismo sabiendo que nuestro juego favorito depende de nuestra conexión a Internet o de que unos servidores en Washington no se prendan fuego? Quizás son cosas en las que la mayoría de la gente no repare y pague religiosamente una subscripción o compre la última oferta de Steam; pero yo personalmente aún sigo titubeando cuando compro un juego en Steam y pienso si realmente es mío o si lo disfrutaré igual que teniéndolo en la estantería y sencillamente volviendo a él para observarlo.
Por poner un ejemplo: abro Steam y me pongo sobre una misión intermedia a lo largo de la campaña principal de Skyrim y me aparece que solo el 42,9% de la gente ha completado este logro. Estamos hablando de la décima misión de una campaña de veinte misiones principales. Más de la mitad de la gente posiblemente no se haya pasado la campaña principal, y no por ello son peores jugadores. No va por ahí mi reflexión, pero sí que es verdad que este mercado digital nos ha hecho entrar en una especie de bucle sin salida, en la que son pocos los juegos que terminamos antes de comprarnos uno nuevo y que desechamos como si de un viejo par de zapatos se trataran. Me da la sensación de que valoramos más lo material, lo palpable, y considero que tener disponible este vasto catálogo de videojuegos nos hace darle menos importancia a cada uno de ellos, por lo que a veces nos perdemos en la inmensidad de las librerías digitales buscando aquella experiencia perfecta que no llega.
En esta ocasión solo hablo del Xbox Game Pass pero hay otros muchos servicios que se avistan como parecidos y que quizás en unos años le sigan la pista. Microsoft ha sido quizás el más rápido, pero la competencia es extremadamente feroz en este capitalismo salvaje. Sin embargo, y aunque parezcan ir en la dirección contraria, las empresas se están dando cuenta cada vez más rápido de que a veces esa nostalgia de la que hablo puede ser un aliado a su favor y de que hay gente que no va a dejar de jugar a sus juegos en físico para comprarlos en siete tiendas digitales diferentes. Es por eso que aplaudo iniciativas como la de Xbox con el tema de la retrocompatibilidad. Aunque claro, siempre hay empresas que van a intentar beneficiarse más allá de lo vergonzoso y en vez de ir por el camino de la retrocompatibilidad, nos intenten colar todo lo contrario como en el caso de GTA Definitive Trilogy y Rockstar, que prácticamente intentó sacar los juegos antiguos de circulación y que la gente solo tuviera la posibilidad de jugar a sus remakes cuanto menos cuestionables.
Como conclusión, ya que es probable que el juego digital acabe por sobrepasar al físico, si algo nos queda a los jugadores es poder ser capaces de comprar una consola dentro de x generaciones y poder jugar a los títulos que en su día compramos y tenemos guardados en la estantería, en otras palabras, ser los dueños de esos productos y preservarlos. No quiero tener que piratear juegos antiguos que tengo en físico simplemente porque es imposible encontrarlos hoy en día en ningún sitio. Y tampoco me apetece estar comprando una consola cada 5 años; pero de lo que sí quiero estar seguro es de poder comprarme en el futuro la siguiente consola de Sony y de que esta lea unos de mis viejos discos de PS2.
Eso, o quizás solo me esté volviendo viejo.